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25 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Anacronismo contra Roca

Jueves, 24 de julio de 2025 00:13
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El 17 de julio de 1843 nacía en la provincia de Tucumán, Julio Argentino Roca, uno de los hombres más prominentes que ha dado aquella República incipiente, a cuyos trabajos la Argentina debe el haber alcanzado el Centenario contándose entre los primeros países del Orbe.

Cuestionado desde el desconocimiento general a partir de un relato histórico tijereteado por un gobierno que al contrario de lo que hizo Roca de consolidar al país, lo destruyó con el saqueo no sólo económico sino moral y académico. Sí, porque después del kirchnerismo, los jóvenes argentinos se baten en un estado de semi analfabetismo generalizado.

Vivimos tiempos donde la política se ha degenerado, donde son cosa de todos los días los acuerdos espurios. La simulación y el oportunismo ameritan que miremos hacia el pasado, no para idealizar ni para hacer historia política, sino para poner en el justo lugar que les corresponde a esas figuras que, con sus aciertos y errores, construyeron la República Argentina.

El primer error es juzgar a los hombres de otro tiempo con parámetros ideológicos actuales. Lo que pensaban aquellos protagonistas y su entorno respondía a una mentalidad propia del siglo XIX. Es absurdo aplicar criterios del siglo XXI para intentar evaluar lo que hicieron y cómo lo hicieron.

El caso de Roca es emblemático; difamado por sectores que hicieron de la historia una trinchera ideológica, el tucumano —de mirada severa y ambición férrea— gobernó en dos períodos y dejó una huella innegable en el país que aún habitamos. Fue parte esencial de aquella irrepetible Generación del '80, que supo colocar a la Argentina entre las diez economías más importantes del mundo.

Es cierto que el costo fue alto, y que aquellos hombres miraban a la Europa como modelo. Es cierto que hubo exclusiones que hoy son juzgadas bajo otra mirada. Pero también es cierto que hubo visión, planificación y una obsesión por el orden y el progreso.}

Lejos, el hito más notable del gobierno de Roca fue la sanción de la Ley 1420, que estableció la educación pública, laica y obligatoria. Inspirada en el ideario de Domingo Faustino Sarmiento, esta norma sentó las bases de una Argentina alfabetizada, moderna y competitiva. ¿Puede acaso existir progreso y justicia social sin educación? Roca, sin alharacas ni pancartas, lo entendió antes que nadie.

Fue bajo el mandato de Roca que se consolidaron las fronteras y se expandió la red ferroviaria que representó la columna vertebral de la nación. Se continuó favoreciendo la política de inmigración heredada de Nicolás Avellaneda y el país dejó atrás las guerras intestinas y las diferencias entre caudillos para ingresar en el verdadero orden constitucional y económico que germinó el terreno para que las inversiones extranjeras llegaran al país. De aquel tiempo son las grandes empresas argentinas, en su mayoría de capitales italianos, como Grimoldi, Canale, Terrabusi, Piazza, entre otras. Esos capitales italianos fundaron la Bolsa de Comercio y el Banco de Italia y Río de la Plata, que tuvo más de cien años de vida.

En ese tiempo se consolidó la clase media argentina, tan pujante que promovió el desarrollo de la economía. Los niveles de alfabetización se incrementaron, se consolidó el orden público y se instruyó en los valores del Ser nacional.

Pero llegó, cien años más tarde el kirchnerismo con su relato y su revisionismo a trazo grueso. El único que salvó "los trapos" fue el General José de San Martín, porque hasta Manuel Belgrano resultó homosexual y la expresidente y actual presidiaria, Cristina Kirchner, lo degradó, llamándolo en el Decreto del Bicentenario "El Doctor Belgrano", como manifestación de su animadversión a las Fuerzas Armadas.

Obviamente, que Roca no podía escapar a esa persecución ideológica y fue convertido en el genocida de la Conquista del Desierto.. Como si los anacronismos fueran argumento histórico válido. Como si el contexto del siglo XIX pudiera juzgarse desde la moralina del presente. Y peor aún: como si borrar a Roca implicara borrar también los trenes, las escuelas, la institucionalidad y el crecimiento que él impulsó.

No se puede predicar de Julio Argentino Roca santidad alguna, pero sí la historia debe reconocerle que fue un estadista de mano firme y que tuvo una idea clara de Nación. No cedía a la moda ni a la presión, ni mucho menos al sentimentalismo ideológico. No hacía TikToks ni se subía al trending topic. Hacía país. Y eso, en tiempos de discursos huecos y promesas de cartón, merece al menos una pausa reflexiva.

Quizás sea hora de dejar de temerle a la historia. O, peor aún, de tergiversarla para que encaje en el libreto de turno. Roca no necesita estatuas: necesita comprensión. Porque sin educación pública, sin organización institucional, sin infraestructura, no hay ni patria ni futuro. Y eso, guste o no, lo entendió primero él.

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