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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La huida de un héroe de guerra polaco: ¿ladrón o depresivo?

Sabado, 20 de abril de 2013 23:02

El 15 de enero de 1963 desapareció misteriosamente el ingeniero Jerzi Orseszko de 48 años, gerente de la empresa británica Boroquímica, de Campo Quijano. El hombre, cuya vida es digna de ser relatada en una novela de suspenso, había nacido en Varsovia, Polonia y se había recibido de ingeniero químico en una universidad de esa ciudad. Luego tuvo una destacada actuación militar en la Segunda Guerra Mundial al servicio de su país y luego al servicio de la Corona Británica. Había llegado a la Argentina en 1948. Al momento de su desaparición estaba casado con una inmigrante rusa, Eva Pleykus, con quien vivía en Campo Quijano, en una casa propiedad de la empresa.

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El 15 de enero de 1963 desapareció misteriosamente el ingeniero Jerzi Orseszko de 48 años, gerente de la empresa británica Boroquímica, de Campo Quijano. El hombre, cuya vida es digna de ser relatada en una novela de suspenso, había nacido en Varsovia, Polonia y se había recibido de ingeniero químico en una universidad de esa ciudad. Luego tuvo una destacada actuación militar en la Segunda Guerra Mundial al servicio de su país y luego al servicio de la Corona Británica. Había llegado a la Argentina en 1948. Al momento de su desaparición estaba casado con una inmigrante rusa, Eva Pleykus, con quien vivía en Campo Quijano, en una casa propiedad de la empresa.

De acuerdo a sus amistades y a los mismos trabajadores de la firma, Orseszko era una persona educada gentil, responsable y amable con todos y por otro lado tenía una relación armoniosa con su mujer. No se le conocían enemigos ni aventuras amorosas.

Rutina de un hombre ejemplar

Jerzi Orseszko había viajado a la provincia de Tucumán como lo hacía regularmente para realizar una serie de trámites para la Boroquímica. Es así que el lunes 14 de enero llegó al anochecer a la vecina capital, alojándose en el hotel Premier. Allí le comentó a los empleados del lugar, quienes lo conocían de hacía tiempo, que al otro día debía hacer trámites temprano para poder retornar a Salta a las 15 ya que esa noche, a las 22, tenía una reunión muy importante del Club de Leones, en el Hotel Salta, a la que por supuesto, no llegó nunca.

El regreso

Efectivamente, en una casa proveedora a la que iba habitualmente, realizó las adquisiciones necesarias antes del mediodía, luego almorzó y alrededor de las 15 regresó a uno de los comercios que había visitado, para cargar en su camioneta un aparato que había comprado. Sin embargo, comenzó a llover, motivo por el cual desistió y encargó a sus proveedores que lo enviaran a Quijano por medio de un transportista. Poco después, subió a su camioneta y llegó hasta la localidad de Trancas, en Tucumán. Estacionó en una playa de YPF ubicada al costado de la ruta y le avisó al dueño del lugar que dejaría allí su vehículo porque presentaba desperfectos mecánicos. Le dijo, además, que posteriormente la retiraría él o el señor Dickie, persona de su confianza, también empleado de la empresa. Inmediatamente después, abrió el capó, retiró el rotor del motor, cerró la camioneta y le entregó las llaves, en custodia, al propietario del surtidor. Luego le pidió al conductor de un Jeep que estaba de paso hacia Tucumán, que lo acercara para comprar el rotor. Eso ocurrió alrededor de las 18.15. Al llegar a la Ciudad Jardín, despachó un telegrama a su empresa, pidiendo que le enviaran un mecánico con un rotor y al señor Dickie...

 Una falla mecánica o  ¿una ingenua excusa ?

Desde Salta, parte el ayudante del ingeniero y un chofer de la compañía, llevando el repuesto. Cuando estos llegan a Trancas, cambiaron el rotor y el mecánico volvió manejando la camioneta a Salta, pero no trajeron  al ingeniero, cuando llegaron a Quijano, la mujer de Orseszko pidió que lo buscaran, por lo que el chofer, da media vuelta y parte nuevamente hacia Tucumán para retirarlo desde el hotel Premier. Pero ocurre algo inesperado: “El ingeniero se fue de aquí el martes a las 15 y no hemos vuelto a verlo”, respondió el conserje del establecimiento... a partir de ese momento, todas son conjeturas.

Iniciado el gran misterio, todas las decisiones que tomó el ingeniero, surgen como ilógicas y descabelladas. ¿Cómo es que llegó hasta Trancas, si el rotor de la camioneta estaba roto? ¿Por qué sacó el rotor y se fue a Tucumán, para pedir auxilio desde ahí? ¿Qué hizo con su equipaje? ¿Por qué se fue en un Jeep, en vez de tomarse un taxi, comprar el rotor en Tucumán, que está a 60 kilómetros, y regresó para colocarlo nuevamente y retomar el viaja a Salta? ¿Por qué el dueño del surtidor recordó perfectamente a qué hora se fue, pero no el color del Jeep? Además de tantas preguntas sin respuestas.

  Un viaje extraño y  un final inesperado

Se realizó la denuncia y comenzó una minuciosa búsqueda. Incluso la Boroquímica ofreció una recompensa de $100.000 a quien diera información certera sobre su paradero. A la confusión se sumó que unos días después, un estudiante de Campo Quijano aseguró haberlo visto en el centro de Córdoba, ocasión en que lo saludó. Sin embargo, un intenso rastrillaje en La Docta, no dio resultados. A medida que fueron pasando los días se pensó que a Orseszko no le había pasado nada malo, sino que se trataba de una desaparición voluntaria. Pero también se lo acusó de desfalco a su empresa por un millón de pesos. La esposa negó tal hipótesis y acusó a empleados de la compañía por sospecha de secuestro seguido de muerte contra su esposo. Las cosas se pusieron cada vez más turbias. Sin embargo, cuando todo parecía estar perdido, la Policía de Santa Fe, detuvo al intrigante ingeniero en plena calle. A los pocos días lo trasladaron incomunicado y custodiado a Salta. El ingeniero siempre se mantuvo en su postura: se sentía triste y sin ganas de vivir. Parecía que un problema de depresión lo había llevado a deambular por el país. En la semana del 20 de mayo, el juez interviniente, Marcelo Diez, ordenó un examen exhaustivo sobre la salud mental del detenido que lo realizaron los doctores Mario Falco, Roland Colina y Francisco Emanuelli. Orseszko nunca negó que se fue voluntariamente pero no pudo explicar por qué lo hizo. El 23 de mayo el juez Diez le otorgó la libertad por falta de mérito en la causa por desfalco, lo cual fue avalado por el fiscal. Se demostró que nunca hizo movimientos bancarios ni cobros de cheques. La incógnita continúa... ¿qué buscaba el ingeniero ?

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