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La casa que Rosario Sansone alquilaba en Bahía Blanca quedó envuelta en llamas a las 8.30 de la mañana hace un año, el domingo 3 de noviembre. Cuando se pudo apagar el fuego, bomberos y personal de Defensa Civil la encontraron muerta. Su cuerpo yacía sobre la cama. Aunque oficialmente se informó que los accesos de la vivienda estaban cerrados por dentro, y que una de las habitaciones estaba muy desordenada, las investigaciones continuaron para saber cómo exactamente ocurrió la muerte de la histórica activista transexual salteña, cuya causa ya fue elevada a juicio, el que iniciará el año próximo.
Rosario Sansone fue una gran referente salteña en la lucha por el reconocimiento de los derechos del colectivo LGBTIQ+. Junto a su entrañable amiga, Pelusa Liendro, asesinada a puñaladas en 2006, fue una de las mentoras de las Marchas del Orgullo, una reacción del inmenso colectivo local contra la persecución policial, el abuso, la violencia y la discriminación. Ambas, Pelusa y Rosario, todavía viven. Son la semilla que floreció en derechos para el colectivo LGBTIQ+ en Salta. Ni el fuego, ni una sola puñalada asesina, lograrán matar su descomunal legado.
Las hermanas de Rosario, Angie y Marita Rivero, estuvieron estos días en Salta para avivar la memoria de este ícono de la lucha LGBTIQ+; y para reclamar justicia por la muerte de su hermana. "Nunca pensamos que íbamos a perderla de esta manera. Pedimos justicia, que no la olviden a Rosario porque luchó mucho por todo el colectivo trans. La causa está abierta en Bahía Blanca y ya se elevó a juicio que comenzará el año que viene. Nos están ayudando mucho la Municipalidad y la abogada Romero de Bahía Blanca para esclarecer la muerte", señaló Angie.
Marita, por su parte, dijo: "La persona implicada en la muerte de mi hermana es menor de edad y su defensa argumenta que tiene problemas psiquiátricos, pero nosotras creemos que es para librarse de culpas. Dice la familia de este muchacho que él tiene autismo y problemas psiquiátricos. Para nosotras todo es muy raro y lo único que sabemos es que este chico la quemó, la prendió fuego".
"Nosotras como familia padecimos mucho desde chicas viendo cómo golpeaban y abusaban de mi hermana los policías de Salta. Rosario, socialmente siempre fue discriminada y maltratada, por eso se fue a Buenos Aires. Ella era una gran persona, una incomprendida en su época que, así y todo, no renunció a lo que sentía y quería ser. Para nosotras es un ejemplo de lucha, un pilar para la familia y nos destruyó su muerte tan injusta. Le arrebataron la vida", expresaron entre sollozos.
En los años ´80 y ´90, cuando llamaban con desprecio putos y maricas a quienes habiendo nacido varones se sentían mujeres, la lucha se centraba en conseguir una cama de hospital para morir con dignidad. Ni los médicos querían tocar a un hombre vestido de mujer. La violencia institucional era todo lo que conocían estas personas en una sociedad cómplice y juzgadora, que se cobijaba a la sombra de la burla y la indiferencia. Pero en 2003 llegaron Pelusa y Rosario con ímpetu justiciero a tomar las calles de la ciudad para declararle la guerra a la brutalidad policial y a la desidia del Estado que nunca, hasta entonces, visibilizó al colectivo trans para darle protección y derechos. Con las marchas del orgullo que reunieron a miles de transexuales, ellas cachetearon la hipocresía, el machismo y mostraron el horror de la violencia subterránea y delirante que padecían. Eso, a Pelusa, le costó la vida el 29 de noviembre de 2006.
Pasaron seis años más hasta que en mayo de 2012 se promulgó la ley 26.743 de identidad de género que permite que las personas trans (travestis, transexuales y transgéneros) puedan ser inscritas en sus documentos personales con el nombre y el género que elijan, además de otros muchos derechos.