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Las Termas buscan ubicarse entre las maravillas naturales de Salta

Martes, 06 de noviembre de 2012 00:40


La “Ciudad Termal”. Este es el nombre que acuñaron orgullosos los vecinos de Rosario de la Frontera a su tierra, para presumir ante el mundo las bellezas naturales de esta región caracterizada por sus prestigiosas aguas termales. En dirección al corazón de la Tierra, circulan profundo y salvaje los torrentes que luego emergen a la superficie como oasis hirvientes, en un marco serrano con picos de hasta 2.200 metros cubiertos de verde e intensa vegetación, típica de la selva tucumano-boliviana o Yungas.

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La “Ciudad Termal”. Este es el nombre que acuñaron orgullosos los vecinos de Rosario de la Frontera a su tierra, para presumir ante el mundo las bellezas naturales de esta región caracterizada por sus prestigiosas aguas termales. En dirección al corazón de la Tierra, circulan profundo y salvaje los torrentes que luego emergen a la superficie como oasis hirvientes, en un marco serrano con picos de hasta 2.200 metros cubiertos de verde e intensa vegetación, típica de la selva tucumano-boliviana o Yungas.

 

 Zona de acceso al complejo termas, tras la última nevada


La fama de este lugar de ensueño, enclavado a tan solo 176 km de la ciudad de Salta, que hoy busca posicionarse entre las maravillas naturales de Salta, trasvasa las fronteras argentinas y se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX. La localidad cuenta con el primer balneario de este tipo en Sudamérica. En 1984 se destacó a las aguas termales rosarinas entre las mejores del mundo, en un libro científico sobre propiedades medicinales.
Este recurso natural ocupó, además, un rol decisivo en el desarrollo económico y cultural de la comunidad. Así lo afirma el escritor rosarino Carlos Jesús Maita, en su libro “Historia de las Termas de Rosario de la Frontera”. Se trata de una investigación histórica que devela que “el turismo en el norte del país nació en torno a las aguas termales de Rosario de la Frontera, constituidas en polo turístico con anterioridad a la Quebrada de San Lorenzo y a los Valles Calchaquíes”.

 

Manantial de aguas termales en Rosario de la Frontera

Las propiedades curativas y relajantes inmejorables de estas aguas comenzaron a explotarse el 1 de abril de 1880, como iniciativa del médico español Antonio Palau. El impulso dio origen al Hotel Termas. Este emprendimiento también fue pionero a nivel nacional, pues posicionó a la ciudad entre los tres centros turístico de Argentina de principios del siglo XX, junto a Bariloche y Mar del Plata.
Maita reseñó que existen documentos históricos que confirman que en 1826, ya llegaba gente de diversos puntos del país a estas latitudes en busca de las aguas termales. Aunque, hasta que llegó Palau, no hubo un proyecto con sentido turístico.
En 1875 las aguas rosarinas participaron de una exposición mundial en Filadelfia, en el centenario de la Independencia de Estados Unidos. Enterado de su existencia, Palau llegó a las Termas en 1878 para sumergirse en estas fuentes de vida, que se encontraban aún en estado salvaje, según consta en la investigación del científico Eliseo Cantón. Fue entonces que observó que el lugar podía convertirse en un punto turístico importante y fundó el primer balneario termal de Sudamérica. Y de hecho lo fue. En el pasado se convirtió en el lugar predilecto de la realeza europea, para descansar.

 Exuberante vegetación en la zona de las termas

Las propiedades de las aguas

Las aguas fluyen a temperaturas que oscilan entre los 26º y los 99º C. Lo hacen desde diversas profundidades, que llegan incluso hasta los 4.000 metros. La localidad cuenta con nueve manantiales, todos ubicados en el complejo Termas en cuyo predio, de más de 6.000 hectáreas, se encuentra el afamado hotel homónimo, una cancha de golf, entre otros atractivos.
El origen de las aguas, de acuerdo a diversos estudios científicos, es meteórico. Ellas circulan a través de fallas geológicas a grandes profundidades donde adquieren las altas temperaturas, para luego ascender a la superficie formando piletones humeantes.

 

Una imagen de las aguas y sus características desde un mapa de Google


Existen en la región nueve variedades de aguas conocidas: las saladas, sulfurosas, ferruginosas y siliciosas son usadas para los baños, por sus propiedades curativas para el reumatismo articular y muscular, la ciática, la neuralgia, las anemias y los problemas de ganglios. También son benéficas para los hipertensos y para quienes padecen arteriosclerosis.
Mientras que entre las bebibles se encuentran la zarza, las silicosas, laxantes, Constanza y Palau o potable, que sirven para problemas diuréticos, hipertensión, constipaciones, reumas, desnutrición, bronquitis, asma, entre otras patologías.

