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Mata Hari: bailarina, seductora, y espía... ¿chivo expiatorio?

Sabado, 25 de agosto de 2012 22:41

En el amanecer de un otoñal 15 de octubre de 1917, se escuchó el estruendo de los 12 fusiles de un pelotón militar francés, que disparó contra Margaretha Geertruida Zelle. Estaba vestida de negro, con botas y sombrero de ala ancha. Los disparos tomaron cualquier rumbo cuando, en el momento de apretar el gatillo, la condenada lanzó un beso a sus verdugos, quienes, descolocados, solo acertaron cuatro de las 12 balas. Sin embargo, una le dio de pleno en el corazón produciéndole la muerte instantánea. Aún así, el oficial a cargo se acercó hasta el cuerpo inerte e innecesariamente le aplicó un tiro de gracia en la sien. Su cadáver fue enviado a la escuela de Medicina, donde los universitarios lo destriparon para estudiar anatomía. Su cabeza fue embalsamada y conservada en el Museo de Criminales de Francia hasta 1958, año en que, increíblemente, fue robada. Muy lejos habían quedado aquellos vestidos de gasa y tul que sugerían sus pequeños pechos y anchas caderas que tanto disfrutaron los hombres que la mandaron a matar.

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En el amanecer de un otoñal 15 de octubre de 1917, se escuchó el estruendo de los 12 fusiles de un pelotón militar francés, que disparó contra Margaretha Geertruida Zelle. Estaba vestida de negro, con botas y sombrero de ala ancha. Los disparos tomaron cualquier rumbo cuando, en el momento de apretar el gatillo, la condenada lanzó un beso a sus verdugos, quienes, descolocados, solo acertaron cuatro de las 12 balas. Sin embargo, una le dio de pleno en el corazón produciéndole la muerte instantánea. Aún así, el oficial a cargo se acercó hasta el cuerpo inerte e innecesariamente le aplicó un tiro de gracia en la sien. Su cadáver fue enviado a la escuela de Medicina, donde los universitarios lo destriparon para estudiar anatomía. Su cabeza fue embalsamada y conservada en el Museo de Criminales de Francia hasta 1958, año en que, increíblemente, fue robada. Muy lejos habían quedado aquellos vestidos de gasa y tul que sugerían sus pequeños pechos y anchas caderas que tanto disfrutaron los hombres que la mandaron a matar.


Así terminaba la vida de la holandesa más famosa del siglo XX y que pasaría a la historia como Mata Hari, “la espía a la que los hombres no se resistían”. Tenía 41 años.


Su debilidad: los uniformes


Margaretha Geertruida había nacido en Holanda el 7 de agosto de 1876, hija de una familia acomodada. Quedó huérfana de madre a los 14 años. De ella heredó los rasgos exóticos ya que tenía ascendencia en Java, que formaba parte del imperio holandés. A los 19 años decidió responder el anuncio de un periódico en el que un general, Rudolph McLeod solicitaba esposa. Fue así que se casó con un militar 20 años mayor que ella. Esta sería una constante en su vida: el buen pasar económico y la debilidad por los uniformes sin importarle los bandos de los que formaban parte.
Con su marido vivió en Amsterdam y un tiempo en Java. Tuvo dos hijos, una niña y un varoncito. Fue en la misteriosa isla donde envenenaron al pequeño Norman. Según se supo, fue la niñera, en venganza por el maltrato que recibía de parte de Rudolph. El dolor nunca fue superado por la pareja y ya en Amsterdam decidieron separarse, perdiendo ella la custodia de su hija. Tomó su valija y se fue a París. Allí, sacando provecho de sus rasgos orientales, a su buena figura, su educación excelsa y su habilidad para el baile, decidió cambiar la historia de su vida. “Mi madre, gloriosa bayadera del templo de Kanda Swandi, murió a los 14 años, el día de mi nacimiento. Los sacerdotes me adoptaron y me bautizaron bajo el nombre de Mata Hari, que quiere decir ‘Pupila de la Aurora’. Fue en la pagoda de Siva que aprendí los sagrados ritos de la danza”, decía sin que se le moviera un músculo mientras mentía. Así nacía una leyenda.


“La deseada”


No había hombre y sobre todo militar que se le resistiera. Ya a los 15 años, el director del colegio al que asistía se enamoró perdidamente de ella. Su presencia exudaba sexo, sensualidad, erotismo... los hombres caían rendidos a sus pies y sus amantes se pueden contar por cientos.
Durante los albores del siglo, Mata Hari bailó en los refugios de soldados y políticos de toda Europa. Sin embargo, con el pasar de los años, comenzó a dedicarse a la prostitución más que a la danza. Ella siempre confirmó que amaba a los militares de todos los países y que se acostaba con ellos por placer y no para sacarles información. Lo cierto es que de tanto en tanto, conseguía algunos datos de algunos altos oficiales y los pasaba a otros, entre susurros bajo las sábanas, en el tráfago de la Primera Guerra Mundial.
En realidad, era, efectivamente, una espía al servicio de Alemania: la agente H-21. Pero ella misma se ofreció como espía a los franceses, quienes descubrieron sus tratos con los germanos y la acusaron de alta traición. Fue fusilada como responsable de la muerte de miles de soldados galos, aunque se asegura que su muerte fue usada para cubrir la ineptitud de cúpula militar francesa.

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