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El Corredor Bioceánico y el nuevo Triángulo de Sábato

Martes, 21 de octubre de 2025 01:13
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Hay proyectos que, más que carreteras o túneles, son metáforas del destino. El Corredor Bioceánico del Capricornio pertenece a esa clase de obras que, si se hacen bien, pueden cambiar la historia de una región. No se trata sólo de unir el Atlántico con el Pacífico a lo largo de 3.320 kilómetros. Se trata de unir el potencial dormido de un continente con la decisión política, la ciencia y la empresa para hacerlo despertar.

Salta está en el centro de ese mapa. Pero lo más importante es que también puede estar en el centro del modelo de desarrollo que lo sustente.

Los artículos recientes de El Tribuno sobre el Corredor Bioceánico muestran un contraste doloroso, mientras Paraguay, Brasil y Chile avanzan en los tramos finales de sus obras, Argentina todavía está en el punto de partida. La ruta 34, en su paso por Salta, está deteriorada; la 51, que nos conecta con el Paso de Sico, tiene kilómetros sin pavimentar; y en el Chaco salteño la ruta 54 sigue interrumpida por conflictos sociales, falta de consulta a las comunidades y una erosión del Pilcomayo que amenaza con llevarse la carretera y las esperanzas de integración.

Sin embargo, hay señales alentadoras. La Provincia anunció una inversión de 300 millones de dólares, con apoyo de FONPLATA, el BID y el Banco Mundial, para iniciar obras de infraestructura, agua y logística en 2026. Estas inversiones, aunque tardías y se concretan, estarían mostrando que el gobierno salteño comprende el valor estratégico del Corredor, no solo es una vía para sacar minerales o granos, sino un eje de desarrollo humano, económico y científico.

Lo que necesita atención inmediata es la coherencia del proyecto. El Corredor no puede ser una suma de tramos inconexos, sino una visión integrada que respete tres dimensiones:

* Productiva, para garantizar competitividad y acceso a mercados globales.

* Social, para incluir a las comunidades del Chaco y los Andes, garantizando la consulta libre, previa e informada.

* Científica y educativa, para que las universidades y los centros tecnológicos participen desde el diseño hasta la ejecución, formando capital humano local.

Jorge Sábato planteó en 1968 un modelo tan simple como revolucionario, que enunciado de manera sencilla significa que el desarrollo solo es sostenible si Estado, Universidad y Empresa trabajan de manera articulada. Sin embargo, advertía que la mera existencia de estos tres actores no basta; lo esencial es su relación permanente y comprometida.

Si trasladamos esa idea al Corredor Bioceánico, el esquema se vuelve evidente:

El Estado debe diseñar políticas que garanticen transparencia, continuidad, un marco normativo estable, más allá de los ciclos políticos, y en este caso gestione y consiga se realicen las inversiones de infraestructura necesaria.

Las Universidades, en particular las que tenemos en nuestra región, deben proveer investigación aplicada, estudios hidrológicos, soluciones ambientales y formación técnica.

Las Empresas, tanto públicas como privadas, deben transformar ese conocimiento en productividad, empleo y valor agregado.

Pero hace falta algo más. Tal como desarrollé en mi ensayo Reforzando el Triángulo de Sábato, el fuego del desarrollo necesita un cuarto elemento, la comunicación social. Es el periodismo el que mantiene la reacción en cadena, el que oxigena el diálogo entre los actores y evita que el proceso se extinga por desinformación, burocracia o desconfianza.

El Corredor necesita de esa llama constante, una prensa comprometida con el progreso, que fiscalice sin destruir, que proponga sin imponer y que traduzca la complejidad técnica a un lenguaje que el ciudadano comprenda y apoye.

Nuestra provincia está dotada de recursos excepcionales. Minerales como litio, plata, oro y uranio; una agricultura diversificada; vinos de altura únicos en el mundo; biodiversidad que es patrimonio natural; y una ubicación estratégica, la única provincia argentina que limita con tres países: Chile, Bolivia y Paraguay.

El Corredor Bioceánico es la llave para convertir ese inventario en una estrategia. Si Salta logra posicionarse como nodo logístico entre el Atlántico y el Pacífico, puede multiplicar su capacidad exportadora, atraer inversiones y, sobre todo, generar empleo calificado.

