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España en el abismo: estuvimos ahí

Domingo, 30 de diciembre de 2012 15:36

España no está bien. En términos comparativos allí puede haber más calidad de vida. Sobre todo si hablamos de transporte, seguridad, atención a la salud, modernización de servicios. Su gente no está bien, sumida en un entorno incierto, donde nada parece estable.

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España no está bien. En términos comparativos allí puede haber más calidad de vida. Sobre todo si hablamos de transporte, seguridad, atención a la salud, modernización de servicios. Su gente no está bien, sumida en un entorno incierto, donde nada parece estable.

Caer en la magnitud de la crisis económica costó y en el camino se cometieron errores. Creían que todo tendría una rápida solución y el despilfarro no cesó. Primero la negaron los gobernantes aunque los efectos se sentían y los medios lo transmitían.

Pasaron cuatro años desde que estalló la “burbuja inmobiliaria” producto de la caída del banco de inversión Lehman Brothers y desde entonces España no sólo no levantó cabeza, sino que la siguió hundiendo. A tal punto que todavía hace tambalear a la Unión Europea y a su moneda insignia, el Euro, sobre todo por los niveles impensados de endeudamiento estatal.

Sin embargo, recién ahora se está comprendiendo la crisis.

Es así que los errores se dieron tanto de un lado como del otro: gobernantes, oposición, banqueros, empresarios y hasta la misma sociedad que negó todo hasta que los problemas tocaron a su puerta.
Y es recién ahora que las costumbres están cambiando, algo que El Tribuno pudo constatar mientras estuvo allí. Salen menos, ahorran más, aprovechan promociones, compran productos de marcas blancas, cambian a sus hijos de escuelas, reniegan de los servicios privados de salud. Ahora, por dar un ejemplo, si el calefón se rompe, no compran uno nuevo sino que lo arreglan. Lo mismo con el auto, la casa y lo demás.

Pero otros, los más afectados, tomaron medidas extremas. Los jóvenes volvieron a la casa de sus padres, otros decidieron emigrar, familias enteras de inmigrantes regresaron a sus países de origen, profesionales con años de experiencia rebajaron sus exigencias laborales, y así.

Pero todavía hay más. Pues quienes nunca lo imaginaron comenzaron a hacer filas en los comedores sociales mientras que otros directamente pasaron a “okupar” propiedades ajenas o a vivir en la calle después de que le hipotecaran la casa.


No hay trabajo en España y no parece que vaya a haber en el corto plazo. Claro que la vida continúa y la economía no se estanca del todo, pero la salida no se presenta como inmediata, ni siquiera con un rescate económico de por medio.

Es triste ver que ante tantos problemas haya más resignación que unión para afrontarlos. Sobre todo cuando ha pasado tan poco desde aquel 15 de mayo de 2011 en el que millones de españoles salieron a la calle o apoyaron desde el discurso el reclamo de los “indignados”.

Hay iniciativas a destacar, así como hay manifestaciones que no cesan y que hacen pensar que no se callarán no importa cuánto intervenga la policía antidisturbios con excesos.

Autoridades en jaque

El gobierno tampoco está tomando las riendas de manera acertada. Desde el discurso intenta simular que cada medida está fríamente calculada, pero no hay resultados que demuestren aciertos. Es, además, evidente su centralización en paliar los problemas financieros, poniendo en espera los sociales. Y mientras lo “resuelven”, lo único que piden es paciencia, sacrificio y comprensión.

Tampoco están preocupados por encontrar a los culpables de esta crisis. Porque todos pueden hacer un mea culpa ante la pasividad con la que se vivió el despilfarro de recursos, pero es imposible negar que hay nombres y apellidos que cargan con responsabilidades directas y hoy no tienen ningún complejo en llevar una buena vida, pues ni la Justicia ni el Gobierno se los recrimina y hasta los perdonan con medidas como el blanqueo de capitales.

Por su parte, la Casa Real, tan ejemplar en otras ocasiones, no está ahora a la altura de las circunstancias. Al contrario, se muestra fracturada y con un único objetivo por delante: preparar el terreno para que el príncipe Felipe comience a asumir el mando. Pero difícil está olvidar el escándalo de corrupción en el que está inmerso el yerno del Rey, o los propios errores de éste que, en medio de tantos conflictos sociales, se fue al África a cazar elefantes.

Un país encantador

Suerte que España no deja de ser España, ni los españoles dejan de ser quienes son: personas amables, abiertas, sociales, alegres. Los malos momentos no impiden una “caña”, cerveza tirada entre amigos, para ayudarse unos a otros y para abrir puertas a quien lo necesite. Ni qué decir de las maravillas intactas de este país. Porque si no es Madrid con su multiculturalidad, es Barcelona con su empuje y modernidad, o es Andalucía con sus siempre alegres andaluces, o es Galicia con su gente de mar, o es Castilla La Mancha o Castilla y León con su historia de reyes y héroes. España es y seguirá siendo un país maravilloso que, con crisis o sin ellas, deja ver lo mejor del viejo continente.

 

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