La partida de Pep Guardiola de la dirección técnica del Barcelona cierra cuatro temporadas llenas de éxitos para un equipo catalán, que bajo sus órdenes y liderado por Lionel Messi, se instaló para siempre en la cúspide del fútbol mundial.
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La partida de Pep Guardiola de la dirección técnica del Barcelona cierra cuatro temporadas llenas de éxitos para un equipo catalán, que bajo sus órdenes y liderado por Lionel Messi, se instaló para siempre en la cúspide del fútbol mundial.
Nadie se atrevería a decir que el motivo de su partida sea el fracaso de un proyecto porque, definitivamente, no lo es. Es consecuencia de la coherencia de un profesional exigente que conoce cuáles son sus limitaciones y que entiende como nadie lo que necesitan sus jugadores.
Y él, más que nadie, sabe dónde está el límite. “La exigencia en el Barcelona es muy alta, se necesita energía, pasión, tener vida, para contagiar a los jugadores“, argumentó ayer tras anunciar su salida.
Que el Bar‡a perdiera toda posibilidad de conseguir la Liga al perder ante el Real o que haya sido eliminado de la Champions fueron, evidentemente, signos de agotamiento.
“El tiempo siempre desgasta y yo me he desgastado. Me he vaciado y necesito llenarme. Por eso creo que el próximo técnico dará cosas que yo ya no puedo”, remarcó.
Pep pidió disculpas por haber generado incertidumbre hasta último momento en torno de su decisión de continuar o marcharse del club. Para tranquilidad de Messi, Guardiola dejó todo arreglado con la elección como sucesor de Tito Vilanova, quien ha sido su mano derecha en estos últimos cuatro años y conoce muy bien a Messi, incluso desde que el rosarino era un niño y jugaba en inferiores del Bar‡a, junto a Cesc y Piqué.