  Ubicación

Rosario de la Frontera es una ciudad considerada de gran valor estratégico por encontrarse ubicada entre las principales capitales de la región, ya que está a 176 km de Salta, a 136 km de San Miguel de Tucumán, 240 km de San Salvador de Jujuy y 320 km de Santiago del Estero. Pero, fundamentalmente su importancia reside en su gente, historia, cultura y, por supuesto en sus aguas, que se disfrutan aún más por el clima templado y húmedo de la zona.
Se accede a la localidad por las rutas 9 y 34, ambas nacionales y asfaltadas. El complejo Termas está ubicado a 6 kilómetro al sudeste de la ciudad.

La zona está ubicada dentro de la región fitogeográfica de la selva tucumano-boliviana, que se extiende desde las faldas orientales del cordón del Aconquija, que pasa por Orán, Tartagal y se interna en territorio Boliviano.
La vegetación es típica de Yungas y esta compuesta principalmente por arboles de gran altura y cuyas fondas comprenden cedros, lapachos, pacaráes, cebiles, alisos, quebrachos colorados y blancos, tipas, laureles, arcas, cocuchos, mistoles, guayacanes, guayabiles, palos blancos y yuchanes.

 

 Zona donde se emplaza la atractiva geografía de Rosario de la Frontera

 

El agua mineral, pionera en el país

Ya en 1905, la firma de la ciudad salteña de Rosario de la Frontera promocionaba el producto en Buenos Aires y vendía medio millón de botellas al año.

El agua mineral de características termales Palau es la primera de su tipo embotellada y comercializada en la Argentina, lo que convierte a este producto en un verdadero patrimonio histórico de los salteños.
En el Archivo de la Municipalidad de Rosario de la Frontera existen documentos que certifican que en 1905 la compañía, hoy concesionada, pagaba impuestos por el envío de sus productos por tren para su comercialización en Buenos Aires.
Sin embargo, de acuerdo con testimonios recopilados por historiadores de la zona, ya en 1896 el Balneario de Rosario, que dio luego origen al Hotel Termas, recibía a los turistas con una copita de este tipo de agua. Cabe recordar que otro de los emprendimientos pioneros en el rubro como Villavicencio, de Mendoza, nació en 1903 y no es termal.

  

Una imagen de archivo de la inauguración del Hotel Termas en Rosario de la Frontera


El éxito del producto Palau fue de tal magnitud que en 1918 se vendía medio millón de botellas de agua Palau por año en el país, y su publicidad se lucía en los zonas más “paquetas” de la Capital Federal.
Documentos fotográficos de la época dan fe de ello. Uno de estos materiales muestra un importante cartel de la marca en el lugar donde 18 años después se levantaría el Obelisco.

Fuente Güemes

Otra agua que se embotelló en las primeras décadas del siglo XX en las termas fue la Fuente Güemes, comercializada por Phillips en Buenos Aires.
En 1919 se construyó una moderna planta de envasado de agua Palau, mientras que la multinacional Tornquist habilitó una pista de aterrizaje internacional en la localidad donde actualmente se encuentra el dique de Rosario de la Frontera.
El escritor Carlos Jesús Maita, ganador del Gran Premio de Investigación Histórica Palau en 2007, aseguró que “ésta es la primera agua mineral hipertermal que se embotelló en el país. La primera concesionaria -agregó- fue una empresa paraguaya, luego hubo una de Chile, mientras que hoy lo es la firma Plumada”. Luego señaló, que “el agua Palau comenzó a concesionarse a terceros en 1972, cuando por ley se dividió de la explotación del Hotel Termas”.

 

Una de las primeras publicidades gráficas de Agua Palau


El historiador rosarino publicó una decena de libros y obtuvo galardones nacionales e internacionales por su obra. Sin embargo, siete tomos de su trabajo de investigación de la región aún se encuentran sin publicar. Al respecto, explicó que “envié una carta a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, solicitándole ayuda para publicar los siete tomos. Si el Gobierno de Salta tiene interés, también estoy a su disposición. Tal vez un día el material se convierta en una interesante carta de presentación turística para la provincia de Salta”.
Actualmente, Maita está a cargo del Archivo Histórico de la Municipalidad local.

