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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Dinero, sexo, alcohol y una muerte nunca esclarecida

Sabado, 04 de agosto de 2012 23:58

El cuerpo de la sensual condesa Francesca Vaca Agusta fue encontrado diez días después de su misteriosa desaparición, a 400 kilómetros de la mansión en la que vivía, en lo alto de la colina de Portofino, en su exclusiva Villa Altichiara.

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El cuerpo de la sensual condesa Francesca Vaca Agusta fue encontrado diez días después de su misteriosa desaparición, a 400 kilómetros de la mansión en la que vivía, en lo alto de la colina de Portofino, en su exclusiva Villa Altichiara.

Estaba entre las rocas, en una playa de la Costa Azul, Francia, desnuda y completamente irreconocible. La cabeza sin pelo, fracturada por golpes y sus pies comidos por los peces. Le quedaban en sus manos un par de anillos. El Rolex de oro con cierre especial que nunca se quitaba había desaparecido. El cadáver solo pudo ser identificado por radiografías dentarias. A partir del hallazgo, cada explicación o cada investigación realizada, lo único que hizo fue empantanar más el caso. Al punto que terminó siendo cerrado sin ser esclarecido.

¿Quién era Francesca?

La llamativa mujer había nacido en Génova, era de origen modesto y según las descripciones, bellísima. De cabellos cobrizos, senos turgentes y cuerpo esbelto. Poseía, además, una altísima autoestima, una especial capacidad para las relaciones públicas y, por ello, se convirtió en la anfitriona, por excelencia, de la alta sociedad italiana, cuando se casó con el fabricante de helicópteros el Conde Corrado Agusta, amigo de grandes personalidades de la época, como el sha de Persia, entre otros. Eran los míticos años 60. Ella tenía 25 años y él, 45. Gozaron de fiestas y todo tipo de excesos hasta principios de los 80. Habían pasado casi dos décadas de matrimonio, y el conde no se privaba de disfrutar de la vida mundana y no le faltaban partenaires dispuestas a seguirlo a cualquier punto del mundo al que se le ocurriera ir.

Francesa, por su parte, también había comenzado a coleccionar amantes.

Finalmente, en 1985, se divorciaron. A ella le tocó una parte sustanciosa de la fortuna de su noble exesposo, que constaba en sumas millonarias y una residencia espléndida y famosa: Villa Altichiara, emplazada en lo alto de una colina en Portofino, lugar favorito de grandes burgueses y aristócratas europeos, muy cerca de Génova. En 1989, murió el “rey de los helicópteros”, como se lo conocía en Italia, y comenzaron las peleas por los millones del conde.

Su residencia en esa Villa coincidió fortuitamente, o no, con una seguidilla de contratiempos para la excéntrica mujer. Allí conoció a Maurizio Raggio, un empresario del jet set, dueño de un restaurante que era frecuentado por Bettino Craxi, líder socialista y primer ministro. En 1994, quedó imputada ella y su amante en la Operación Manos Limpias de Milán. Los acusaron de ser testaferros de la fortuna de Craxi, millones de dólares obtenidos a través de la corrupción.

La pareja huyó a Cuernavaca, México, donde ella tenía otra mansión. En 1997, fueron extraditados y cumplió dos años de arresto domiciliario. Ya separada de Raggio, comenzó a rodearse de personajes extraños. Entre ellos, una físicoculturista y modelo porno que se transformó en su dama de compañía y un amante mexicano, Tirso Cházaro Rosario.

Con ambos estaba cuando, esa fría y ventosa noche del 8 de enero, se fue con lentes de sol y una bata rosa hacia el mar. Se supone que cayó de una altura de 80 metros. Pero sus chinelas fueron encontradas en dos lugares muy distantes y la autopsia determinó que no había agua en sus pulmones.

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