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Daniel Córdoba, medio loco, medio genio... un profe especial

Sabado, 30 de junio de 2012 19:43

Daniel Córdoba, un profesor de física de 42 años, nacido en Jujuy, viene sorprendiendo desde hace algunos años a esta parte: sus alumnos, todos miembros de un taller especial -Física al alcance de todos-, que se dicta gratuitamente en el Instituto de Educación Media (IEM), de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), no paran de cosechar éxitos sea donde fuere que se presenten, compitan o estudien.

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Daniel Córdoba, un profesor de física de 42 años, nacido en Jujuy, viene sorprendiendo desde hace algunos años a esta parte: sus alumnos, todos miembros de un taller especial -Física al alcance de todos-, que se dicta gratuitamente en el Instituto de Educación Media (IEM), de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), no paran de cosechar éxitos sea donde fuere que se presenten, compitan o estudien.

Hace pocos días, sin ir más lejos, siete de sus estudiantes se postularon al prestigioso Instituto Balseiro de Bariloche, una academia de excelencia en materias nucleares. El cupo era para 40, pero solo 30 pasaron por el exigente tamiz. Y de ese total, siete -la totalidad de los salteños que se postularon, de una lista de cerca de 300 jóvenes de distintas provincias del país-, sortearon con éxito la valla.

Córdoba, de aspecto juvenil pese a su cabellera totalmente blanca, comenzó con el taller en 1991 “casi accidentalmente. Nos reuníamos con los chicos a estudiar, hacer proyectos y profundizar en esta apasionante disciplina. Tres de ellos fueron seleccionados salteños a las Primeras Olimpíadas Nacionales de Física, desarrolladas en Córdoba. Yo viajé como su entrenador y volvimos con dos medallas de plata y una mención de honor”.

De ahí, el programa fue formalizándose poco a poco y a 11 años de la primera experiencia competitiva, Física al alcance de todos, donde participan, actualmente, 200 alumnos de 36 colegios de la capital e interior, no ha parado de lograr triunfos.

Las pruebas son evidentes: en los últimos años 28 salteños han pasado a integrar el exclusivo staff del Balseiro, de los cuales 14 accedieron a sus laboratorios entre 2011 y 2012. Paralelamente, desde 1991 a 2011, sus talleristas cosecharon nueve medallas de oro, 12 de plata y 8 de bronce en las Olimpíadas Nacionales de Física. Además, y como si fuese poco, en los dos últimos campeonatos mundiales de Física, en Croacia y Ecuador, en el equipo argentino, integrado por tres competidores, estuvieron representantes salteños seleccionados luego de un complejo programa. Y no es todo: en la próxima competencia terráquea, que se realizará en España, los portadores del emblema nacional serán un rosarino, un bonaerense y un salteño, surgido del taller del profesor Córdoba o, como le dicen sus alumnos, Dany.

-Profesor, Ud. no tiene el perfil del “traga”, ¿cómo es que se interesó por la física con esta pasión?

Cuando era niño mis padres jamás me dejaban solo. Sabían que si lo hacían, su llegada no sería muy tranquila, que no habría luz, que algo olería a quemado o que mis manos y rostros estarían magullados o pintados de hollín por algún experimento fallido. No era época de Google ni de fotocopiadoras y por eso me pasaba horas dibujando experimentos en la biblioteca del colegio para luego reproducirlos en casa. Yo leía todo el día y de televisión, nada. Salvo “Las aventuras de El Zorro”, que no me perdía. En el colegio era el primero en pasar a dar la lección. Mis condiscípulos felices. Sabían que yo explicaría tanto, que el profesor se entretendría conmigo hasta el final de la hora y que, por eso, ellos se salvarían. Me eligieron el mejor compañero infinidad de veces.

Ud. fue combatiente en la guerra de Malvinas...

