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El doble crimen de Pedralbés: odio y resentimiento sexual

Sabado, 03 de marzo de 2012 21:16
En Pedralbés, donde vive la gente más poderosa de Barcelona, comenzó la costumbre de la contratación de guardias privadas

Angeles Vaquero, de 21 años, ingresó como todas las mañanas a la casona ubicada en el número 5 de la calle Juan de Alós, en el cotizado barrio de Pedralbés, Barcelona. El dogo de los dueños de casa acompañó, como siempre lo hacía, a la joven, que se dirigió directamente a la cocina a preparar la bandeja con el desayuno para llevárselo al matrimonio compuesto por Juan Roig Hospital (50) y María Rosa Recolons Morer (44).

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En Pedralbés, donde vive la gente más poderosa de Barcelona, comenzó la costumbre de la contratación de guardias privadas

Angeles Vaquero, de 21 años, ingresó como todas las mañanas a la casona ubicada en el número 5 de la calle Juan de Alós, en el cotizado barrio de Pedralbés, Barcelona. El dogo de los dueños de casa acompañó, como siempre lo hacía, a la joven, que se dirigió directamente a la cocina a preparar la bandeja con el desayuno para llevárselo al matrimonio compuesto por Juan Roig Hospital (50) y María Rosa Recolons Morer (44).

El silencio reinaba en la casa, lo cual era lógico: la elegante pareja había estado con visitas hasta la madrugada.

Angeles subió la escalera y, al llegar frente al dormitorio, apoyó la bandeja en un mueble que estaba en el pasillo y abrió la puerta. El horror se apoderó de ella y comenzó a pedir ayuda de manera desesperada. Frente a sus ojos yacían en el lecho, tapados con un cubrecamas blanco empapado en sangre, los cuerpos de sus patrones. Antes de desmayarse, alcanzó a ver los rostros totalmente destrozados, sobre todo el de la mujer. María Rosa tenía los manos cruzadas sobre su pecho y Juan estaba de costado, con su brazo izquierdo extendido y su mano con profundos cortes, señal de su lucha por defender su vida y la de su esposa. No cabían dudas de que habían sido atacados mientras dormían.

La Guardia Civil constataría después que habían recibido decenas de hachazos en el tórax, cuello y cara, de manera impiadosa.

No tenían enemigos

Juan era un químico dueño de una fábrica de jabones y abonos nitrogenados. María Rosa no trabajaba, pero manejaba las finanzas y en conjunto tenían un altísimo poder adquisitivo. Eran muy queridos por sus amistades, empleados y clientes. Sin hijos, eran católicos profesantes. María Rosa era una participante activa de obras de caridad.

Ni en el dormitorio ni en el resto de la casa se observó que faltara dinero o joyas, ni se veía nada removido o registrado. Pero la ferocidad del crimen llamó la atención a los investigadores. Entonces, ¿cuál había sido el motivo de semejante baño de sangre y quién podría haberlo cometi do?

Las huellas del asesino

La investigación fue bastante simple y rápida, ya que el asesino había dejado huellas por doquier. Si el autor tenía entradas en la Justicia, saltaría inmediatamente. Efectivamente, el Grupo Quinto de la Brigada de Investigación Criminal lo identificó: José Luis Cervato Goig, de 34 años y oriundo de Alicante. Nada menos que el exchofer y exmayordomo del matrimonio, despedido por violento pocos días atrás.

 Algo de historia: en enero de ese mismo año (1974), José Luis Cervato Goig fue a solicitar trabajo en una agencia de colocaciones. Tuvo suerte, ya que a los pocos días ingresó como chofer en la casa de los Roig-Recolons. Fue muy bien acogido por la familia, a tal punto que al poco tiempo ya estaba dentro de la residencia como mayordomo. Sin embargo, Cervato comenzó a sentir un profundo odio y rechazo por la mujer.

María Rosa Recolons Morer, además de rica y querida por todos, era alta, de buena figura, rostro agradable y tenía un matrimonio consolidado con Juan, a quien el chofer había comenzado a amar y desear en secreto. Pero él era un trofeo inalcanzable, a raíz de una rival imposible de derrotar.

 Profundo odio a la figura femenina

Algo de historia: en enero de ese mismo año (1974), José Luis Cervato Goig fue a solicitar trabajo en una agencia de colocaciones. Tuvo suerte, ya que a los pocos días ingresó como chofer en la casa de los Roig-Recolons. Fue muy bien acogido por la familia, a tal punto que al poco tiempo ya estaba dentro de la residencia como mayordomo. Sin embargo, Cervato comenzó a sentir un profundo odio y rechazo por la mujer.

María Rosa Recolons Morer, además de rica y querida por todos, era alta, de buena figura, rostro agradable y tenía un matrimonio consolidado con Juan, a quien el chofer había comenzado a amar y desear en secreto. Pero él era un trofeo inalcanzable, a raíz de una rival imposible de derrotar.

Ella se dio cuenta, advirtió a su marido y este tomó la decisión de despedirlo, por considerarlo peligroso.

Crimen, juicio y pedofilia
 

José Luis Cervato Goig, fue despedido por Juan Roig el 17 de abril de ese año. Ese día partió de la casa con el duplicado de un juego de llaves. No se conoce con certeza lo que hizo entre el 17 de abril y el 4 de mayo. Lo cierto es que día a día crecía su rencor hacia el matrimonio que lo había despedido pero sobre todo contra la mujer a quien consideraba responsable de su malogrado destino.
El 3 de mayo se compró un machete de 18 cm de largo que afiló con obsesión hasta horas antes del crimen. Además, había adquirido ropa negra y alquiló un Seat 850 con el pretexto de viajar a Tarragona.
La noche del 4 de mayo, comenzó a rondar la residencia de los Roig-Recolons, esperando que se acostaran, hecho que se produjo a la madrugada. Esperó que se durmieran y haciendo uso de las llaves, ingresó a la casa ante la mirada amistosa del dogo que no reaccionó porque lo conocía. Después del cruento ataque se retiró y cerró todo con llave tal cual como lo había encontrado. Subió al Seat 850 y se marchó a Tarragona; antes arrojó el machete y la ropa negra a una alcantarilla. En esa ciudad se alojó y guardó los tickets para que le sirvieran de prueba. Al día siguiente regresó a Barcelona, pero cuando llegó a su pensión, la Guardia Civil lo estaba esperando. En la sede policial, en un principio se mantuvo en sus dichos, utilizando el viaje como coartada. Pero después de algunos métodos disuasorios de los efectivos, Cervato pidió la presencia de un sacerdote, porque quería confesar lo que había sucedido.
 

La confesión
 

El criminal, en pocos minutos dio todos los detalles sobre cómo había planeado el crimen e incluso brindó la localización de las joyas robadas, cuya sustracción las autoridades no habían detectado todavía. En un par de horas firmó la confesión. El “crimen de Pedralbés” estaba resuelto. El juicio se diligenció en 1977 y fue condenado por los delitos de robo con homicidio premeditado y alevoso. Se lo condenó a dos penas de muerte pero no fue ejecutado porque en 1975 se había derogado esa pena y le fue conmutada por 30 años de cárcel. Cervato quedó libre en 1986 y nada más se supo de él. Sin embargo en los registros policiales figura que en 1988 fue procesado por abusar de menores. Homosexual reprimido tenía un largo historial de pedofilia. En 1978 Gonzalo Herralde hizo un documental sobre el crimen con Cervato como protagonista.
 

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