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El discurso del odio

Martes, 04 de febrero de 2025 02:16
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El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Volker Türk, afirmó en estos días que "Permitir el discurso de odio y el contenido dañino en línea tiene consecuencias en el mundo real. Regular este contenido no es censura".

El discurso del odio impide la amistad civil, y pone en riesgo la democracia y anida en la omisión de hablar de política en el hogar, el trabajo o en las reuniones sociales; diciendo que es "culpa de la grieta", aceptando no hablar con parientes, amigos y colegas de racismo, homofobia o protección de las minorías.

Permitir que se difunda el discurso del odio y fomentar la violencia, la intolerancia y la exclusión es "el huevo de la serpiente" que traerá renovadas divisiones y conflictos.

Esta situación se nos presenta diariamente y nos encontramos bombardeados de noticias que no sabemos su origen ni certeza; en un escenario de divisiones sociales y polarización política, donde la frase más repetida es: "la culpa es de la grieta".

La conversación cotidiana

La democracia moderna se sostiene en el dialogo, de él resultan la discusión y los acuerdos, es decir, los consensos. También es inherente a la democracia la amistad civil que se construye en la conversación cotidiana.

La excusa de "la grieta" para no hablar de nuestro mundo con los más cercanos, inhabilita la posibilidad de reflexionar sobre nuestras preocupaciones y anhelos cotidianos. Si aceptamos no hablar de política en las reuniones con parientes, amigos y colegas, no podemos compartir nuestras preocupaciones y anhelos con los más cercanos. En consecuencia, ¿cómo podríamos saber si lo que decimos, es un pensamiento, un prejuicio o una ocurrencia? Es evidente que nos encontramos en un punto donde el diálogo parece haber sido sustituido por monólogos, y donde los espacios de reflexión y discusión se ven cada vez más restringidos.

Entonces, ¿qué efecto tiene esta negación a la conversación franca en nuestra vida diaria y relaciones personales más cercanas?

La consecuencia principal es que nos aparta de un ámbito propio, en el que nos vinculamos para comprendernos y ayudarnos por ser parte de una familia, grupo de amigos o colegas de trabajo; dejando que sea ocupado por el disimulo, la hipocresía y el juzgamiento del otro.

La decisión de Mark Zuckerberg de cesar su programa de verificación digital en Facebook, Instagram y WhatsApp; significa no silenciar a quienes lo difunden, permitiendo contenidos falsos y perniciosos en el contexto de los flujos de información y opinión de sus plataformas.

No criticar las ideas y afirmaciones más temerarias culpando a "la grieta", nos responsabiliza por consentir en nuestra vida cotidiana el discurso del odio. Esta omisión, nos conduce al peor de los mundos: el del silencio.

Compromiso

Hacer silencio en las reuniones sociales o familiares –cuando desde lo más alto del poder político se denigra el feminismo, la diversidad sexual o el ambientalismo– nos pone al margen del compromiso que tenemos con los que nos rodea. Los que nos rodean, un padre, una madre, un hermano, un pariente jubilado, un estudiante, un vecino o un comerciante, no encuentran la confianza y la empatía para discutir sus preocupaciones y esperanzas. Ellos son los que, huérfanos de opiniones orientadoras de quienes confían y quieren, son guiados por palabras "autorizadas desde el poder" que modelan el discurso.

Un ejemplo de cómo se orienta desde el poder es la respuesta del ministro Franco ante un pedido de aclaración sobre los dichos del presidente Milei en el foro de Davos, donde dijo que habría que "derogar normas de discriminación positiva", que irían desde el cupo trans en el Estado, hasta la emisión de DNI no binarios, pasando por la tipificación del delito de "femicidio" y cuyo único fundamento para eliminarlas sería la "ley de igualdad ante la ley". La repuesta del ministro para aclarar los dichos del presidente, fue: "soy respetuoso de cada uno de los distintos sectores, pero el estado no debe promover la homosexualidad", y "que los homosexuales hagan lo que quieran puertas adentro". Es decir, para el ministro todo lo cuestionado por el poder se debe hacer a escondidas, ocultándose, que no se vea.

Entonces, la omisión voluntaria de no sortear "la grieta" por comodidad, ignorancia o adhesión, admite la orientación desde el poder: que nos digan que se puede decir a la luz pública o que debemos ocultar. Mientras la violencia de un lenguaje que incita al odio prolifera en los medios de comunicación, redes sociales, escuelas y reuniones sociales, ya que según un informe de este mes de la consultora Ad Hoc, en los últimos dos años se relevaron veintitrés millones de insultos en la conversación pública de los usuarios argentinos en redes sociales.

En suma, si ante la violencia de las palabras de un discurso orientado desde el poder que nos propone división y discriminación, corporizado en millones de insultos, sólo atinamos a decir "prefiero no discutir, para no ahondar la grieta"; estamos en problemas, no sólo por no discutir temas nodales que hacen a la convivencia política, sino porque no dimensionamos la gravedad de la cuestión al no asumir la responsabilidad, que todos tenemos, en la defensa de la amistad cívica y de los derechos e ideas propias y ajenas, es decir, por el compromiso con la democracia.

 

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