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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Informar con claridad, clave de la democracia

Martes, 08 de octubre de 2013 01:55

La Argentina vive momentos de intensa incertidumbre ante la enfermedad de la Presidente. No debería ser así, pero hay dos factores que vuelven el tema sumamente delicado. Por una parte el hecho de que el modelo de gobierno kirchnerista se caracteriza por menospreciar las instituciones y conducir los destinos de la Nación bajo un manto de discrecionalidad absoluta. No existe nada definido, porque no existen políticas de Estado en ninguna materia. De manera que si la Presidente no está, no se sabe quién ni en qué sentido se adoptarán las próximas decisiones en materia económica, por ejemplo.

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La Argentina vive momentos de intensa incertidumbre ante la enfermedad de la Presidente. No debería ser así, pero hay dos factores que vuelven el tema sumamente delicado. Por una parte el hecho de que el modelo de gobierno kirchnerista se caracteriza por menospreciar las instituciones y conducir los destinos de la Nación bajo un manto de discrecionalidad absoluta. No existe nada definido, porque no existen políticas de Estado en ninguna materia. De manera que si la Presidente no está, no se sabe quién ni en qué sentido se adoptarán las próximas decisiones en materia económica, por ejemplo.

El segundo factor que genera temor e incertidumbre es la persona del vicepresidente de la Nación, quien no ha demostrado aptitudes para ejercer el cargo presidencial y se ha ganado la desconfianza, en algunos casos, y el rechazo, en otros, de los distintos sectores políticos, incluyendo a los sectores kirchneristas y “amigos” del Gobierno.

La solución legal del caso surge de la misma Constitución Nacional, cuyo artículo 88 prevé que “en caso de enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia o destitución del presidente, el Poder Ejecutivo será ejercido por el vicepresidente de la Nación...”. De manera que la Carta Magna contempla dos situaciones de acefalía: la transitoria (enfermedad o ausencia) y la permanente (muerte, renuncia o destitución).

Ante una enfermedad pasajera, uno de los supuestos de acefalía transitoria, el presidente debe inmediatamente emitir un acto cumpliendo dos “formalidades” urgentes e ineludibles: delegar el cargo en el vicepresidente mientras dure su enfermedad e informar acabadamente al Congreso de la Nación. En estas horas se escuchó a voceros presidenciales decir que la Presidenta puede conservar para sí el ejercicio de las competencias presidenciales.

Eso sería cierto si se tratara de un simple reposo (delegando, por ejemplo, algunos actos protocolares), pero de ningún modo es posible ante una intervención quirúrgica, caso en el cual el presidente debe delegar al vicepresidente el ejercicio del Poder Ejecutivo. El vice suple interinamente al presidente pero con plenitud de las competencias constitucionales.

En el caso bajo tratamiento, la Presidenta debe pedir licencia o se expone a incurrir en una causal de desobediencia a la Constitución Nacional, cuya solución, también constitucional, es el juicio político por parte del Congreso de la Nación. En este caso ocurriría una “destitución”.

Pero este no es, quizá, el principal problema que Argentina atraviesa por la enfermedad presidencial.

El verdadero problema constitucional podría generarse no por la enfermedad misma (cualquier presidente se puede enfermar) sino por la actitud esquiva y de ocultamiento sobre lo que realmente le pasa a la Presidenta. No solo es grave no informar a la ciudadanía, sino fundamentalmente desinformar y ocultar al Congreso de la Nación.

El Congreso es el órgano federal y republicano por excelencia, que ante hechos como el que comentamos debe asumir con firmeza y legalidad sus funciones, exigiendo a la Presidenta cumplir acabadamente las competencias asignadas o explicar fundadamente las razones por las cuales no puede hacerlo y por cuanto tiempo.

Un político español, Mugica Herzog, expresó alguna vez: “La democracia no es el silencio sino la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”.

Lo que podríamos agregar es que la claridad en la exposición de los problemas y la existencia de medios para resolverlos hacen a la “confianza” que debe reinar entre el pueblo y el gobierno. Solo cabe esperar que la Presidenta y el Congreso no defrauden nuestra confianza.

 

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