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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Con la sombra del 8N

Sabado, 03 de noviembre de 2012 21:30

La falta de tacto sigue siendo un gran problema a resolver para la Casa Rosada, y el discurso de Andrés Larroque -donde fustigó descontroladamente a todas las fuerzas de la oposición- no fue más que un reflejo exacto de eso. El momento no pudo ser peor: le generó un escándalo innecesario al Gobierno cuando tenía todo bajo control y exacerbó los ánimos a solo una semana del 8N, el segundo cacerolazo nacional convocado para este jueves. Es lamentable, pero es así: los agravios y descalificaciones son una práctica cotidiana de la política argentina que difícilmente se pueda desterrar, de la que no escapa el oficialismo pero tampoco la oposición.

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La falta de tacto sigue siendo un gran problema a resolver para la Casa Rosada, y el discurso de Andrés Larroque -donde fustigó descontroladamente a todas las fuerzas de la oposición- no fue más que un reflejo exacto de eso. El momento no pudo ser peor: le generó un escándalo innecesario al Gobierno cuando tenía todo bajo control y exacerbó los ánimos a solo una semana del 8N, el segundo cacerolazo nacional convocado para este jueves. Es lamentable, pero es así: los agravios y descalificaciones son una práctica cotidiana de la política argentina que difícilmente se pueda desterrar, de la que no escapa el oficialismo pero tampoco la oposición.

El Gobierno pudo haber salido a tomar distancia de las palabras del jefe de La Cámpora argumentando que ese discurso le correspondía exclusivamente a él, pero que no reflejaba la línea argumental del oficialismo. Más aún, si se tiene en cuenta que el voto joven -una iniciativa claramente kirchnerista- pudo haber tenido muchos más votos de los que tuvo de no mediar las palabras de Larroque. Avalar esos dichos a escasos días de una manifestación que se espera tan masiva como la del 13 de septiembre era, hacia afuera, darle de comer al lobo, y hacia adentro, acentuar los celos del peronismo clásico hacia los jóvenes camporistas. Ocurrió igual.

Cristina eligió proteger a su armador político favorito y dar instrucciones de que salgan a respaldarlo. Amado Boudou, el alicaído vicepresidente de la Nación, fue el primero en hacerlo, más allá de su compleja situación judicial, su ascendente imagen negativa y la irritación que provoca en varios sectores de la sociedad.

Esa decisión resultó difícil de entender. Se sabe: uno de los reclamos que más se escuchó en el cacerolazo pasado fue el de minimizar la confrontación que viene desde el poder, independientemente de la mediocre actitud de una oposición que solo sabe criticar, y muchas veces de la peor manera. Las palabras de Elisa Carrió, dando a entender de que el oficialismo podía canjear con los jóvenes droga por votos, no merece el más mínimo comentario; viene de una dirigente que no es apoyada ni en su propia fuerza política.

Esa desubicación también fue costo político para los anti “K”, que no se levantaron del recinto tras escucharlo como sí hicieron con Larroque. Está claro: acá no hay santos, lo que hay es conveniencia y oportunismo.

El discurso oficial que se enfrentaba directamente con la clase media ya estaba siendo desterrado por el Gobierno y las descalificaciones ya no tenían como destinatarios a los manifestantes, sino a la oposición, a las calificadoras de riesgo y a los medios de comunicación. La estrategia kirchnerista había servido para descomprimir un poco la situación tras la baja en las encuestas de los últimos meses. Sin embargo, el último exabrupto de Larroque pareció más al de un líder de la oposición que al de un diputado que busca blindar a la Presidenta.

El interrogante

La pregunta se cae de madura, ¿por qué hacer las cosas mal cuando todo está dado para hacerlas bien? Los votos para aprobar la ley estaban, la oposición que acompañaría también y el rédito de la iniciativa era exclusivamente propio. Que Larroque no haya sido reprendido, como si lo fueron en otras ocasiones ministros, secretarios de Estado y dirigentes sociales del oficialismo, fue otra muestra de que La Cámpora es para Cristina su bola de cristal intocable, y que nada hará cambiar eso.

De hecho, trascendió que la Presidenta ya habría dado la orden de copar todas las listas del país con militantes de esa agrupación ultracristinista. La jefa de Estado sabe que eso le traerá roces con el PJ tradicional que querrá poner a sus hombres, pero necesita un Congreso de su máxima confianza en momentos en los que se juega la sucesión presidencial.

Ese tema, casualmente, parece ser el único que está uniendo a la oposición, pese a no haber ningún proyecto re-reeleccionista en el Parlamento. El documento firmado por 28 senadores en contra de otro mandato de Cristina es sin dudas un hecho político, pero en absoluto el freno a eventuales aspiraciones continuistas. Ellas dependerán pura y exclusivamente de lo que pase en menos de un año con las legislativas, un escenario que no avizora cambiar radicalmente las posiciones de fuerza de cada uno de los sectores.

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