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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Juan, el ingeniero que se convirtió en vagabundo

Jueves, 23 de mayo de 2013 08:12

Caminaba por la vera de la ruta 68 rumbo a Cerrillos. Indigente, croto, linyera. Alto y con mucho pelo. Las botellas colgaban de su humanidad y los pantalones rotos lo convertían en un espectro. Imposible vivir a la pesca de una historia y no parar a sondear el misterio que destilaba en sus pasos cargados, a preguntarle cuándo trastocó su vuelo; cuándo la feroz maquinaria globalizadora le puso sombra a su alma; cuándo perdió el brillo de la mirada.

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Caminaba por la vera de la ruta 68 rumbo a Cerrillos. Indigente, croto, linyera. Alto y con mucho pelo. Las botellas colgaban de su humanidad y los pantalones rotos lo convertían en un espectro. Imposible vivir a la pesca de una historia y no parar a sondear el misterio que destilaba en sus pasos cargados, a preguntarle cuándo trastocó su vuelo; cuándo la feroz maquinaria globalizadora le puso sombra a su alma; cuándo perdió el brillo de la mirada.

- Señor, espere. ¿Cómo se llama?

- Me llamo Juan.

- ¿Y el apellido?

- Juan y lo dejemos ahí.

Su tonada era porteña. Su vocabulario, el de alguien que ha recibido educación. Imposible para cualquiera sincronizar su imagen con su forma de hablar. Entonces la curiosidad se volvió un torbellino.

- ¿Y qué hace por acá?

- Todos los días camino 20 kilómetros o más. Voy a visitar amigos.

- ¿Y a qué hora emprenderá la vuelta hoy?

- Cuando termine de hablar con mis amigos... hoy, o mañana. No sé.

Envuelto en las mareas de sus harapos, desprendido de los relojes y de la historia, este hombre debajo de la barba descuidada y canosa, se descubría como un olvidado más, de esos que no entran en las categorías sociológicas. Pertenece al subgrupo marginado del sistema productivo, inactivo sin hogar, sin profesión, sin ascendencia ni descendencia, que no busca trabajo ni recibe planes sociales, y que efectivamente no emitió su voto en las últimas elecciones.

- ¿Cuándo se volvió un linyera?

- Usted escuche y después escriba. (Ordenó). Y dijo después: “Vivo como tengo que vivir. Usted tiene trabajo porque tiene ganas de trabajar, pero puede pasar que un día venga gente que ni la conoce y le diga que tiene mala onda, que hace mal las cosas y la jodan para siempre. Después hay que bancar lo que se viene. La mafia cobró poder, hay gente subyugada, gente responsable de la realidad que se vive, y alguien como yo hace lo que puede y sale al paso como puede”.

- ¿Cuántos años tiene Juan?

- Más de 40. Y lo dejemos ahí también.

- ¿Tenía una vida diferente a ésta?

- Sí. Tenía otra vida, tenía un trabajo. Yo no elegí estar así. Fui empujado. La gente que preparó la toma del poder, gobierna, y todas las inquietudes que están en la mesa de negociaciones hoy, se prepararon hace mucho tiempo. Abordaron todo el plan con psicología y sociología y ahora la sociedad vive ese plan. Unos viven la psicología que ellos tienen ganas de que vivan y otros tenemos una sociología y una psicología distinta, bien puesta, propia, y sobrevivimos de esa manera. Hay cosas que se viven, cosas que se aprenden y otras cosas que se subyugan. Cuando todo está dentro del sistema, la gente piensa y trabaja del modo que aprende. Pero cuando uno supera esa etapa, vive así, como yo.

Entonces sus ojos claros se perdieron en alguna profundidad sin retorno. Pensar en esa etapa que “superó” y que justifica de algún modo su presente vagabundo, lo arrojó a un abismo de silencio, al delirio de las verdades y mentiras de una sociedad hecha para triunfadores, que pretende, una vez más, lavarse las sucias manos de la indiferencia.

- Juan, Juan. ¿Dónde trabajaba?

- En una empresa de ingeniería.

- ¿Usted es ingeniero?

- Ingeniero mecánico. Yo trabajé para el Estado.

- ¿Cuándo?

- Hace 20 años, 15 años, 5 años... no daré precisiones. Trabajar para el Estado es tener buenas relaciones con quién a uno le paga. Yo no hice cosas que no quise, nunca actué por fuera de mis convicciones. No se ofenda, pero yo defiendo a la patria. Y no como ustedes los periodistas, por ejemplo, que se escudan en las cosas que les ordenan publicar o no publicar, para estar en el sistema. Yo defiendo a la patria de cualquier manera; a cualquier precio.

Así quiso poner fin al relato con escenas recortadas de su hábitat subterráneo, de su pensamiento en laberinto. Nunca se sabrá qué voz interna le ordenó seguir su viaje mudo, a contramano de las preguntas que quedaron estancadas en la banquina y en la garganta.

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