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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La ingratitud como paga a su estoica lucha

Jueves, 12 de julio de 2012 02:14

El 25 de Mayo de 2012 se cumplieron 150 años del paso a la gloria inmortal de Juana Azurduy de Padilla, quien diera innumerables muestras de heroísmo durante el proceso independentista del exvirreinato del Río de la Plata. Juana simboliza a la mujer americana cuya lucha, sacrificio y entrega merece ser recordada. El poeta boliviano Oscar Alfaro la llamó Bandera de Patria.
Juana la heroica, la protagonista de mil y un sucesos que el manto del olvido no pudo tapar. La que cambió las tareas del hogar por las de la causa libertaria, la que alentó la lucha por la Independencia, reclutando voluntades, la que empuñó el sable para hacerse temible y respetada, la que arrebató banderas mancillando la soberbia del enemigo, la que combatió embarazada y diera a luz en situación de batalla, la que vio morir a cuatro de sus cinco hijos, ángeles inocentes que con el corazón desgarrado y en la soledad de su angustia sus manos sepultaron.
Su inagotable valor, su patriotismo indeclinable, la sostuvieron cuando entregó a la tierra por la que luchaba el cuerpo aún caliente de sus niños y la cabeza de su amado.
 

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El 25 de Mayo de 2012 se cumplieron 150 años del paso a la gloria inmortal de Juana Azurduy de Padilla, quien diera innumerables muestras de heroísmo durante el proceso independentista del exvirreinato del Río de la Plata. Juana simboliza a la mujer americana cuya lucha, sacrificio y entrega merece ser recordada. El poeta boliviano Oscar Alfaro la llamó Bandera de Patria.
Juana la heroica, la protagonista de mil y un sucesos que el manto del olvido no pudo tapar. La que cambió las tareas del hogar por las de la causa libertaria, la que alentó la lucha por la Independencia, reclutando voluntades, la que empuñó el sable para hacerse temible y respetada, la que arrebató banderas mancillando la soberbia del enemigo, la que combatió embarazada y diera a luz en situación de batalla, la que vio morir a cuatro de sus cinco hijos, ángeles inocentes que con el corazón desgarrado y en la soledad de su angustia sus manos sepultaron.
Su inagotable valor, su patriotismo indeclinable, la sostuvieron cuando entregó a la tierra por la que luchaba el cuerpo aún caliente de sus niños y la cabeza de su amado.
 

Juana Azurduy de Padilla fue la primera mujer que obtuvo un rango militar en el Ejército de nuestro país. En 1825, al pedir ayuda al Gobierno de Salta para regresar a Charcas, decía: “desde el momento mismo en que la dulce voz de la independencia fue escuchada por mí, olvidé la debilidad de mi sexo; y a la par de un americano entusiasta por la libertad, mi finado consorte Coronel don Manuel Ascensio Padilla, sacrificando mis bienes, industria y aun mi propia existencia, trabajé en sostenerla hasta el año 1816 en que desgraciadamente fue aquél víctima de la tiranía”. Al perder a su esposo quedó sin lo necesario para continuar luchando, pese a ello no aceptó los indultos ni las generosas ofertas con que pretendió seducirla el enemigo. Dejó al cuidado de una familia amiga a Luisa, la única hija que sobrevivió a las crueldades de la guerra, y buscó refugio en otras tierras. Estuvo un tiempo en Tarija y finalmente se estableció en Salta donde fue ayudada por el general Martín Güemes. Cuando la traición truncó la vida del héroe, quedó desamparada y sumida en la miseria. Regresó a su tierra natal y sus bienes estaban confiscados. El silencio y la ingratitud fueron la paga al estoico sacrificio de la incomparable guerrera.
Se fue del mundo con el alma aferrada a las ansias del reencuentro. Manuel Ascencio y sus hijitos Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes llevaban largo tiempo esperándola.
 

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