Con un luto impecable -el que lleva desde hace más de un año- y solamente engalanada con sus joyas, Cristina Fernández llegó ayer al recinto del Congreso de la Nación para el discurso más extenso desde su llegada a la Presidencia.
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Con un luto impecable -el que lleva desde hace más de un año- y solamente engalanada con sus joyas, Cristina Fernández llegó ayer al recinto del Congreso de la Nación para el discurso más extenso desde su llegada a la Presidencia.
Como siempre, mantuvo ese nivel de sarcasmo que ya le es característico durante 3 horas y 15 minutos. Con firmeza sostuvo un ritmo, que muchos podrían cuestionar teniendo en cuenta su reciente cirugía. Con voz firme, grave y llorosa, en algunos momentos, logró conmover a una platea plagada de kirchneristas. Nunca dejó de recurrir a la muletilla de sus lentes o al movimiento de su cabello rojizo. Desafiante, como es su estilo, mostró que su salud sigue en buenas condiciones. A la salida, en las escalinatas del Congreso, ya relajada, tuvo un momento de debilidad y bajó los ojos para esconder el cansancio.