Pero ese potencial no se agota en la economía. También implica el desarrollo del saber. Cada kilómetro de asfalto debe ser acompañado por un metro de conocimiento. Cada puente, por una alianza educativa. Cada nodo logístico, por una red de formación técnica y universitaria que garantice que las oportunidades se queden en la región.

El desafío es evitar que el Corredor se convierta en una simple autopista de salida de materias primas. Si no hay innovación, capacitación y valor agregado, estaremos exportando lo mismo que hace cien años, solo más rápido.

El periodista Pascual Albanese recordaba hace pocos días que Perú, pese a tener una de las historias políticas más inestables del continente, con presidentes destituidos y encarcelados, mantiene uno de los riesgos país más bajos de América Latina (200 puntos). ¿Cómo se explica semejante paradoja?

La respuesta está en la coherencia más allá de las crisis y en la estabilidad económica. Desde la década de 1990, Perú mantuvo una política de apertura, diversificación y atracción de inversiones. Su Banco Central, presidido por Julio Velarde desde hace casi dos décadas, se convirtió en símbolo de continuidad. Y su integración internacional, con tratados de libre comercio con Estados Unidos y China, atrajo capital y tecnología.

Pero hay un factor más profundo, el desarrollo de una nueva burguesía indígena, nacida de la economía informal, que comprendió el valor del trabajo, la capacitación y la iniciativa privada. Hernando de Soto lo llamó "el otro sendero", el camino del esfuerzo, la formalización y el emprendimiento.

En muchos sentidos, Salta podría seguir una senda similar. Tiene una población con espíritu emprendedor, una ubicación estratégica y recursos que el mundo demanda, y una importante economía productiva informal en el interior profundo, basta recordar los quesos de Amblayo para saber de qué hablamos. Lo que falta es consolidar un sistema donde el conocimiento, la empresa y el Estado actúen con la misma coherencia que el Banco Central peruano.

La lección es simple, no se necesita estabilidad política para crecer, sino estabilidad institucional y visión estratégica.

El gobierno de Salta debe tomar la iniciativa como articulador regional, no como simple ejecutor de obras. Su tarea no se limita a pavimentar rutas, debe generar mesas permanentes de coordinación con universidades, municipios, cámaras empresarias y comunidades originarias.

A la Nación le corresponde apoyar con financiamiento, planificación y diplomacia económica. El Corredor no es una obra provincial, sino una estrategia geopolítica que puede redefinir el mapa comercial de América del Sur. Argentina debe asumir que su salida al Pacífico no es solo chilena, también puede ser salteña y jujeña.

En términos prácticos, esto significa:

1. Priorizar la Ruta 51 como eje troncal de integración con Chile.

2. Garantizar la consulta y participación indígena, condición indispensable para acceder a créditos internacionales.

3. Crear un fondo regional de desarrollo, con aportes de las regalías mineras, para financiar innovación y formación técnica.

4. Establecer un Consejo Permanente del Corredor Bioceánico del NOA, con representación del Estado, las universidades y el sector productivo.

El progreso no se impone, se construye como una verdad intersubjetiva, es decir, una historia que la sociedad elige creer y sostener. El Corredor Bioceánico puede convertirse en esa historia si logramos que la gente lo sienta como propio, como un proyecto que no pertenece a un gobierno sino a una generación.

Por eso, el periodismo tiene un papel decisivo. Debe contar este proceso con la épica que merece, pero también con la prudencia que exige. Debe explicar que detrás de cada crédito hay una oportunidad, pero también una obligación; que detrás de cada obra hay un impacto ambiental y social que debe asumirse con responsabilidad.

Solo si mantenemos viva esa conversación colectiva, el fuego del desarrollo seguirá ardiendo.

Perú nos enseña que la riqueza no se mide por la quietud de la política, sino por la constancia de sus instituciones. Sábato nos recuerda que el desarrollo no es una suma de esfuerzos dispersos, sino una relación viva entre quienes producen, piensan y gobiernan. Y Salta nos muestra que el potencial existe, pero aún espera la chispa que lo encienda.

El Corredor Bioceánico es más que una ruta, es una oportunidad de transformar el paisaje económico y simbólico del norte argentino. Pero para que la llama no se apague, necesitamos oxígeno (conocimiento), combustible (Estado), chispa (empresa) y reacción en cadena (comunicación).

Solo entonces, el norte dejará de ser una frontera y se convertirá en el corazón que une dos océanos. Y allí, entre montañas, valles y minas, tal vez empiece a escribirse el nuevo capítulo del desarrollo argentino.

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