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Una impostora se hizo pasar por princesa durante años

Domingo, 31 de marzo de 2013 10:36
La duda acerca de si era o no Anastasia tuvo que ver con que durante años no se supo dónde estaban sepultados sus restos.

En octubre hará 19 años que se conocieron los resultados de las pruebas de ADN con lo que se cerró un largo capítulo de la historia al quedar demostrado finalmente que Anna Anderson Manahan no era la carismática princesa Anastasia, hija del zar de Rusia Nicolás II, como ella afirmó hasta el día de su muerte.

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La duda acerca de si era o no Anastasia tuvo que ver con que durante años no se supo dónde estaban sepultados sus restos.

En octubre hará 19 años que se conocieron los resultados de las pruebas de ADN con lo que se cerró un largo capítulo de la historia al quedar demostrado finalmente que Anna Anderson Manahan no era la carismática princesa Anastasia, hija del zar de Rusia Nicolás II, como ella afirmó hasta el día de su muerte.

La gran duquesa Anastasia era la menor de las hijas de Nicolás II quien fue asesinado junto a su esposa, todos sus hijos y su personal de confianza, el 17 de julio de 1918, durante la revolución bolchevique.

Anna Anderson, quien estuvo casada con un adinerado profesor de historia, Jack Manahan, que se hacía llamar el “gran duque en espera”, falleció 10 años antes de que se conocieran estos resultados definitorios: el 12 de febrero de 1984 en Charlottesville, Virginia, Estados Unidos.

De este modo, en octubre de 1994 se ponía fin a un intento de robo de identidad que tuvo en jaque a muchas personalidades de la época que creyeron en la historia de esta polaca, empleada de una fábrica que sufría de desvaríos mentales. Médicos y parientes directos de la familia Romanoff llegaron a creer lo que sostenía esta mujer, quien reclamaba para sí el ser tratada como la gran duquesa Anastasia, siendo así, la única que había podido escapar de las balas bolcheviques, según la historia por ella contada. Tal vez esa credulidad, de parte incluso de algunos primos de Anastasia, se basaba en la esperanza de encontrar con vida a algunos de los integrantes de la familia imperial.

Crédulos e incrédulos

Los científicos Syd Mandelbaum y Peter Kurth echaron por tierra esa fantasía, a través de un comunicado en el que afirmaron que habían conseguido muestras de cabello que pertenecía a Anna y que junto con el doctor Mark Stoneking, profesor de antropología de la Universidad de Pensilvania, extrajeron ADN de las muestras y pudieron compararlo con las secuencias genéticas publicadas de la madre de la gran duquesa Anastasia Romanoff, la emperatriz Alejandra Feodorovna. “El ADN de la señora Anna Anderson Manahan no se ajusta a las secuencias genéticas publicadas de la emperatriz”, decía el comunicado. El caso de Anastasia motivó todo tipo de especulaciones, libros y películas, una de ellas protagonizada por la gran actriz Ingrid Bergman y una de las últimas y de las más románticas versiones fue Anastasia, película de animación de Walt Disney estrenada en 1997.

Enigmática

La enigmática Anna en realidad había nacido en Polonia en 1896, y apareció en escena en 1920 cuando fue rescatada de las aguas de un río en Berlín en donde había intentado suicidarse. A raíz de esto fue internada en esa misma ciudad en un psiquiátrico. Al principio fue registrada como “paciente desconocida” porque se negó a revelar su identidad, cosa que mantuvo de por vida aunque más tarde usaría el apellido Tschaikovsky y, finalmente, Anderson. Recién en 1922 comenzó a circular la versión de que era la gran duquesa Anastasia que, según comenzó a correr el rumor, había logrado salvar su vida aquel fatídico 17 de julio de 1918. Por supuesto que para instalar esa versión contó con la comprensión o complicidad de gente que creyó su historia.

La mayor parte de los miembros de la familia de Anastasia y los que la habían conocido, incluyendo al tutor de la corte Pierre Gilliard, dijeron desde un primer momento que era una impostora, pero otros estaban convencidos de que era la gran duquesa. Ernesto de Hesse-Darmstadt, duque de Hesse y hermano de la Zarina, financió una investigación privada realizada en 1927, que logró identificar a la impostora como Franziska Schanzkowska, una obrera polaca con un historial de enfermedades mentales. Pero fue muchos años después, cuando se realizó el estudio de ADN, que se pudo confirmar lo que muchos sospechaban: el resultado coincidió con el de Karl Maucher, un sobrino nieto de Franziska Schanzkowska.

Sin tumbas, surgieron las especulaciones
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Visto a la distancia y con la ciencia al alcance de la mano, parece increíble que alguien haya creado y sostenido en el tiempo una fantasía de tal magnitud, al punto que se llevó a cabo un largo juicio que se prolongó por décadas hasta que los tribunales alemanes resolvieron que Anderson no había logrado “demostrar” que era la gran duquesa Anastasia, pero tampoco podían afirmar categóricamente que no lo fuera.


¿Por qué surgen las dudas?
La dudas y los impostores surgieron porque en la época de los hechos las autoridades revolucionarias no dieron información ni de cómo habían muerto ni a dónde estaban los cuerpos. En 1989 salió a la luz unl informe realizado por el encargado de la ejecución, Yákov Mijáilovich Yurovski, en lo que se conoció como el Informe Yurovski dirigido a sus superiores.


La ejecución

Después de la abdicación de Nicolás II, Rusia entró en una guerra civil que no dio tiempo a que las casas reales europeas rescataran a la familia imperial. Según el informe, aquella noche los Romanoff fueron sacados de los dormitorios, incluido el personal de servicio más cercano, los llevaron a un sótano y luego de una agonizante espera, ingresaron sus ejecutores y los acribillaron. Los cuerpos fueron enterrados en un lugar secreto. Esto dio lugar a que muchos fantasearan con que habían logrado escapar. Pero en 1991 los restos de la familia fueron exhumados de una fosa común. Faltaban los cuerpos de Anastasia y el pequeño Alexis. Estos dos fueron encontrados en 2007. Ambas tumbas estaban en los bosques de Ekaterimburgo, localidad donde fueron asesinados.

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