Las aguas termales

Con motivo de llevarse a cabo en 1870 una exposición nacional en Córdoba sobre los atractivos de las provincias del interior, la Comisión Provincial de Salta encargó a Federico Stuart y Francisco Host dos estudios sobre los recursos de Salta.
Ambos mencionaron en sus trabajos a las aguas termales de Rosario de la Frontera, aunque aclararon que hasta ese momento no habían sido analizadas.
En 1875, Alejandro F. Cornejo remitió muestras de las aguas a la Comisión Provincial para la Exposición de Filadelfia.
Dichos antecedentes demuestran -lo que no disminuye de ninguna manera sus méritos- que el doctor Antonio Palau no descubrió las aguas, sino que fue quien supo apreciarlas científica, medicinal y comercialmente, desde que las conoció en 1878.
Fue él quien, dos años después, con espíritu emprendedor y contando entonces con las ventajas del ferrocarril recién llegado a la zona, organizó la explotación del recurso. Diez años más tarde, el químico Federico Schikendantz, por encargo del Gobierno nacional, analizó por primera vez las aguas de Rosario. Un artículo publicado en los Anales del Círculo Médico Argentino en 1890 dio cuenta de los resultados terapéuticos obtenidos en la temporada 1888.

 

Vista aérea de la zona de aguas termales

 

Datos de interés

* La denominación de aguas minerales o medicinales es aplicada a aquellas aguas cuya temperatura en la mayoría de los casos es elevada, de sabor y olor variable, cuyas virtudes curativas las develó la experiencia.

* La termalidad se atribuye a las altas temperaturas que imperan en las profundidades de la Tierra.

* Las aguas termales de Rosario de la Frontera son conocidas mundialmente por ser hipotermales e hipertermales, surgiendo a temperaturas que oscilan entre los 25º a los 99º C.

* Es considerable la riqueza en manantiales hidrominerales, por cuanto en un perímetro reducido y desde el fondo de numerosas barrancas surge una extraordinaria variedad de aguas cristalinas a muy elevadas temperaturas.


Entre los atractivos turísticos que ofrece el paisaje de las termas se encuentra la estación Los Baños, la planta embotelladora de agua mineral Palau, el Dique de club, caza y pesca y el Automóvil Club Argentino. Todas estas obras humanas enmarcadas por la imponencia de la Serranía La Candelaria (con alturas superiores a los 2200 m) y la selva subhúmeda o “yungas” que recubre la mayor parte de sus faldeos.


La leyenda

 

Los indígenas americanos siempre respetaron y veneraron con devoción a la tierra por considerarla una deidad; le rindieron homenajes y la adoraron con sus cultos, rituales, danzas, cantos, poemas y artesanías. Algunos llegaron a practicar sacrificios para agradecerle su benevolencia.
Hace 3.000 años, el territorio de Rosario de la Frontera estaba habitado por hombres de Civilización Candelaria, nativos pacificos cuyas actividades eran la agricultura y la alfarería. Todavía se encuentran sus restos guardados en tinajones cuando excavan la zona. Cuentan que el nombre Candelaria (de Candil), se debe a las luces que se elevan de los huesos enterrados en los viejos y borrados cementerios indígenas.
Con la llegada de las tribus chaquenses, tonocotés y lules, vino la extinción de los candelarios. Estas tribus tenían un gran entrenamiento militar y no tuvieron inconvenientes para arrasar a los pacificos lugareños. La tierra lloró con bronca la desaparición de sus hijos y su llanto fue tan ardiente que brotaron de sus ojos tres hilos de agua caliente que jamás se secaron ni perdieron sus temperaturas.
Pasaron muchos años hasta que, cerca del 1500, llegaron los incas del Perú trazando un enorme camino que aun se conserva en partes y que llamaron El Camino Real. El poder militar y cultural de los incas superó a los tonocotés y a los lules que fueron dominados y asimilados. La tierra, que se había aquerenciado con los lules y los tonocotés que hablaban un idioma poético llamado kakán, volvió a llorar con mucha bronca y brotaron de sus ojos tres nuevos hilos de agua aún más calientes que las primeras. Y esas lágrimas profundas de la madre tierra jamas se secaron ni perdieron su temperatura.
Cien años más tarde llegaron los conquistadores españoles y arrasaron a los incas, justo cuando la tierra se había habituado a las costumbres de los incas y al quichua, su idioma. Los pobres incas fueron esclavizados, muertos o corridos al este donde había mucho monte, víboras y fieras, allí no tardaron en morir. La tierra lloró con más fuerza, terriblemente dolida como toda madre a la que le matan un hijo. Y de su llanto ardiente brotaron tres nuevos hilos de agua caliente, pero mucho más caliente que antes. Y esas lágrimas profundas del alma de la tierra jamas se secaron ni perdieron su temperatura.
Los españoles hablaban un nuevo idioma, el castellano, tenían costumbres diferentes y construyeron un fuerte al que llamaron FUERTE Y REAL PRESIDIO DEL ROSARIO DE ESTECO, fue allá por el año 1699. Fue el origen de la ciudad de Rosario de la Frontera. Los habitantes comenzaron a utilizar las aguas calientes de la tierra para curarse de muchas enfermedades y mas tarde vinieron de todas partes del mundo en busca de las aguas milagrosas.
 

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