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Irán, una teocracia en crisis

Domingo, 29 de junio de 2025 01:55
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La guerra abrió una gigantesca incógnita que desvela a las cancillerías y las agencias de inteligencia, cuyos analistas buscan descifrar el futuro rumbo del régimen de Teherán, velado por la espesa capa de hermetismo que rodea el sistema de decisiones en esta particular teocracia del siglo XXI, cuyo avanzado programa nuclear amenazaba la existencia de Israel y mantenía en vilo al mundo entero, más aún desde sus reciente ataques con misiles sobre territorio israelí, que habían vuelto a convertir a Medio Oriente en la zona más caliente del planeta.

En el momento más álgido de la contienda, el riesgo de acefalía derivado del posible asesinato del Líder Supremo, Alí Khamenei, amagó abrir el funcionamiento de los peculiares mecanismos institucionales instituidos a partir de la revolución de los ayatolas de 1979, encabezada por KhomeIni. Para prever esa eventualidad, el propio Khamenei, desde su escondite subterráneo, adelantó ciertas disposiciones sucesorias.

Irán es una República Islámica. Su presidente, Masoud Pezeshkian, es en realidad la segunda persona con más poder, pero debajo del "Líder Supremo". Como tal, el primer mandatario es responsable de la gestión de los asuntos gubernamentales y ejerce una fuerte influencia en la política interior y en las relaciones internacionales. Sin embargo, sus atribuciones están limitadas, especialmente en temas de seguridad. Estas restricciones quedaron patentizadas durante las violentas protestas callejeras de septiembre de 2022, provocadas por la muerte a manos de la policía de Masha Amini, una joven de 22 años: Khamenei decidió prohibir las manifestaciones y el presidente Ebrahim Raisi, aunque no compartía ese criterio, tuvo que acatar la orden.

El verdadero centro del poder reside en la autoridad religiosa. Khamenei, quien por una expresa indicación de Khomeini lo sucedió en el poder tras su fallecimiento en 1989, es el Jefe de Estado, con carácter vitalicio, y el comandante de las Fuerzas Armadas. Tiene también autoridad sobre la Policía Nacional y la Policía Moral, que controla el estricto cumplimiento de las disposiciones sobre la vestimenta y las costumbres islámicas. Controla asimismo las relaciones exteriores y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, encargada de la seguridad interior, y a su brigada de voluntarios, la Fuerza de Resistencia Basij, que reprime cualquier brote de disidencia.

El Parlamento, denominado Asamblea Consultiva Islámica, está formado por 290 diputados, incluidos cinco representantes de las minorías religiosas. El cuerpo legislativo selecciona a los veintidós ministros del gabinete. En la actualidad cuenta con una abrumadora mayoría de los partidos fundamentalistas, de raíces ultraconservadoras, y una participación simbólica de las minorías reformistas. Pero así como las atribuciones del presidente están supeditadas al Líder Supremo, las facultades legislativas también están sujetas a la revisión de la autoridad islámica.

Un denominado "Consejo de Guardianes" tiene la responsabilidad de custodiar la pureza ideológica del Estado. Sus funciones lo asemejan a un Tribunal Constitucional con capacidad para vetar las leyes que estime incompatibles con los principios islámicos. Pero también verifica las "credenciales islámicas" de los candidatos presidenciales, por lo que puede inhibir su postulación.

Ese consejo está integrado por doce juristas, la mitad de los cuales son elegidos por el Líder Supremo y los seis restantes por el titular del Poder Judicial (designado también por el Líder Supremo). Para arbitrar en las controversias entre el Parlamento y el Consejo de Guardianes existe una Asamblea de Expertos, un cuerpo deliberativo formado por 86 teólogos que se renueva cada ocho años por el voto popular.

