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Con un mensaje atravesado por la preocupación y el amor profundo por el país, el arzobispo Mario Antonio Cargnello presidió el Tedeum por el Día de la Independencia en la Catedral Basílica de Salta. Desde el púlpito, con la mirada puesta en el presente incierto de la Argentina, Cargnello dirigió una homilía reflexiva, cargada de llamados a la conciencia ciudadana y a la responsabilidad de los gobernantes.
“Hoy celebramos el 209º aniversario de la independencia de nuestra amada Argentina. Permítanme expresar delante de ustedes, y de ustedes gobernantes de nuestra provincia y ciudad, la preocupación de un ciudadano por la vida de nuestra nación”, dijo con tono sereno pero firme.
En su mensaje, el arzobispo trazó paralelismos con el Evangelio, recordando el llanto de Jesús al ver Jerusalén, la ciudad que había perdido su conciencia de misión. “El llanto de Jesús manifiesta el amor por su tierra, por su patria. Pero sobre todo manifiesta el amor por la persona humana”, expresó. Y advirtió que, como entonces, hoy también corremos el riesgo de perder el rumbo.
Cargnello mencionó una serie de problemáticas que, según dijo, “no alimentan la esperanza de un mañana mejor”: el descenso de la natalidad, la baja calidad educativa, el crecimiento del consumo de estupefacientes, el deterioro de la calidad institucional, la violencia verbal entre dirigentes y la falta de respeto por la justicia. “Nos duele profundamente la caza del poder a costa de la destrucción del adversario, ignorando que no somos dueños de la vida de nuestros conciudadanos”, afirmó.
Sin embargo, lejos de quedarse en la crítica, el arzobispo agradeció “a tantos de ustedes, gobernantes, que luchan denodadamente por superar estos males”, y se apoyó en las Bienaventuranzas para ofrecer un camino de esperanza, con cuatro ejes fundamentales: libertad, paciencia, justicia y paz.
Sobre la libertad, recordó que “no debe ser restringida a un ejercicio arbitrario e incontrolado de la autonomía personal”, sino que debe orientarse hacia el bien común. “Felices los ciudadanos que viven su libertad ayudando al otro a ser libre, señor de sí mismo y servidor de los demás”, reflexionó.
En cuanto a la paciencia, remarcó que es “una virtud necesaria para afrontar las dificultades del presente sin perder de vista el horizonte”. Llamó a reaprenderla y valorarla como un don. “Los atropellos terminan destruyendo lo que queremos construir”, dijo.
Respecto a la justicia, Cargnello llamó a no enfrentar la justicia clásica con la justicia social, sino a integrarlas. “La justicia suprema puede ser la suprema injusticia”, citó de Cicerón, y añadió: “Por sí sola la justicia no basta. Puede llegar a negarse a sí misma si no se abre al amor”.
Finalmente, sobre la paz, el arzobispo pidió no alimentar el odio entre argentinos y cuidar las palabras que se pronuncian. “La paz nace del corazón, no se impone. Tendamos puentes, no cavemos fosas”, expresó. E instó a los ciudadanos a comprometerse con la paz como un valor cotidiano. “Somos hermanos, estamos en la misma barca. Respetémonos”.
El Tedeum concluyó con una invocación a la Virgen del Milagro. “Confiemos nuestra patria a la Santísima Virgen. Que ella nos acompañe”, cerró el arzobispo, renovando su llamado a la unidad, al compromiso cívico y al bien común como el mejor homenaje posible a los padres de la independencia.