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Militantes de las redes y aspirantes a fascistas

Jueves, 17 de julio de 2025 01:23
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"El aspirante a fascista encarna una versión incompleta del fascismo. Su estilo, mesiánico, desprecia cualquier tipo de contenido teórico, y su estética, grotesca, se satura de vulgaridad. Su liderazgo es típico de aquel que busca destruir la democracia para obtener beneficios personales a corto plazo. Este espécimen político es una figura autoritaria, un populista exagerado, ejemplo arquetípico de la antidemocracia que amenaza al pluralismo y a la tolerancia a nivel global". Así arranca el libro "Aspirantes a fascistas" de Federico Finchelstein. Una lectura imprescindible que nos comienza a retratar demasiado bien.

Las ideologías están muertas; ya no movilizan. La política también; ya no representa. Los políticos -aferrados a tablones podridos después del naufragio de la política-, siguen reclamando una fidelidad y una atención que no tienen, que no se ganaron y que no se merecen. En su reclamo endogámico, muestran de la manera más cruenta posible el divorcio que existe entre ellos y la sociedad. Los políticos no entienden ni conectan con las necesidades de la gente ni canalizan sus esperanzas. La participación ciudadana declinante lo muestra más allá de toda duda. Nada es más desesperanzador que carecer de esperanza.

Así llegamos al bochorno de la sesión del jueves pasado en el Senado de la Nación. Lo que ocurrió allí, no es - íde ninguna manera! - "un golpe institucional" como el gobierno busca hacernos creer. Por el contrario, es la más elemental -y anunciada- consecuencia de una caprichosa e irracional falta de diálogo. De la falta de acuerdos mínimos y necesarios entre los implicados.

Líderes que no saben, no quieren o no pueden llevar adelante un sano ejercicio de la política llevan a estos callejones sin salida. E insistir por estos caminos podría ser suicida. El ejercicio del poder basado en el odio; mentiras e hipérboles desproporcionadas; la idealización de la violencia y de la represión; y aspiraciones dictatoriales cada vez más evidentes; se parecen mucho a las formas clásicas del fascismo. Me asusta porque nuestra vocación es autodestructiva. Lo ha sido toda la historia; no veo por qué ahora iría a ser distinto. La autodestrucción es parte de nuestra genética social.

No tengo los conocimientos necesarios para saber si la sesión en la Cámara fue "irregular" o no. Tampoco conozco los procedimientos administrativos vigentes como para saber si las leyes sin dictamen de comisión podían ser tratadas en tablas o no. Pero el Senado así lo decidió por una muy amplia mayoría; incluso por sectores que solían ser aliados del Gobierno.

Las provincias hablaron y sentenciaron. Así, nada justifica el posteo desubicado de la ministra de Seguridad llamando a la deserción de la vicepresidente de su rol de presidente del Senado. Tampoco corresponde la respuesta de Villarruel. Es cierto que la ministro fue montonera; o que pululó por cuanto espacio político existió construyendo su incoherente carrera política. Pero no es correcto que lo diga en público; menos en esa instancia. Los trapos sucios se lavan en casa y no se ventilan al sol; reza la sabiduría popular. Tampoco es admisible el epítome de" traidora" que le adjudicó el presidente de la Nación. El presidente, la vicepresidenta y la ministro, siguen dinamitando las instituciones que representan haciéndole un flaco favor a la democracia. Por el contrario; convierten todo en un circo grotesco.

Hablando de circo. Las intervenciones de asnos sociales como el "Gordo Dan", que publicó en sus redes: "Los tanques a la calle, ya". "Los strikers por la 9 de julio ahora, Javeto. El momento ha llegado", o "Javo, poné un F16 a sobrevolar el Congreso". Otro troll libertario, Fran Fijap, dijo: "Hay que dinamitar todo el Congreso, con diputados y senadores adentro". O El Trumpista: "El javo debería organizar milicias populares, entregando armamento a ciudadanos para facilitar el cierre del Congreso". Como los chavistas: aspirantes a fascistas. Nada les gustaría más que cerrar el Congreso e implantar una dictadura. Les falta fuerza, seriedad y altura intelectual.

Tampoco creo que se pueda judicializar el proceso. Así como Milei está en su derecho de vetar las leyes; el Congreso está en todo su derecho de insistir e intentar torcer el veto. Judicializar el tema implicaría obligar a un poder autónomo del Estado a decirle a otro poder autónomo del Estado -si cupiera y pudiera- que hacen mal lo que deben hacer; lo que además sospecho que no es así. Pero la judicialización podría ser otro mecanismo más para embarrar la cancha; para continuar erosionando la democracia y, quizás, hasta para anular a dos poderes del Estado al mismo tiempo; no sólo a uno. La otra opción, desacatar las leyes, abre puertas a un abismo insondable.

Pero quizás sea lo que buscan. Seguir destruyendo toda noción de normalidad y de toda forma - "refugio de los ñoños republicanos y los idiotas de las formas"-. Seguir normalizando la violencia institucional e instalando una dictadura "de hecho", con un Congreso y un Poder Judicial deslegitimados y en una pelea. Otra forma de seguir arrinconando "a la casta obstruccionista", a los "degenerados fiscales", a los "idiotas con gusanos en el cabeza", y a todo aquel que ose oponerse a este otro proyecto hegemónico fascistoide paleo anarco liberal. De seguir poniendo de un lado a los que "están a favor del pueblo" y de la "grandeza de Argentina"-ellos-; y del otro lado a todos los "traidores" -todo el resto-. El fascismo hacía lo mismo.

Y así llegar a la legitimación final de estos aspirantes a fascistas como parte "normal" del espectro político; y a sus "valores" como "los correctos". Mussolini advirtió a los enemigos del fascismo que no tenían derecho a quejarse de "su violencia" porque era en respuesta a la de ellos, la cual -para él-, era más extrema que la fascista. Notable el parecido. Aterrador también. Como siempre y más que nunca, ojalá esté profundamente equivocado. Ojalá.

 

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