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La prensa mexicana, en la mira de los narcos por no callar

Domingo, 29 de abril de 2012 13:14

Por: Anabel Hernández, Pluma de oro por la libertad 2012

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Por: Anabel Hernández, Pluma de oro por la libertad 2012

“El silencio mata la democracia, pero una prensa libre la sustenta”, es una frase representativa del Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Hoy en la dramática situación que vive México el silencio mata a hombres, mujeres y niños de la población civil, mata a defensores de los derechos humanos, mata a funcionarios públicos, mata a periodistas.

Pero romper el silencio también mata.

La pérdida cotidiana de derechos elementales en México como el derecho a vivir o el derecho a la justicia, cercenados por el poder infinito del narcotráfico que ha ido corroyendo el tejido social, político y económico durante décadas de manera soterrada y luego con macabra y espectacular violencia, hace que en México se viva una terrible encrucijada: denunciar o callar. ¿Gritar a todo pulmón o ahogar el grito de lo que aquí ocurre?

El Observatorio Iberoamericano de Libertad de Prensa en su más reciente informe afirma que en América Latina de 2000 a 2011 fueron asesinados 262 periodistas. Treinta y dos solo en 2011.

De acuerdo con el indignante ranking, México ocupa el primer lugar con 87 periodistas asesinados y 12 periodistas desaparecidos. Setenta y uno, o sea, el 80 por ciento de los casos, ocurrieron en el sexenio de Felipe Calderón.

En la estadística de la década le siguen Colombia, 65; Brasil, 27; Honduras, 22; Guatemala, 13; y Venezuela, 9. .
Las circunstancias son distintas en muchos de los casos, pero el propósito y el resultado siempre es el mismo: silenciar la libertad de expresión.

En el fondo la cifra de periodistas asesinados en México es solo un reflejo de lo que ocurre con los otros derechos de los mexicanos.

El asesinato de periodistas en México sin que se detenga y procese a los responsables no es algo que ocurra de manera exclusiva contra los comunicadores. En los últimos cinco años sucede en toda la sociedad.
Se puede ser un rico empresario, un querido alcalde, un poeta, una joven trabajadora de las maquilas de Ciudad Juárez, o un muchacho formado en la fila para entrar a un cine.

La violencia y la impunidad atacan a todos por igual. En la dramática regla los periodistas no son la excepción.

No pasa nada

Pero quizá lo más aterrador que ocurre en México es que a pesar de las más de sesenta mil personas asesinadas en menos de seis años, ya sea acribilladas, torturadas o descuartizadas, muchos de ellos niños, mujeres y hombres de bien; a pesar de los miles de desaparecidos; a pesar de que se castiga a menos del tres por ciento de los delitos que se cometen; a pesar de los narcobloqueos que paralizan ciudades enteras en la provincia; a pesar de la corrupción en todos los niveles de gobierno; a pesar de todo, pareciera que no pasa nada. Me ha tocado ver y dialogar con periodistas de todo el mundo que han venido en los últimos tres años a México para experimentar la adrenalina del safari de terror y muerte. Buscan las balaceras, los cadáveres, los pedazos de cuerpos, cuentan los colgados y los muertos, entrevistan a funcionarios públicos corruptos y hasta a sicarios. 
 

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