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“A Salta vengo cada vez que me hacen señales de humo”

Domingo, 18 de agosto de 2013 03:44

El anecdotario que Juan Carlos Saravia conserva en su entretenida memoria sorprende. No recuerdo en mi carrera periodística una entrevista tan singular como la mantenida con este mito viviente de la cultura nacional, nacido en cuna salteña. Sale y vuelve a entrar en el reportaje con la misma naturalidad que sonríe y que desgrana uno tras otro los episodios, como en una línea del tiempo infinita en la que alterna nombres, apodos, fechas, escenarios, lugares. Todo, con un relato desbordado de una picardía que salpica tanto desde sus ojos como desde su habla. Y una recurrente vuelta atrás a algún punto de su carrera con Los Chalchaleros que permitió lucir la identidad argentina por el mundo durante más de 50 años. Por esto y por muchas cosas más, Juan Carlos Saravia hoy Dice lo Suyo.

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El anecdotario que Juan Carlos Saravia conserva en su entretenida memoria sorprende. No recuerdo en mi carrera periodística una entrevista tan singular como la mantenida con este mito viviente de la cultura nacional, nacido en cuna salteña. Sale y vuelve a entrar en el reportaje con la misma naturalidad que sonríe y que desgrana uno tras otro los episodios, como en una línea del tiempo infinita en la que alterna nombres, apodos, fechas, escenarios, lugares. Todo, con un relato desbordado de una picardía que salpica tanto desde sus ojos como desde su habla. Y una recurrente vuelta atrás a algún punto de su carrera con Los Chalchaleros que permitió lucir la identidad argentina por el mundo durante más de 50 años. Por esto y por muchas cosas más, Juan Carlos Saravia hoy Dice lo Suyo.

Ya lejos de los escenarios, ¿extaña el público, los aplausos?

No. No porque estoy en Sadaic y en Aadi, una recauda por los discos que pasan y la otra las canciones que cantan, y en contacto con toda la gente de la música. Desde las dos instituciones también nos preocupamos por la contención de los viejos autores, porque cada vez pasan menos su música, cada vez se escuchan menos. Por ejemplo, conseguimos que a los 75 años tengan los medicamentos gratis.

Además, les damos una especie de mensualidad, de acuerdo a lo que hayan cobrado.

¿Cuál cree que fue secreto de tanta vigencia de Los Chalchaleros?

Creo que la musicalidad que le introdujo Ernesto Cabeza influyó mucho. Se cantaba con poco acompañamiento y él hacía unas variaciones interesantes. Creo que Ernesto hizo escuela como guitarrista.

¿Alguna vez tuvieron problemas por usar la ropa de gaucho?

Jamás. El único problema era cuando los trajes se manchaban. Una vez, en una jineteada, Pancho se derramó primero café y después vino tinto, pero lo bueno es que aprendimos que la mancha de vino tinto se saca con vino blanco.

¿Y qué contesta cuando le dicen que Los Chalchaleros eran los cantantes de los "cholos'?

Es cierto que nos tenían por "cholos', como gente de plata, pero nosotros no teníamos ni un mango. Fuera de Salta, nos tenían como adinerados y nosotros nos reíamos. Pero eso nos vino muy bien porque nos ofrecían muy buenos contratos, entonces sí empezamos a hacer dinero, y de una manera curiosa.

¿Cómo fue?

En una ocasión vino a Salta un señor de las heladeras Sigma que se venderían en Savantor. El gordo Baggini que era el dueño de las heladeras, hizo una comida en su casa, nos invitó a comer y después cantamos. Baggini nos dijo que él nos llevaría a cantar a Buenos Aires. Les voy a mandar de allá una carta, n os dijo, cosa que nosotros no creímos. Sin embargo, a los pocos días recibimos la dichosa carta desde Buenos Aires pidiéndonos un presupuesto. Bueno, dije yo, pidamos mucho así no nos llevan porque no teníamos ganas de irnos. Era 1950, le pedimos 50 mil pesos, a lo que contestó que eso no podía pagar pero sí 35 mil pesos por mes. En ese tiempo, (Juan Domingo) Perón decía que ganaba 300 pesos por mes como presidente de la Nación.

