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Discordia y fragmentación

Domingo, 06 de mayo de 2012 20:00

Necesariamente toda fragmentación territorial es precedida por un período de discordia entre los miembros de la región en cuestión.

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Necesariamente toda fragmentación territorial es precedida por un período de discordia entre los miembros de la región en cuestión.

Los motivos, en la mayoría de los casos, son intencionalmente prefabricados por quienes, en definitiva y como resultante, serían los beneficiarios de tal escenario.

La discordia es instalada a través de un numeroso arsenal de motivos, aparentemente disociados e incluso contradictorios entre sí, cumpliendo un exacto programa en pos de un específico fin.

Es común que el motivo “inicial” del desencuentro quede sepultado en el olvido, y los actores se enardezcan con las consecuencias por tal hecho generadas, que en el tiempo se multiplican en progresión geométrica.

Al provocar irreconciliables posiciones, surge como única solución el “grito soberano de autodeterminación”, materializándose en fraccionamientos o mutilaciones geográficas.

Tal fue el caso de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La diáspora provocada por Gorvachov y que hoy el presidente Putin intenta volver a cohesionar.

EN ARGENTINA

Existe en nuestro país una introducción adrede de factores de desunión que corroen sistemáticamente y en forma continuada, las bases sobre las que se afirma nuestro entramado social como pueblo de la Nación Argentina.

A ello se agrega un nuevo detonante de aceleración, representado por aparentes mejoras económicas y cuota de poder, que en forma desigual beneficiarán a unas provincias en desmedro de otras.

La disputa está instalada entre las provincias productoras de hidrocarburos, que ya tienen asegurada su participación accionaria en la nueva sociedad de YPF, frente a las consumidoras o refinadoras, que en su suelo no tienen petróleo, pero también pretenden sus beneficios.

En realidad, los “suculentos” beneficios que pretende vislumbrarse son solo una ilusión creada por una prestidigitación discursiva, que hará añicos las esperanzas cuando lleguen a las provincias accionarias los reclamos internacionales de las deudas generadas y por generar de esta novísima sociedad con mayoría estatal, de la que hasta ahora no eran responsables.

En los tratados de garantía de inversiones firmados por Menem y Cavallo en 1990 y su ejecución por el Ciadi estará la respuesta.

ACTORES

En el caso descripto aparecen nuevos actores de segunda línea, pero a los que es preciso referir a efectos de lograr una cabal compresión del papel que les toca y toque representar.

Al frente de la nueva sociedad se ubica el Ing. Miguel Galluci quien (¿casualmente?) “renunció hace poco a su puesto en Londres en la Integrated Project Manay, unidad Schlumberger” (todos los medios).

Especial protagonismo adquiere la exazafata de Aerolíneas Argentinas, hoy embajadora ante Gran Bretaña, Alicia Castro, quien haciendo un uso mediático del “contrario sensu” en su pregunta al canciller británico William Hague instaló en la opinión pública un delicado tema: “La autodeterminación no es un derecho que cada país o cada población tiene. Una provincia en mi país no puede decidir si quiere pertenecer a China” (El Tribuno 30/4/12).

No olvidemos que la Sra. Castro fue admitida como representante argentina ante el imperio británico en el plazo récord de 24 horas.

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