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"Lo que se espera de nosotros"

Viernes, 06 de septiembre de 2024 02:26
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La vida da sorpresas. Algunas hermosas y, como siempre, otras no tanto. En este caso me topé con un cuento de Ted Chiang. Una joyita de apenas 917 palabras; las conté. Qué lindo poder decir -y hacer pensar- con tan pocas palabras; qué envidia sana me provocó.

El cuento trata de un aparato especial -el Pronostic-; una tecnología capaz de enviar una señal hacia atrás en el tiempo. En el cuento, el problema que desnuda el Pronostic -un juguete en etapa embrionaria y de prototipo-, es que demuestra que no existe el libre albedrío. Y, una vez que el ser humano se enfrenta a este conocimiento reacciona de distintas maneras, ninguna buena.

La idea de un universo determinista sólo nos puede afectar a nosotros, las entidades librepensadoras; un autómata no podría desilusionarse. Visto así, es una alegría saber que no somos artificiales. La mala noticia es que, para el ser humano, el efecto es devastador. "Algunas personas, al darse cuenta de que sus elecciones no importan, dejan de tomar decisiones por completo. Como una legión de Bartlebys, dejan de participar en la acción espontánea". "Otros tienen que ser hospitalizados porque dejan de comer. El estado final es de mutismo acinético, una especie de coma en plena vigilia"; relata Chiang en su cuento: "Lo que se espera de nosotros". No voy a arruinar el cuento transcribiéndolo. Búsquenlo; creo que vale la pena. A mí me hizo pensar en muchas cosas, pero, una de ellas, fue tratar de entender cuánto se parece nuestra realidad a la descripta en el cuento.

No porque no tengamos libre albedrío -eso es parte de la ficción-, sino porque me pregunto qué posibilidades -genuinas y verdaderas- tenemos, de cambiar -con nuestras acciones- la realidad que se nos impone a diario. Encuentro al planteo algo difícil de responder. Sé que, en contrapartida, el insuperable Jorge Luis Borges dijo: "A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara". Dos visiones por completo contrapuestas. ¿Cuál será la que más se acerca a nuestra realidad? Sigo sin poder responder.

Busco la definición de libre albedrío en el diccionario de la Real Academia Española: "del latín arbitrium; potestad de obrar por reflexión y elección". Otro diccionario habla de la doctrina filosófica que establece que la conducta humana es reflejo y consecuencia de la voluntad y no de fuerzas externas a la persona. Me pregunto si de veras nuestras decisiones son libres y no están condicionadas por ninguna fuerza externa. Si no estamos condicionados, quizás, para algunos, hasta programados. Me cuesta contestar con certeza y seguridad. "La duda debe seguir a la convicción como una sombra", dijo Camus.

Para peor tampoco me parecen tan disímiles las reacciones que describe Chiang en su cuento con las conductas que muestran, hoy, casi todas nuestras sociedades. "Algunos dejan de tomar decisiones por completo". ¿Acaso no hay legiones de gente comportándose así? Otros caen en un mutismo acinético; "una especie de coma en plena vigilia". De nuevo, ¿no hay otra legión tan grande como la anterior que procede de igual manera? El "cómodamente entumecido" del que habla la canción de Pink Floyd. ¿No estamos todos en una especie de «siesta letárgica"; en un estado de «cómodo entumecimiento existencial"?

Quizás la "parálisis"; el "entumecimiento"; este estado de "coma en plena vigilia" en el que estamos sumergidos responde a la degradación constante de la realidad a la que estamos sometidos. El fárrago de noticias adormece, entumece, anestesia. No logramos asirnos a un hecho o a una noticia que otra más grave la reemplaza. No salimos de un estupor que otro lo eclipsa. Al principio, todo enoja; irrita. Luego -quizás como mecanismo de defensa- se impone la apatía; la indiferencia. Luego, se pierde el interés. La realidad deja de importar; por el contrario, insensibiliza. Al final, se deja de reaccionar. Sobreviene el letargo, el sopor; hasta una cierta clase de desidia; el «cómodo entumecimiento". Una suerte de inapetencia por la vida o su opuesto: una búsqueda desesperada de un exceso de emociones sin propósito ni sentido. Ei que nunca llegará, tampoco, a satisfacer.

"Finjan que tienen libre albedrío. Es esencial que se comporten como si sus decisiones contaran, aún cuando sepan que no es así. La realidad no es importante; lo que es importante es lo que creen, y creer la mentira es la única manera de evitar el coma en vigilia. Ahora la civilización depende del autoengaño. Quizá siempre ha sido así"; dice Chiang en su relato. Me quedo atónito pensando en la frase; en cuánto de ella desnuda a nuestra realidad o no. "Ahora la civilización depende del autoengaño".

Aclaro que creo en el libre albedrío. En el peor de los casos, aunque no cambie nada, prefiero la minúscula acción de Borges a la inacción colectiva en la que nos hemos sumergido. Claro. Sería bueno que cada minúscula acción individual resulte en una acción colectiva de mayor magnitud. Y, mejor todavía, si esta fuera en la dirección apropiada. Ojalá que dejemos de hacer sólo "lo que se espera de nosotros" y no mucho más. Como siempre, ojalá.

 

 

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