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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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No le salía un ejercicio y su entrenador la mató a golpes

Sabado, 15 de junio de 2013 22:44
Andrea Giurca tenía 11  años cuando su entrenador  de gimnasia artística, Florin  Gheorghe la mató. Lo  acusaron de “imprudencia”  
 

El entrenador rumano Florin Gheorghe tomó la cabeza de la pequeña gimnasta Adriana Giurca (11) y la golpeó entre cinco y seis veces contra la barra. Aún así, la niña intentaba contener el llanto y seguir con su rutina, mareada por semejante golpiza.

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Andrea Giurca tenía 11  años cuando su entrenador  de gimnasia artística, Florin  Gheorghe la mató. Lo  acusaron de “imprudencia”  
 

El entrenador rumano Florin Gheorghe tomó la cabeza de la pequeña gimnasta Adriana Giurca (11) y la golpeó entre cinco y seis veces contra la barra. Aún así, la niña intentaba contener el llanto y seguir con su rutina, mareada por semejante golpiza.

Gheorghe la obligó a subir a la barra y realizar un salto complicado. Teniendo en cuenta el castigo, el mareo y la situación de estrés que estaba viviendo, la pequeña atleta terminó en el piso y fue allí cuando, totalmente fuera de sí, su maestro la agarró a golpes de puño y puntapiés. Descontrolado, le gritaba “­no llorés!”, “­callate!” y le profería irreproducibles insultos por su falta de concentración y apego a las órdenes impartidas... Adriana no se levantó más.

Atónito, Florin Gheorghe, tomando conciencia del descalabro provocado por su ira, levantó a la niña y la llevó a los vestuarios, pidiendo desesperadamente la ayuda de Nuti Boboc, otro entrenador. Llamaron una ambulancia, pero la gimnasta entró en coma, y murió un par de horas después.

El responsable de tamaña brutalidad dijo a la Policía que su alumna se había caído de las barras asimétricas, pero los médicos constataron que las lesiones no eran compatibles con una caída sino con una fuerte golpiza.

 

Los antecedentes

La menuda figura de Adriana Giurca se deslizaba sobre las barras asimétricas con la misma naturalidad con la que el resto de los mortales caminan. Sin embargo, el entrenamiento para llegar a ese estándar es muy duro. En la gimnasia artística hay mucho de talento y destreza pero también un extraordinario trabajo diario y una disciplina propia de un comando militar.

Su muerte hizo reflexionar a la Justicia y a la opinión pública, al comenzar a revisarse los métodos de los entrenadores rumanos, famosos por la lluvia de medallas que cosechaban sus discípulos en las competencias internacionales. El caso de Adriana sacó a la luz los terribles episodios que les tocaban vivir a los pequeños gimnastas balcánicos durante sus capacitaciones.

La actitud de Florin Gheorghe, que en ese momento tenía 25 años, en noviembre de 1993, resultó ser muy común en la época. Pero ese día de noviembre en particular, este entrenador había llegado de mal humor, más de lo acostumbrado y sus pupilas lo notaron apenas lo vieron entrar. Los insultos y los golpes eran una constante en su trabajo y en su obsesión por los resultados. Sin embargo ninguna habló, en ese momento sobre lo que había visto en la fatal jornada en la que Adriana dejó de existir. Todos habían sido testigos, pero el temor las dominó y en un acuerdo tácito, decidieron hacer lo acostumbrado: callar y aguantar.

 

 

Gimnasia artística: del glamour al terror


Meses después, otra pequeña gim­nasta, agobiada por los recuerdos y la pena, decidió contar lo que había visto. Tras ella, todos declararon lo sucedido y el escándalo sacó a la luz algo que se mantenía oculto desde hacía décadas: las tremendas palizas
y presiones a los gimnastas rumanos por parte de sus conductores.

Disciplina cruel

El mundo que se conmovió ante la brillante Nadia Comaneci, la ruma­na que se llevó un enjambre de me­dallas en dos Olimpíadas consecuti­vas y quien se movía sobre las barras haciendo extraordinarias contorsio­nes, ahora se horrorizaba al saber que tal perfección era producto de una disciplina cruel y despiadada. Las niñas una vez que entraban en las rutinas de entrenamiento, baja­ban la cabeza y aguantaban lo que fuera por triunfar. La mayoría de es­tas precoces atletas proviene de fami­lias pobres cuyos padres ven en el de­
porte de elite una salida para sus hijas y por eso, sabiendo a lo que eran so­metidas, callaban de manera cómplice. Entre ellos, los padres de Adriana, que habían observado ya en varias oportunidades que la niña lle­gaba con magulladuras y moretones.

Sin embargo, cuando le preguntaban qué le había ocurrido, ella respondía que se había golpeado con los apara­tos del gimnasio. Andrei Nourescu, el periodista que cubrió la historia para Sportul Romanesc de Bucarest, descubrió e informó que los familiares de Adriana habían pedido el cambio de entrenador y que la niña fuera transferida a otro club, lo que efectivamente fue acordado, aunque
por razones burocráticas debió per­manecer dos semanas más en la ins­titución en la que se le esfumó la vi­da. “Los padres no se quejaron de los funcionarios (Federación Rumana) ni siquiera de la Policía que investi­gaba”, dijo el periodista. “Creo que se sentían mal porque hicieron muy poco para sacarla de esa situación”, apuntó.
  

 Lo condenaron  por imprudencia

Las autoridades deportivas rumanas dijeron a la prensa y ante la Justicia que estas acciones no eran comunes en las escuelas de gimnasia, pero los hechos y los testimonios echaron por tierra esto. La condena que le dio el Tribunal a Gheorghe, en febrero de 1995, fue solo de 8 años, “por imprudencia”, y el pago de una indemnización a la familia equivalente a 5.600 dólares.

A pesar de tan leve castigo, este terrible hecho destapó los padecimientos que sufren las gimnastas, sobre todo las rumanas. En general, esto es resultado de que las niñas están en manos de jóvenes y ambiciosos entrenadores que tienen a su cargo la vida de estas pequeñas, a quienes las obligaban (¿obligan?) a realizar acrobacias demasiadas difíciles para su edad a un ritmo infernal.

 

El horror en la  trastienda 

El mismo Florin Gheorghe declaró que el famoso entrenador rumano, Bela Karolyi, el hombre que revolucionó la gimnasia mundial, usaba el castigo corporal como una clave para el éxito. Karolyi fue el entrenador de Nadia Comaneci, quien ganó los juegos olímpicos de Montreal en 1976 y Moscú en 1980. Por supuesto, Karolyi negó rotundamente tales afirmaciones.

En la historia de la gimnasia artística hay varios casos de accidentes gravísimos, como el de Elena Mukhina que en 1980 tuvo una caída que la dejó tetrapléjica (murió en 2006); lo mismo le ocurrió a Sang Ian (China) en 1998. Julissa Gómez (San Antonio-EEUU), sufrió un accidente de las mismas características, muriendo por una infección en 1991, a los 19 años. Alexandra Huci (Rumania), falleció a los 12 años por una hemorragia cerebral, en 1989. Christy Henrich (EEUU) corrió la misma suerte, a los 22, por una disfunción multiorgánica, derivada de una anorexia (1994). Hilary Grivich, del equipo de EEUU murió a los 20, en 1997, al perder el control del auto que manejaba.

Salvo, Ian, todas perdieron la vida. Como se podrá observar el pico de accidentes gravísimos, se dio en las décadas 80 y 90 del siglo pasado. A esto se sumaron el rápido desgaste físico de las gimnastas, el estrés emocional y los trastornos alimentarios.

 

 

 

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