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Desesperante situación de un preso argentino en Bolivia

Sabado, 15 de diciembre de 2012 06:13

 Silvina Figueroa (30), una joven de Salvador Mazza, pide desesperadamente ayuda a las autoridades del Consulado argentino en Tarija, Bolivia, para que su hermano, el estudiante universitario Celso Omar Figueroa (26), sea liberado del penal Morro Blanco, lugar en el que se encuentra detenido hace más de un año y medio, acusado de transportar dos kilos de cocaína, cosa que el muchacho niega rotundamente. Hasta la fecha el joven no ha sido procesado pero su calvario es inenarrable: por ser argentino, sufre continuas agresiones y los jefes de los clanes internos le cobran hasta por dormir.

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 Silvina Figueroa (30), una joven de Salvador Mazza, pide desesperadamente ayuda a las autoridades del Consulado argentino en Tarija, Bolivia, para que su hermano, el estudiante universitario Celso Omar Figueroa (26), sea liberado del penal Morro Blanco, lugar en el que se encuentra detenido hace más de un año y medio, acusado de transportar dos kilos de cocaína, cosa que el muchacho niega rotundamente. Hasta la fecha el joven no ha sido procesado pero su calvario es inenarrable: por ser argentino, sufre continuas agresiones y los jefes de los clanes internos le cobran hasta por dormir.

La mujer se presentó en el complejo editorial de El Tribuno y contó los terribles momentos que esta viviendo Celso Omar en el vecino país.

“Mi hermano fue detenido hace más de un año, le plantaron una mochila con dos kilos de cocaína cuando volvía, en un ómnibus, de ver a su novia en Tarija. La policía hizo una requisa en el colectivo, en el cual había 50 pasajeros, todos bolivianos. Durante el operativo encontraron un bolso con droga y le atribuyeron falsamente la propiedad a él y se lo llevaron a la cárcel sin investigar nada. El había ido a esa ciudad a reconciliarse con su novia. El estudiaba abogacía en la universidad de San Andrés, en Santa Cruz de la Sierra, y no tiene antecedentes. Cuando lo detuvieron no habían testigos y hasta la fecha no hay ninguna investigación”, sollozó.

“Está viviendo un infierno”

La joven, muy angustiada , continuó: “Con mi familia estamos desesperados, ya no sabemos como más ayudarlo. Hace dos semanas unos tipos se metieron en su celda y lo atacaron con un machete mientras dormía. Le dieron un golpe tremendo en la cabeza, lo dejaron tirado, desangrándose en el piso. Un guardiacárcel se percató de lo sucedido cuatro horas más tarde y milagrosamente le pudieron salvar la vida. Ahora mi hermano tiene 25 puntos en la cabeza y sigue conviviendo con la gente que lo atacó”, contó.

“Hace unos meses, en otro ataque, le dieron con una faca en la boca y le arrancaron cuatro dientes, no le proporcionaron atención médica y se le infectó la boca. Está muy flaco, deprimido, triste y desesperado, vive un verdadero infierno”, añadió Silvina.

“El penal es muy inseguro, no hay comedor, cada uno sobrevive como puede. Hay grupos violentos que le cobran a mi hermano y a otros presos alquiler de las celdas para poder dormir, viven en una miseria total, sobre todo los presos extranjeros, como es su caso. Necesitamos ayuda”, dijo entre lágrimas.

“Mis padres intentaron agilizar las cosas pero posponen una a una las audiencias, estamos desesperados ”, concluyó.

“Una cárcel demasiado peligrosa”

El director del diario Andaluz, de la ciudad de Tarija, José Antonio Fernández, en diálogo con El Tribuno dio a conocer cómo es la vida en el penal Morro Blanco.
“La prisión cuenta con una capacidad para 180 internos y actualmente hay 400. De ese total, más del 70% están con prisión preventiva, es decir no tienen ni siguiera iniciada una causa Esto se debe a los cambios realizados en el Código Procesal Boliviano. Además, en el recinto solo hay 30 policías a cargo de la seguridad de los 400”, explicó. “Estamos hablando -añadió el periodista- de una cárcel con mucha inseguridad, en la cual se registran, recurrentemente, hechos de violencia. Hace dos semanas encontraron a uno de los reos muerto en el interior de su celda; le dieron 36 puñaladas. Muchos intentaron escapar haciendo verdaderos laberintos entre las paredes”, relató. “Por otro lado -continuó- la población del penal se encuentra dividida en dos grupos, los más fuertes y violentos le cobran al resto alquileres para poder dormir en las celdas o para tirar un pedazo de cuero en el piso. Las autoridades miran para otro lado porque la diferencia numérica entre ellos y los internos es tremenda. El predio es de casi dos hectáreas y está rodeado de asentamientos que crecen día a día. El mismo cuenta con una sola torre de vigilancia que no permite visualizar la totalidad del recinto. Las instalaciones están en muy mal estado pero está previsto realizar remodelaciones y para ello ya se destinaron casi 2.000.000 de pesos bolivianos”, concluyó.
 

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