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¿El amor? ¿o el espanto ?

Martes, 06 de agosto de 2013 11:16

Entre nuestros lectores hay algunos que la quieren a Cristina, otros no tanto y otros, nada. Sin embargo, nadie cree que ella tenga un pelo de tonta. Como a todos, le gusta que la halaguen, pero no que la empalaguen. Lo del jueves, en Moldes, fue sorprendente. Toda la línea U fue a pedir la bendición y la foto a Cristina. ¿Fue el amor o fue el espanto? ¿Están preocupados por el domingo?. Pero se les fue la mano. Uno entiende que la presidenta pida "una década más" para el proyecto. También es previsible que Eduardo Fellner lo repita, por una cuestión de subsistencia. El joven porteño Juan Cabandié se había esmerado en jugar de buen alumno, como esos que le llevan la manzana a la maestra, y había reclamado cincuenta años más de "nac & pop".

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Entre nuestros lectores hay algunos que la quieren a Cristina, otros no tanto y otros, nada. Sin embargo, nadie cree que ella tenga un pelo de tonta. Como a todos, le gusta que la halaguen, pero no que la empalaguen. Lo del jueves, en Moldes, fue sorprendente. Toda la línea U fue a pedir la bendición y la foto a Cristina. ¿Fue el amor o fue el espanto? ¿Están preocupados por el domingo?. Pero se les fue la mano. Uno entiende que la presidenta pida "una década más" para el proyecto. También es previsible que Eduardo Fellner lo repita, por una cuestión de subsistencia. El joven porteño Juan Cabandié se había esmerado en jugar de buen alumno, como esos que le llevan la manzana a la maestra, y había reclamado cincuenta años más de "nac & pop".

Pero a Cristina le faltaba llegar a Salta. El indescriptible Juan Manuel, el mismo que miraba el mundial de Sudáfrica en el Sheraton salteño, acompañado por otros jóvenes brillantes que se jactaban de tener "experiencia y dinero"; el mismo que se imaginaba presidente en sociedad con Sergio Massa y la banda de los sub 40; el adolescente tardío que sigue los pasos de Gemes, pero en moto, pronunció un discurso de prosa discutible, pero cuyo obsecuente fervor solo puede ser comparado con el de Tuti Amat.

Claro, habló Amat porque el gasoducto en cuestión es de los tabacaleros. Y el Tuti habló como si hubiera sido una donación personal de Cristina, pero no, la obra - aún en construcción, pero inaugurada - se financió con el Fondo Especial del Tabaco que como se sabe "no es un subsidio, sino parte del precio".

Tuti es agradecido, pero no tanto como el gobernador, que casi al borde de las lágrimas, o de algo parecido, "pidió cien años más"... Justo cuando iba a decir "de Cristina", alguien le hizo un gesto y dijo "de este modelo de inclusión".

La verdad es que no entusiasma demasiado planificar un siglo como hasta ahora, con Salta batiendo récords de pobreza, desempleo, sequía.

Porque prosperidad hay, pero mal repartida: Loutaif y Parodi no tienen de qué quejarse, al menos. Y también es cierto que Urtubey es un hombre fiel a la tradición tan salteña de honrar a la familia. A los parientes nunca los deja en banda. Siempre hay algún quiosquito para algún hermano en desgracia. Y para el mayor, lo máximo: nombrarlo candidato, poner a su disposición 800 millones de pesos (a esta altura, con lo que subió el dólar blue, serían 2000 millones) y, después, tratar de que gane la elección.

Por eso lo subió al escenario, para impregnarlo del "efecto Cristina".

El problema es que el Tolo es muy tímido y, hablando en público, resulta confuso. Nos dejó con la intriga sobre si apoyaría el ascenso de Milani o la reforma de la Constitución y legalizaría a regañadientes la droga.

Se calla porque, si habla, es peor.

Cuando Cristina vio a todos los candidatos, creyó que eran los ministros. Confundió a Cristina Fiore con Adriana Pérez y le soplaron el apellido del Tolo sin brindarle el nombre. Miguel Isa lloraba. Uno no llega a saber bien por qué. Es cierto que Evita es candidata pero, "es para llorar".

No fueron los únicos. Los funcionarios y candidatos estaban más alborotados que los chicos cuando pasan los Reyes Magos. Se aplastaban por tocar a Cristina.

Es cierto: la presidenta mide bien y tiene arrastre. Sin embargo, se fue un poco sorprendida: además de los vecinos de Moldes, había militantes de Tartagal y de Kolina y, una banda grossa que llevó Eduardo Abel Ramos, siempre persuasivo cuando se trata de acarrear estudiantes de enfermería a un acto político.

Muchas lágrimas, pero poca gente.

 

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