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Ya son 42 personas las que aprendieron a leer y escribir

Viernes, 02 de noviembre de 2012 03:41

Ayer, 17 personas obtuvieron su título de egresado del programa “Yo sí puedo”, que estableció la comuna y la fundación UMMP, para que personas analfabetas dejen de serlo.

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Ayer, 17 personas obtuvieron su título de egresado del programa “Yo sí puedo”, que estableció la comuna y la fundación UMMP, para que personas analfabetas dejen de serlo.

Esta fundación (Un Mundo Mejor es Posible), representa las tareas educativas del Gobierno cubano que en la década del 60 logró expulsar el analfabetismo de Cuba. “Por fin pudimos concretar este año la iniciación del programa, que está destinado a revertir la situación de las personas analfabetas de Capital que, según el Censo 2010, son cerca de 9.800”, explica Dante Rosas, titular de la Subsecretaría de Servicios Comunitarios e impulsor del programa en Salta.

El trabajo comenzó con un plan piloto en la zona norte alta de la ciudad, donde se concentran 35 barrios. Allí se hizo una evaluación a cargo de estudiantes secundarios, detectándose a las personas que no sabían leer ni escribir. “De esta manera se constituyeron 10 centros de alfabetización. Como el programa incorpora 65 clases audiovisuales, que se dan en unos 3 meses, precisamente en setiembre pasado egresaron 25 personas que dejaron su condición de analfabetas”, cuenta Rosas.

“El examen final consiste en la redacción de una carta... Y hemos visto cómo analfabetos absolutos han podido leer y escribir una carilla emocionados de poder hacerlo. Es emocionante para ellos y para nosotros. Ahora el programa se va a focalizar en la zona sureste, donde hay 58 barrios y viven unas 280 mil personas... Allí ya se trabajó en los barrios Democracia, Siglo XXI y San Benito. Entre el 21 y 28 de este mes vamos a hacer abordaje territorial en barrio Libertad y Sanidad, para ponerle nombre y apellido a esas 9.800 personas que según el censo no saben leer”, explica el funcionario.

“Hubo un gran compromiso de los estudiantes secundarios, relevando a las personas analfabetas de cada familia. Después, en los centros educativos participaron facilitadores, capacitados por el Instituto Pedagógico de Latinoamérica y el Caribe. Justamente el asesor general del organismo, Roberto Gil Martínez, es quien brinda la capacitación y quien les toma la prueba final a los estudiantes. Es muy importante destacar el trabajo del voluntariado de las iglesias cristianas de los barrios. También el estudiantil porque los chicos establecieron con mucho esfuerzo la parte más agobiadora del programa. Y destaco a la dirigencia social, que merced a ellos se pudo concretar el trabajo territorial. Con el relevamiento hacemos que esos números fríos del censo, tengan nombre y apellido”, explica Rosas.

A la Provincia

Son diferentes los casos de las personas que no han podido acceder a su formación. Según cuentan los funcionarios, los hay desde los 8 años a los 80. “Debemos tener en cuenta que la mayoría de los adultos mayores, que no pudieron aprender a leer, tienen inconvenientes laborales o familiares que siguen repercutiendo en su aprendizaje. Nosotros, a cada uno de ellos les hacemos un seguimiento desde nuestra Subsecretaría, para que se reincorporen al sistema de educación informal”.

Según el funcionario, “hemos tenido chicos de 8 o 9 años hasta una persona que egresó en la primera colación, de 87 años y todos llegan a esta situación por distintas razones”, señala. Según el censo, 38.000 personas sufren el analfabetismo en Salta, una situación que llevó a los funcionarios capitalinos a realizar propuestas a la Provincia y a otros municipios “con respuestas muy positivas”, aseguró Rosas.

 Aprender para poder ser libres

La delicada situación a la que se expone una persona analfabeta en este tiempo, es transformada de cuajo cuando aprende a leer. “Creemos que la liberación de un pueblo, la igualdad de oportunidades, viene únicamente a través de la educación. Es por la educación que se vencen muchos problemas que aquejan a la sociedad, ya sea la pobreza, la droga o la dependencia”, dice Dante Rosas, impulsor del programa Yo sí puedo.

“En lo personal hay ejemplos muy simple, como gente que ya puede hacer sus propios trámites o salir a la calle y poder leer los letreros, hasta gente que puede ver una película subtitulada. De ahí, a poder ejercer sus derechos. Nosotros estamos trabajando por la calidad de vida de aquellos que se sintieron parias dentro de sus propias sociedades”, dice Rosas.

Elizabeth Macías, titular del CIC del barrio Unión, donde se dictaron las primeras clases, coincide con Rosas. “Tenemos el caso de María López, que tuvo que mantener a sus ocho hermanos cuando su madre murió de SIDA y por eso nunca pudo estudiar. Tampoco pudo mandar a la escuela a sus cuatro hermanos más grandes que no sabían leer. Pero vinieron al curso y ahora estamos haciendo la gestión para que ella y sus hermanos puedan seguir su escolaridad. Ella tiene 29 años y tuvo que ser vendedora ambulante con sus hermanos, porque la prioridad para mucha gente no es aprender a leer sino poder comer. María va a rendir libre el séptimo y sí quiere inscribirse en BSPA o en las aulas virtuales el año próximo. Vamos a facilitarle las cosas. Hay historias fuertes, que fueron un cachetazo para nosotras que decíamos que aquí en la zona era imposible que hubiera gente analfabeta. También están los abuelos, que si bien no tienen una proyección de vida sobre lo que pueden aprender, sí tienen la posibilidad de aprender a leer y escribir su propio nombre antes de morir y eso es un valor inalienable. Hay muchos nombres como Noni Vázquez, que cuando iba a firmar por su pensión, siempre ponía “Jaja”, que era lo único que había aprendido. Es una persona especial, de capacidades diferentes, pero puede desenvolverse perfectamente y cuando ponía su nombre en el papel, se le iban las lágrimas a ella ­y a nosotros! Son cosas que gratifican el alma. También está el caso de Patricia A., de 76 años, 54 nietos, 15 bisnietos y otros tantos tataranietos. Aprendió a leer en esta última graduación. También hay casos de personas que trabajaban en las minas, choferes que saben manejar pero no leer y que tenían que obtener su carné. Para eso tienen que saber leer. A muchos fue difícil traerlos, buscarlos, acompañarlos... Hasta que aprendieron. Hay un chico de Ciudad del Milagro que se sumó al último al curso. Ya habíamos pasado registrando a las personas analfabetas y a este chico no lo notamos. Pero resulta que él se había quedado sin padres y se fue a vivir a la casa de su abuela que era muy anciana. Y entonces dejó de ir a la escuela. Cuando quería ir al cine no podía porque no sabía leer las traducciones y tenía vergenza de que sus amigos se dieran cuenta. Cuando quería trabajar tampoco podía. Ahora está entre los 25 egresados y dice que por fin se siente libre”, cuenta Macías.
 

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