¿Quién los contrataba?

Radio Splendid, era un contrato por tres meses, renovable. Los Fonterizos llegaron cinco años después, también tuvieron suerte. Porque todo es cuestión de suerte, y puedo dar fe de eso. Una vez, un señor nos llevó una cueca grabada por él, pero tan mal cantada que cada vez que la escuchábamos nos reíamos mucho. Cuando estábamos cansados de grabar Cabezas decía “bueno, hagamos un descanso y escuchemos la cueca”. Y un día la escuchamos detenidamente, y alguien dijo: “che, no es tan mala”. La grabamos y fue el nombre del disco, un LP que tenía 12 canciones. Lo que pasa que nadie sabe cuál es el motivo por el cual gusta o una canción. El verdadero folclor no tiene dueño, le pertenece al pueblo. Esa es la acepción de la palabra folclore. Y le quiero contar si puedo seguir hablando...

Pero, por favor, estamos acá para escucharlo a usted...

Sabe que a mí me decían “lalabia” en vez de Saravia, porque hablo yo y no dejo hablar a nadie, así que ahora me voy a callar un rato.

Siga, por favor, si al que hay que escuchar es a usted.

Bueno. Hablando del folclore estábamos cuando le iba a decir que tenemos media sanción en la Cámara de Diputados para establecer la Academia Nacional del Folclore (ahora se llama Academia del Folclor de la República Argentina). Esperamos que en la próxima sesión ya tendrá sanción definitiva.

¿Algún lugar del mundo que Los Chalchaleros no visitaron?

Asia. Sucedió que un día nos quisieron llevar a Rusia y nos mandaron a invitar luego de dos meses en París. No pudimos ir esa vez, les pedimos ir más adelante, pero se ve que lo tomaron como una negativa y nunca más nos invitaron. Ni a Rusia, ni a Cuba. Y de Japón nos hablaron para ir, pero les pareció mucho el dinero que pedíamos. Nos ofrecieron que fuéramos y que grabáramos un disco porque se iba a vender como pan caliente. Nosotros contestamos que ya pasamos la etapa de probar las panaderías, así que si no “se ponen” no vamos. Y no fuimos.

¿Y en Africa?

Cantamos durante dos o tres días en Dakar y en Canarias, un territorio que pertenece a Africa. En Canarias hubo muchos latinos que conocían todo el repertorio; también conocen mucho tango. En Alemania nos pasó algo muy divertido: cuando nos presentamos en un teatro que estaba lleno, lo primero que dije fue que hablaría pausado así si había alguien que entendía castellano podía entender. La mayoría se rieron, y luego supe que íban a escucharnos para practicar el español

que aprendían porque querían irse a veranear a las islas Canarias. Cuando terminamos el recital, dejamos el escenario y la gente nos pedís “otra”, otra”, y Cabezas dijo: “no volvamos, estos gringos se están riendo de nosotros”, pero al mismo momento el director del teatro nos pedía por favor que volviéramos. Salimos de nuevo al escenario y seguían pidiéndonos “otra”. Nos llamaba la atención el éxito que teníamos, pero concluimos en que era porque les gustaba el idioma y la música.

Las anécdotas son infinitas.

Le cuento otra. Nosotros cantábamos la zamba “Angélica” y decíamos en una estrofa: “Mis brazos, fueron tu cuna, tu pelo, la luz...” y en realidad la letra original no decía pelo sino velo, pero nosotros dijimos pelo durante 20 años porque copiamos la letra de un disco de Los Quilla Huasi y así habíamos entendido. Un día fuimos a cantar a Mar del Plata y estaba el autor de la música y la letra de Angélica, Roberto Cambaré. Yo lo presenté, la gente pidió que cantara, por supuesto lo invitamos al escenario pero yo le dije claramente: “mirá Roberto, cuando cantes Angélica decí pelo, porque si no te voy a dar un patadón...”. Por supuesto que dijo pelo.

