Carlos Fuentes mueve efusivamente las manos mientras habla, como dibujando en el aire los geniales personajes que, a pedido, rescata del pasado.
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Carlos Fuentes mueve efusivamente las manos mientras habla, como dibujando en el aire los geniales personajes que, a pedido, rescata del pasado.
Es amigo de García Márquez y de Vargas Llosa. ¿Alguna vez se reunieron los tres?
Sí, hace mucho tiempo. Celebramos un Año Nuevo en Barcelona, en casa de José Donoso. Eran otros tiempos. Qué lástima! Me da mucha pena porque la distancia derivó de malos entendidos.
En 1968, Fuentes viajó a Praga con Cortázar y García Márquez, invitado por Milan Kundera. Checoslovaquia quiso hacer de cuenta esa vez que la invasión rusa no había ocurrido y siguió adelante con la Primavera de Praga. “Llegamos en medio de un frío escandaloso. Pronto nos dimos cuenta de que había un divorcio entre el sistema totalitario y la sociedad. Pero igual nos divertimos. García Márquez se fue a escuchar música sinfónica, Cortázar, jazz. Y a mí me dijeron: "Tú Carlos, les hablas a los obreros'”, recuerda risueño.
El mexicano está escribiendo otro libro, “Federico en su balcón”, basada en Federico Nieztche. “Dios decide darle una segunda oportunidad y lo regresa a la tierra”, adelanta. Para el final, Fuentes deja una confesión: hay una lápida con su nombre, con fecha de nacimiento y puntos suspensivos, en el cementerio parisino de Montparnasse, donde están Cortázar, Porfirio Díaz, Sartre y Beauvoir. “Tengo un monumento muy bonito esperándome”, dice con calma.