Me incorporaron a la Marina el dos de febrero del '82 y un mes después estaba llorando el hundimiento del crucero General Belgrano, que se llevó la vida de muchos amigos. Fue difícil no verlos más en la plaza de mi ciudad. Tardé años en reponerme de eso, y es un tema del que me cuesta hablar. Cuando terminó el conflicto seguí en la base naval de Puerto Belgrano. No había mucho que hacer y me puse a estudiar inglés y a devorarme los libros de la biblioteca de la base. Ahí terminé de enamorarme de la física. Luego entré a la UNSa, me encandiló esta ciudad (“que no abandonaré jamás”) y más tarde hallé lo mío al ingresar como docente al IEM. Y con los años y un estudio sistemático en grupos de investigación en enseñanza, obtuve recursos para obtener esa conexión significativa entre uno y sus alumnos.

¿La docencia se transformó en pasión?

Siempre la tuve. De lo contrario, no se puede entusiasmar a nadie. Si uno no ama la materia que enseña, difícilmente podrá instalar la necesidad de aprender en un chico. No me gusta que digan “es un docente del alma', ya que el alma es una entidad que me cuesta entender y por eso no me gusta. Solo sé que nunca me conformo con el concepto “me gusta enseñar”. Es que siempre estoy mirando una y otra vez la clase que voy a dar y buscando recursos de todos lados. Por ello, a estas alturas, nuestro grupo debe tener la mejor biblioteca de enseñanza de física de la provincia y, por supuesto, las mejores revistas internacionales.

El taller Física al alcance de todos comenzó en el IEM pero se extendió, ¿cómo fue eso?

Me las ingenié para trabajar con chicos de otros colegios, todo gratis, obviamente, y trascendimos por nuestro papel y podios en las olimpíadas nacionales. Me instalé sin permiso en las aulas de la UNSa y cada día fueron más los participantes. Pero ellos no venían a prepararse para olimpíadas ni para rendir exámenes, ya que eso no tenía sentido porque la materia había sido vedada por imperio de la Ley Federal. Ellos sabían que necesitaban aprender porque la necesitarían en sus carreras. En esto me ayudaron los consejos de un gran profesor, hoy desaparecido, el ingeniero Germán Ovejero. El me alentó a que ya no promocionara mi taller como un “curso para olimpíadas”, como solía hacerlo, y me sugirió el título “Física al alcance de todos”. Me decía: “Sócrates enseñaba al vulgo y le fue dado Platón”.

El curso no ha parado de crecer.

En efecto. La anterior directora del IEM, Patricia Alonso de Caso, lo institucionalizó y hoy, con el apoyo incondicional del rector Víctor Hugo Claros, la UNSa se ha convertido en la única Universidad Nacional que sale a promover vocaciones por la Ciencia en forma sistemática desde edad temprana. La Facultad de Ciencias Exactas nos apoya económicamente y ello se lo agradezco a su exdecano y el actual, los ingenieros Bonini y Puga.

 ¿Se siente satisfecho?

 Lo importante de todo esto es que hoy a los adolescentes les cuesta encontrar referentes genuinos donde verse reflejados. Por eso, que este taller les sirva de guía, que ya haya llegado a la instancia de tener chicos ayudantes, es algo que me conmueve; que la necesidad de aprender los haya visitado e instalado en ellos, es algo extraordina rio.

El profesor Daniel Córdoba es todo un personaje en el ambiente internacional, nacional, regional y provincial de la física. Sus éxitos profesionales, su facilidad para describir con gracia, simpleza y soltura complejos enigmas propios de la materia que domina y los sorprendentes rendimientos de sus alumnos, le han otorgado un crédito abierto de parte de sus colegas y de los neófitos.

En reuniones de amigos suele presentarse con proyectores y películas donde explica, con documentos relacionados, por ejemplo, de dónde, qué distancia y por qué el cuerpo del ex presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, asesinado de un tiro de rifle, el 22 de noviembre de 1963, cayó para tal lado y no para otro.
Otras veces, tanto en clases como en reuniones de amigos, emerge con un curioso plato transparente en el que una figura semiovalada roja se bambolea sobre su superficie pero que, al tratar de tocarla, los incautos advierten que no existe. Entre broma y broma, Córdoba explica y divierte a sus contertulios sobre la misteriosa trampa de la física para crear una ilusión óptica espectacular.

No en vano, aparte de ser docente del Departamento de Física del IEM, es miembro de Proyectos de Investigación en Enseñanza de la Física del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta (Ciunsa) y coordinador de Olimpíadas de Física Salta.