En Salta eran ignorados.

Nos echaban. Nosotros en Salta nos ofrecíamos para cantar y nos sacaban corriendo, no era fácil. Hasta que vino el gordo de las heladeras Sigma y entonces fue otra cosa. La gente empezó a creer que cantábamos bien.

¿No cantaban bien?

No sé. Nosotros

no sabíamos cantar ni tocar la guitarra. El único que sabía tocar la guitarra era Cabezas, pero no cantaba.

Sin embargo se hicieron famosos por la forma de cantar aspirando las últimas sílabas.

Claro que sí, pero hacíamos eso porque no sabíamos respirar para cantar. Yo tuve que ir a una fonoaudióloga (Ana Inchausti) porque un día me quedé mudo. Aprendí la técnica y ya no me puse más ronco, pero los discos ya estaban grabados así, y mal no nos iba a esa altura. Una vez Yupanqui nos dijo: “Paisanos, si ustedes me hubieran avisado a tiempo, yo me evitaba escribir tanta letra al cuete”. También nos dijo que por no decir la última sílaba conseguíamos la afinación perfecta. Y tenía razón.


CON LOS CHALCHALEROS, JUAN CARLOS SARAVIA
RECIBIÓ EL APLAUSO DEL MUNDO


Acaba de partir a otros escenarios el gran maestro Eduardo Falú. ¿Qué recuerdo tiene de él?

Muchísimos. Lo conocí cuando yo tenía 6 años y él 13. Iba a la escuela Normal donde se recibió de maestro. Iba con la guitarra a primero o segundo año. Enamoraba a las maestras, a las alumnas porque era muy pintón. Le decíamos “Nato” por la nariz que tenía, y siempre lo llamé así. Es cierto que ya no está entre nosotros, pero no hay que ponerse triste porque ahora Falú pasó a la inmortalidad, como los grandes de la historia, San Martín, Güemes.

En lo artístico, ¿cuál cree que fue su legado principal?

La música. El tenía una manera muy especial de tocar, una pulsación especial, parecía un concierto. Además, tenía la particularidad de cantar y con su guitarra hacer la musicalidad, no solo el acompañamiento del ritmo; hacía la segunda o tercera voz con notas, cosa que es muy difícil. Una maravilla de artista y de persona.

¿Qué opinión tiene sobre los grupos más nuevos como Los Huaira, Los Tekis, Canto 4...?

Me gusta oírlos. Yo no escucho discos jamás pero cuando los pasan por radio escucho porque vivo con la radio prendida.

¿Y qué le pasa cuando en la radio escucha a Los Chalchaleros?

Me resulta divertido. Me acuerdo cuando grabamos esa canción que escucho, y eso me gusta. ¡Hace tanto tiempo, pasamos tantas cosas! Imaginate que empecé a cantar a los 18 y ahora tengo 83, y hace 11 que dejamos de cantar. Canté durante 54 años, mirá si tengo recuerdos y anécdotas.

¿Qué recuerdos le quedan de las primeras actuaciones de Los chalchaleros?

Una vez salimos a cantar a Córdoba (era el primer ‘país extranjero’ que visitábamos) y fuimos a cantar a un colegio de monjas. En el lugar donde cantábamos, estaban las monjas agarradas de las manos haciendo un cordón para sujetar a las alumnas. Yo tenía 18 años y recuerdo que fue muy divertido porque cuando terminamos de cantar, las chicas rompieron la barrera y se vinieron hacia nosotros. Era 1950, el Año del Libertador general San Martín. Y fijate que ya teníamos club de admiradoras.

Recuerda el nombre de alguna de esas fans?

No. Después me casé y se acabaron las fans, pero luego enviudé y volví a tener fans hasta que me volví a casar las tuve que olvidar nomás.

