Las últimas apariciones públicas de Leonardo Favio tuvieron gusto a despedida. Los aplausos que recibió cuando acudió a festivales de cine como San Sebastián o Mar del Plata, o cuando presentó su libro en la última feria de Buenos Aires, eran en parte un agradecimiento y un adiós.
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Las últimas apariciones públicas de Leonardo Favio tuvieron gusto a despedida. Los aplausos que recibió cuando acudió a festivales de cine como San Sebastián o Mar del Plata, o cuando presentó su libro en la última feria de Buenos Aires, eran en parte un agradecimiento y un adiós.
Favio se inició en el cine como actor, hasta que debutó detrás de la cámara con “El señor Fernández”, en 1958, un mediometraje que quedó inconcluso. Luego hizo el corto “El amigo” (1960).
“Crónica de un niño solo” es su verdadera ópera prima y la estrenó en 1965 con un enorme éxito de crítica. El desgarrador relato de un menor en un orfanato tiene claros tintes autobiográficos. El director pasó parte de su infancia en internados, de los que se escapaba cada vez que podía. Solía recordar que en esa época robaba para comer, una experiencia que lo marcó.
Dos años después de “Crónica”, presentó “El romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más...”, conocida también con el título más breve “El romance del Aniceto y la Francisca”, con Federico Luppi, Elsa Daniel y María Vaner, quien sería su esposa.
Le siguió en 1969 “El dependiente”, basada en un cuento de su hermano Zuhair Jury, que no contó con el apoyo del Instituto de Cine de ese entonces y no funcionó en taquilla, por lo que Favio optó por dedicarse al canto.
El éxito como cantante- faceta con la que se lució en el Festival de Viña del Mar por primera vez en 1969- le permitió ganar dinero que luego invertiría en nuevas películas.
Así, en pleno apogeo de su carrera como cantante melódico, dejó todo para rodar “Juan Moreira”, que se estrenó en 1973, con Rodolfo Bebán en la piel del gaucho nacido de uno de los textos más importantes de las literatura argentina.
Luego vino “Nazareno Cruz y el lobo” (1975), una de las películas más vistas del cine argentino, con una estética desbordada, innovadora.
En 1976, Leonardo Favio, un ferviente militante peronista, llegó a presentar otro film, “Soñar, soñar”, pero ese mismo año, tras amenazas y prohibiciones, partiría al exilio, en el que permaneció toda la dictadura militar y más. Se estableció en México, desde donde realizaba giras como cantante. Cuando regresó a la Argentina en 1987, regresó también al cine, aunque se tomó un tiempo. Quiso hacer una película sobre el anarquista Severino Di Giovanni, pero se le cruzó otra historia.
Su última película fue “Aniceto”, en 2008, en la que retoma la historia de su famosa película, pero esta vez desde la danza. El film apenas estuvo en cartelera, no suscitó entusiasmo, pero fue elegido para representar a Argentina en los Oscar.