La comprensión de la extremada complejidad de este intrincado sistema institucional se torna todavía más ardua si se toma en cuenta que esa Asamblea de Expertos es la encargada de elegir al Líder Supremo, una función que en teoría le otorgaría una posición de supremacía que hasta ahora no se compadeció con los hechos. Cuando Khomeini ungió como sucesor a Khamenei, el actual Líder Supremo no era un ayatollah pero la Asamblea de Expertos no tardó en otorgarle ese título para confirmarlo.

El estallido del conflicto con Israel se superpuso con una disputa sorda y a la vez más relevante. Khameini tiene 85 años y no goza de buena salud. En los círculos de poder de Teherán se especulaba ya sobre la identidad del futuro Líder Supremo. En esferas oficiales trascendió que su intención sería ungir a su segundo hijo, Mojtaba, de 64 años, profesor de teología en el seminario de Qom, quien - como ocurría con su padre en 1989 - tampoco ostenta el rango de ayatollah.

Motjaba es la sombra de su padre y su encumbramiento implicaría la ratificación del predominio de la "línea dura". La incógnita es si se repetirá el episodio anterior, cuando Khomeini pudo digitar a su reemplazante, lo que implicaría la instauración de una suerte de monarquía religiosa hereditaria, o si por primera vez la Asamblea de Expertos decidirá libremente sobre la sucesión.

Los acontecimientos descolocaron aún más a la dispersa oposición iraní, cuyos principales dirigentes están en el exilio. Esta brusca aceleración del proceso político interno coincidió con un inquietante informe de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), que preside el argentino Rafael Grossi, que puntualizó que el plan nuclear iraní avanzaba en tamaño y sofisticación. Según el informe, Irán violaba todas las normas establecidas en los sucesivos acuerdos internacionales que había suscripto.

En el velatorio de Raisi el propio Khamenei proclamó: "Veremos el día en que Palestina llegue al mar. La promesa de eliminar a Israel se cumplirá". Los acontecimientos demostraron lo errado de aquel vaticinio fúnebre. El tiempo revelará que sucede con los pronósticos inversos de Reza Pahlavi, hijo del último Sha y heredero de su corona, quien desde el exilio anticipa un colapso del régimen islámico, muy difícil de materializar en el corto plazo si se tienen en cuentan su monumental aparato represivo y la fragmentación política de la oposición.

La incógnita reside en la capacidad de respuesta de las clases medias urbanas iraníes de las grandes ciudades, cuya disconformidad con el régimen se manifestó en las calles cuando una oleada de movilizaciones callejeras jaquearon al régimen, con una activa participación de una corriente de mujeres de la llamada "generación Z", cuya condición femenina les permite conectarse transversalmente con sus congéneres de los distintos sectores de la disidencia política, con las agrupaciones sindicales, estudiantiles y ambientalistas y con la corriente separatista de la minoría kurda.

En aquel momento las crecientes dificultades económicas incentivaron a las jóvenes mujeres de las grandes ciudades a reaccionar con indignación ante las restricciones adicionales impuestas por una norma legal que incorporó el uso de la tecnología de reconocimiento facial para "portar adecuadamente el hyad (velo)" y la pena de multa por el incumplimiento del código de vestimenta en los lugares de trabajo e incluso por publicar fotos inapropiadas en las redes sociales.

La controversia sobre el velo recorre la historia iraní del último siglo. En 1936, el Sha Reza Pahlavi, fundador de la dinastía y padre del difunto monarca derrocado, decretó su prohibición para promover la modernización de las costumbres, lo que generó airadas protestas de los sectores religiosos. A la inversa, en 1979 Khomeini estableció la obligatoriedad de su uso como un símbolo del fin del servilismo a las potencias extranjeras.

La sociedad iraní es hoy mucho más sofisticada, diversificada y compleja que lo que retratan los estereotipos occidentales. Las mujeres ya son mayoría en las universidades y ganan presencia en el mundo profesional. Este avance es cada vez más incompatible con la conservación de una legislación vetusta. Si la teocracia chiita, debilitada por su derrota en el campo de batalla, no consigue adecuarse a este profundo cambio cultural, Irán puede llegar a protagonizar la revolución femenina más importante de la historia universal.

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