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Varones domados del mundo

Martes, 06 de marzo de 2012 14:02

“­Quiero ser mujer!”, me espetó un amigo que requería mis servicios para realizar los trámites de cambio de género (horribilis dictus por “cambio de sexo”). “­Quiero jubilarme cinco años antes y no veo justificación para que me discriminen por el sexo!”, continuó.

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“­Quiero ser mujer!”, me espetó un amigo que requería mis servicios para realizar los trámites de cambio de género (horribilis dictus por “cambio de sexo”). “­Quiero jubilarme cinco años antes y no veo justificación para que me discriminen por el sexo!”, continuó.

Mientras escuchaba a mi amigo, pensaba en lo mucho que se escribirá, en estos días, sobre las féminas que el 8 de marzo festejan su día (¿y el nuestro?), pero el macho telúrico que se esconde en mis entrañas también rumiaba, pensando que ese monólogo solo tenía sentido por culpa del Concilio de Trento, que durante casi 20 años (1545-1563) analizó y concluyó que la mujer también tenía alma (tesis refutada por las feministas, no en cuanto a lo de tener alma, sino en tanto afirman que no existió tal discusión). Lo cierto es que 200 años después Diderot, entre otros, emprendió la tarea de demostrar que la mujer es, como el hombre, un ser humano. Así estamos. La incipiente legislación laboral, de fines del siglo XIX, por lo primero que se preocupó fue de restringir las tareas de las féminas en tareas penosas o riesgosas, de fijar una jornada reducida, de prohibir el trabajo nocturno y de proteger la maternidad. Salvo la última (insalvable, por razones biológicas), todas esas restricciones fueron cayendo, porque significaban una rémora para las mismas trabajadoras a la hora de conseguir empleo. Con la misma lógica cabe preguntarse si la jubilación anticipada de la mujer, lejos de ser una ventaja, puede significar un perjuicio, al obligarla a retirarse del mercado laboral con un ingreso significativamente menor.

Puestos a desentrañar la razón que justificara, en particular, una jubilación anticipada para la mujer no encontramos un solo autor, en materia de seguridad social, que diera razones coherentes para justificar esta discriminación hacia el hombre. Sostienen algunos doctrinarios que la transición de las mujeres a la jubilación difiere de la de los hombres por su distinta posición en el mercado del trabajo. Las tasas de empleo para las mujeres mayores son todavía más bajas que las de los hombres de su misma edad, aunque las de estos han bajado considerablemente debido a las políticas de jubilación anticipada. Por otra parte, las tasas de empleo de las jóvenes han aumentado sustancialmente. A causa de sus responsabilidades familiares, las mujeres tienden más que los hombres a interrumpir temporalmente sus carreras profesionales; están también mayoritariamente representadas en el sector de servicios, con una elevada proporción de empleos a tiempo parcial y otras formas de empleo flexible. Lo que significa que para ellas es más difícil acceder a las pensiones, que habitualmente están basadas en un trabajo continuado y a jornada completa. Se suma a estas razones la realización del trabajo en el hogar (aunque la tendencia es la gradual incorporación del hombre en las tareas domésticas, doy fe). Pero estas razones no soportan el irrefutable hecho de la expectativa de vida, que en todo caso solo justificaría que las mujeres se jubilaran después que los hombres. La expectativa de vida masculina, como la femenina, varía considerablemente de acuerdo con el desarrollo de cada sociedad, pero los estudios estadísticos coinciden en que las expectativas vitales de la mujer son superiores a las del varón en un rango de 5 años. Actualmente esta distancia disminuye y en un futuro no habrá prácticamente diferencia.

Cabe acotar que el derogado régimen de Administración de Fondos de Pensión (AFJP) era diabólicamente negativo para las mujeres: se acortaba su tiempo de “capitalización”, al jubilarse antes, y se achicaba su renta posterior, por prorratearse calculando su mayor expectativa de vida. Felizmente para las mujeres, no alcanzó a concretarse el nefasto accionar de las AFJP. Una pregunta es por qué viven más las mujeres. Quizá la respuesta sea que las mujeres brindan su esfuerzo a la sociedad, nos dan su trabajo. ­Esta es la respuesta! Es por el trabajo que nos dan las mujeres que los hombres vivimos menos.

El novísimo Régimen Nacional de Trabajo Agrario, que entró en vigencia el mes pasado, dio un paso importante al establecer la misma edad jubilatoria para hombres y mujeres. Aunque contrariando la tendencia mundial de incremento de edades, la redujo a 57 años, situación que puede tener algún justificativo en los trabajos más esforzados que se realizan en el campo. Quizás inspirado en esa tendencia “igualista”, el legislador también estableció para este sector la licencia por paternidad de treinta días pagos.

El envejecimiento de la población afecta a todos los países desarrollados. En Europa la esperanza de vida media es de 73 años y la ONU prevé que seguirá aumentando: en 2060 aproximadamente 7 años, es decir, será de 80 años. Es un fenómeno inexorable. Ante esa previsión, y para evitar la quiebra de los sistemas de pensiones, la Comisión Europea ha aconsejado a los países miembros elevar la edad de jubilación de forma paulatina hasta los 70 años. Ese incremento, en varios países, ha comenzado con elevar la edad jubilatoria de la mujer hasta equipararla con el hombre. Entonces nos encontramos con que el debate hoy, en el mundo, no es el de achicar la edad jubilatoria para nadie. El cuadro del futuro nos depara entonces: trabajar más tiempo, jubilarse a una edad mayor y pagar mayores contribuciones para obtener unas pensiones más reducidas, dado el desequilibrio financiero del sistema.

Hoy la edad real de jubilación de los europeos es de 61,4 años, una edad temprana si se compara con la media de los estadounidenses, que es de 65 años, o con la de los japoneses a los 70 años por ser el país más longevo del mundo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Dieciocho países europeos han introducido reformas para retrasar la edad de jubilación. Hace cuatro meses, Elsa Fornero, la ministra italiana de Bienestar, rompió en llanto al presentar la reforma de las pensiones que incluye un retraso en la edad de jubilación que para las mujeres será de los 62 a los 66 años y en los hombres aumentará a los 66. Como colofón diremos que el machismo irredento tiene a otro italiano como su nuevo ídolo: Francesco Schettino. Dicen que cuando abandonaba presuroso el crucero su ayudante le preguntó: “Comandante, ¿y las mujeres?”, a lo que respondió el capitán: “­Cómo para pensar en mujeres estoy en este momento!”.

­Bien, comandante! ­Nada de las mujeres primero!

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