¿Por qué los chicos siguen tanto este taller?

Intuyo que piensan que si hacen más o menos lo mismo que los que pasaron antes, con los mismos profesores, libros y experiencias, podrán encontrar un camino análogo. Nuestro taller tiene una importante historia y yo no pierdo la oportunidad de sacarla a la luz cada vez que puedo. Se refiere a esos alumnos que se reciclaron y pasaron de gaseoso a sólido sin escalas intermedias, en lo que se refiere a estudios y logros. En ese pasado real pongo una gran confianza para que sirva como guía. Hablo de trayectorias de cuerpos en el espacio, pero también de las trayectorias de jóvenes que estuvieron en el taller y hoy son muy buenos profesionales. Tampoco pierdo la oportunidad de insistir en que el aprendizaje es un acto emocional y que hay que saber lidiar con ello ya que muchas veces nos imposibilita el aprendizaje. Por supuesto, no todo el anfiteatro se hace olímpico ni todos sus integrantes piensan en el Balseiro, sino en otras posibilidades que otorga la misma UNSa, como las ingenierías, las carreras de naturales y, muy especialmente, las relacionadas con energías renovables, campos en los que nuestra casa tiene una experiencia internacional de renombre.

¿Se puede hablar del encanto de la física?

La física debe ser una de las materias más odiadas por los chicos en el secundario. Por ello tiene sus vueltas instalar la idea correcta de un conocimiento físico y tarda años el aprendizaje cabal de un concepto físico. De ahí la necesidad de comenzar cada vez más temprano con su enseñanza. Los brasileños lo están haciendo ya hace bastante tiempo. Es fácil decir que la física está en todas partes, ya que estamos rodeados de fenómenos físicos, pero el problema se presenta cuando hay que conceptualizarlos. Cuando los conceptos ayudan a mirar el fenómeno, por lo general, se insiste con el desarrollo formal... fórmulas en el pizarrón, que, a decir verdad, aburren. Eso es lo último que hay que hacer; por lo general suelo comenzar mis clases con un experimento o con algo que los alumnos ya vieron en su vida cotidiana e instalo ideas para dar cuenta de lo que está ocurriendo. Así, los conceptos aparecen como necesidades para explicar y no como imposiciones lingüísticas para darles nombre a las cosas. Yo evito el formalismo y no siento culpa. Una fórmula es una cosa muy rica que tiene muchas potencialidades, pero no en el momento de instalar una tema de la física; hacer eso es clavar un puñal en la curiosidad de un chico .

¿Se imaginó el impacto del taller?

Nunca me imaginé que podría alcanzar el impacto que tiene y que fuera declarado de interés nacional por el Senado Nacional (propuesto por la senadora salteña Sonia Escudero, quien además ha becado a algunos chicos) y de interés provincial por la Cámara de Diputados de Salta. Tampoco me imaginé que alguna vez me fueran a declarar Ciudadano Destacado, por el Concejo Deliberante, por mi labor ad- honorem al frente de este curso. Y, mucho menos, que el mismo ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, iba a reconocer mi labor de orientar vocaciones por la ciencia en la provincia. Tampoco pensé jamás que este año nos iban a aparecer trabas para el dictado de nuestro taller, pero que gracias al rector de la UNSa, Víctor Hugo Claros, se salvó la situación y seguimos en circulación. Queda mucho por hacer; en diversos aspectos estamos todavía desprotegidos, pero somos optimistas. Ahora estamos felices por la llegada del licenciado Maximiliano Baldiviezo, un entusiasta y joven egresado del Balseiro, extallerista nuestro y actual docente de Exactas que colabora para llevar adelante este curso, junto con mis ayudantes, y la pronta incorporación de los repatriados por el Programa Raíces. Todo esto me permite decir que, a pesar de muchos inconvenientes que tenemos, la desesperanza no ha tomado la última palabra y que 200 pares de ojos que nos miran los sábados nos alientan a seguir pensando que una educación mejor es posible y nos obliga gratamente a ayudarlos a vivir sus sueños con la ciencia.
 

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