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Laura Alberto nació en un cerro remoto de Poscaya, Nazareno, Salta, en condiciones de extrema pobreza, sin servicios básicos ni escuelas cercanas. “Mamá tuvo once embarazos relató con emoción y la voz quebrada, el mío fue el noveno, pero de esos once, solo seis nacimos. Cinco se perdieron por abortos espontáneos. Finalmente, fui la única que sobrevivió”.
Con esa infancia marcada por la fragilidad y la esperanza, Laura fue la única de once hermanos que pudo salir adelante. “Volver al cerro donde nací fue muy movilizador confesó entre lágrimas. Ver que de la casa solo queda una tapia de adobe me hizo reflexionar sobre todo lo que costó llegar hasta acá”.
Desde muy chica, Laura entendió que la educación era su única herramienta para cambiar el destino. En medio de múltiples migraciones y con ayuda de familias solidarias, logró estudiar la primaria y la secundaria. Luego, ingresó al Ejército Argentino para estudiar enfermería, buscando techo y comida mientras se formaba.
Descubriendo la investigación y un mundo nuevo
A fines de los 90 y principios del 2000, la licenciatura en enfermería era una carrera poco común en Argentina y casi inexistente en provincias como Jujuy o Salta. Laura se graduó en 2002 con ese título, y soñaba con ingresar al CONICET, pero en ese entonces existía un límite de edad que no pudo superar.
“Fue un desafío enorme recordó. Descubrí la investigación gracias a la terapia intensiva y la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. En 2004 viajé a Cambridge a dar mi primera conferencia en inglés, y ahí vi que la enfermería podía ser ciencia, que había enfermeros con doctorados y proyectos millonarios.”
“Ese contacto con la comunidad científica mundial me marcó para siempre contó. Yo quería eso, quería hacer eso. Aunque en Argentina no existiera, tenía que abrir ese camino”.
Años de esfuerzo, becas y constante superación
Durante diez años, entre 2005 y 2015, Laura buscó sin descanso becas internacionales para continuar su formación. Estudió inglés durante más de una década para estar a la altura de la competencia global. Completó especializaciones, una maestría en Educación y un diploma en Comunicación de las Ciencias, todo con becas.
En 2015 tomó la difícil decisión de renunciar a un trabajo estable para irse a Australia a hacer su doctorado, con el apoyo incondicional de sus padres. “Me fui con dos valijas, pero con una convicción enorme. Papá me dijo: ‘Si algo me pasa, quiero que hagas esto por vos.’ Fue duro, pero necesario”.
Graduada en 2019, regresó a la Argentina justo antes de la pandemia. “Mi papá falleció en 2020 y nos quedamos solas con mamá. Fue un golpe tremendo, pero seguí adelante dando clases y trabajando en investigación desde casa”.
Un mensaje de esperanza y coraje para quienes sueñan
Con voz pausada y conmovida, Laura compartió su reflexión para quienes enfrentan obstáculos para alcanzar sus sueños:
“No es fácil, para nadie. Hay que ser conscientes de dónde venimos, pero eso no nos limita. No importa tu condición social, tu color de piel ni cómo te ves, todos tenemos la capacidad de lograr lo que deseamos”.
“La clave está en la persistencia, la disciplina y la convicción profunda de que nuestra vida tiene valor y puede ser significativa. La investigación es para mí un acto de cuidado, una forma de devolver a la sociedad todo lo que me ha dado. Si yo pude, cualquiera puede”.
La vuelta a casa: un compromiso con Salta y su gente
Con lágrimas contenidas y una sonrisa de orgullo, Laura anunció: “El año que viene me voy a incorporar al Hospital Dr. Arturo Oñativia, en Salta. Es un sueño poder aportar a la tierra que me vio nacer, devolverle algo a mi comunidad después de todo lo que he aprendido y vivido”.
Su historia, que comenzó en un humilde cerro y llegó hasta las mejores universidades y centros de investigación del mundo, es un faro de esperanza para cientos de jóvenes que, como ella, desean transformar sus vidas a través del esfuerzo y la educación.