En momentos en que recrudece en el seno del catolicismo el debate por la validez del celibato impuesto a los sacerdotes es bueno saber cómo nació este instituto.
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En momentos en que recrudece en el seno del catolicismo el debate por la validez del celibato impuesto a los sacerdotes es bueno saber cómo nació este instituto.
La historia del celibato comenzó en el Siglo IV, cuando por primera vez se impuso esa práctica a los sacerdotes de la iglesia católica. Cabe recordar que en los comienzos del catolicismo, Pedro -el primer Papa-, y los apóstoles de Jesús fueron hombres casados, mientras que las mujeres presidían la eucaristía en la iglesia primitiva, como sacerdotisas.
Un primer avance
Durante el Concilio de Elvira del año 306, en España, un decreto determinó que “todo sacerdote que durmiera con su esposa la noche antes de dar misa perdería su trabajo”, medida que perdió viabilidad cuando en vez de celebrarse misa cada cuatro o cinco años, como era habitual, se empezó a pedir que los curas oficiaran misa todos los días.
Pasaron otros 20 años para que el Concilio de Nicea, en el 325, decretara que una vez ordenados los sacerdotes quedaran excluidos del casamiento, lo que no impedía la ordenación de casados.
También ese año se decretó que las mujeres no podían ser ordenadas, lo que sugiere que antes sí lo eran.
Todo por el papado
En el año 385, Siricio abandonó a su esposa para convertirse en Papa y se decretó que los sacerdotes ya no podían dormir con sus esposas, norma que no fue obedecida y solo muchos siglos después se hizo efectiva.
En el siglo V, en 401, San Agustín escribió que “nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer”.
En 489, el Papa Pelagio II, optó por no meterse con sacerdotes casados en tanto no pasaran la propiedad de la iglesia a sus esposas o hijos.
“No es esencial para el sacerdocio"
En 1951 un pastor luterano casado es ordenado sacerdote católico en Alemania.
En 1962, el papa Juan XXIII, en el Concilio Vaticano II, dice que el matrimonio es equivalente a la virginidad.
En 1993, según la declaración de Juan Pablo II, “el celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo”.