¿Le molesta la referencia a la supuesta enemistad con Los Fronterizos?

Nunca hubo nada de eso. Es más, éramos muy amigos. Muchas veces a ellos les pedían canciones nuestras y a nosotros de ellos. Pero el colmo fue cuando a ellos les pidieron la Zamba del Chalchalero. No había tal enemistad, la gente hablada de eso, pero viste que en este país las cosas se plantea así, Boca o River, Chevrolet o Ford, Galvez y Fangio, Los Fronterizos y Los Chalchaleros.

¿Tiene ganas de cantar de nuevo?

No. Jamás canto en casa. Tengo como tres guitarras en casa; uno de mis hijos, abogado, le encanta cantar y toca la guitarras; Facundo canta solo y Polo (Román) y Pancho (Figueroa) ahora se van a presentar en el Teatro Coliseo. Pero yo nada que ver. Además, para esa fecha, mediados de septiembre, ya me vengo a Salta para hacer la Novena del Señor y la Virgen del Milagro con mi esposa.

¿Cada cuanto viene a Salta?

Cada vez que hacen señales de humo. Ahora ando con un problemita en la rodilla, no sé qué me pasa, tengo poca estabilidad.

¿Le quedaron sueños por cumplir?

No. Me casé dos veces con cura y todo. No me quedan deseos, en la vida me fue una maravilla, la gente me demuestra cariño, mucho cariños adonde esté.

“Es necesario enseñar folclore en las escuelas”

¿Qué piensa de la enseñanza del foclore en las escuelas?

Es una necesidad. Hay un proyecto en la Cámara de Diputados para la enseñanza de esta disciplina en las escuelas. Es un aporte fundamental que en la primaria y en la secundaria se enseñe desde los primeros años el paso de una danza, las primeras canciones.

¿Por qué dejó de enseñarse en las escuelas?

Porque las maestras tenían que ira a trabajar en dos turnos porque el sueldo nunca era tan bueno para que enseñen en una sola escuela. Entonces, llegaban las vísperas de las fechas patrias y la maestra de música nos enseñaba a cantar, a bailar. Aprendíamos, no académicamente, pero sí sabíamos que la zamba tiene su cadencia, su giro, el homenaje del pañuelo para la conquista de la mujer... porque las mujeres son terriblemente conquistadoras (risas)

...con o sin pañuelo (risas)

Sobre todo las chicas de hoy en día. Yo me asombro muchas veces cuando veo en la calle a los chicos jóvenes que se besan en la calle con una tranquilidad total. En cambio cuando nosotros éramos chicos nos escondíamos detrás de un árbol, ¡teníamos tanto pudor!. Hoy avanzan más las chicas que los chicos...sin pañuelos, sin zambas...

¿Cómo evalúa el momento actual de la música folclórica?

Lamentablemente, creo que la televisión influye para que se cambien las letras, se cambien las expresiones sobre todo sexuales. En plena siesta nos muestran promocionales de los teleteatros de la noche, con escenas casi eróticas. Creo que eso influye en los creadores para contar cantar y contar cosas que tienen que ver con el amor, porque la gente piensa que la moda está en eso y en decir malas palabras. Antes, si un locutor de una radio decía una mala palabra, lo echaban, no se concebía.

Lo que está diciendo es que esas son las imágenes que se vuelcan a las composiciones de este tiempo.

En parte sí. Se escuchan cosas como ‘voy a experimentar tu cuerpo’, voy a hacerte no sé qué cosas, y yo pienso en la poesía de Jaime Dávalos: “tu boca se abrió en un beso como un damasco lleno de miel”. Un día me puse a explicar en Colombia qué era el damasco, le contaba de las pelusita de la fruta, y se empezaron a reír porque interpretaban que era una parte especial de la mujer. Otro día también les expliqué lo que era cigarro en chala; la gente se reía porque pensaba que le hablaba del “porro”.

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