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Excursión y exageración de pescador

Domingo, 08 de septiembre de 2013 21:06

 En los recuerdos hoy salimos de pesca. Germán Rojas Mendoza cuenta que en sus tiempos de yusqueadas los casados tenían que pedir permiso a sus esposas para salir y lo solteros a las madres. Dice que para los maridos era más duro conseguir la autorización porque las esposas siempre algo tenían que decir. Lo más livianito que soltaban era: “El señor se va de pesca habiendo tanto que hacer en la casa”. Al final partían en bicicleta con mochilas y las yisqueras. Llevaban trozos de mortadela, algunos ajicitos, pan, una botellita de vino para apagar la sed, gaseosa y mucha carnada. En el camino -recuerda Germán- aún se escuchaban las palabras de despedida de las esposas y de las madres: “Cuídate negro, no tomés mucho, acordate que te estaré esperando”.

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 En los recuerdos hoy salimos de pesca. Germán Rojas Mendoza cuenta que en sus tiempos de yusqueadas los casados tenían que pedir permiso a sus esposas para salir y lo solteros a las madres. Dice que para los maridos era más duro conseguir la autorización porque las esposas siempre algo tenían que decir. Lo más livianito que soltaban era: “El señor se va de pesca habiendo tanto que hacer en la casa”. Al final partían en bicicleta con mochilas y las yisqueras. Llevaban trozos de mortadela, algunos ajicitos, pan, una botellita de vino para apagar la sed, gaseosa y mucha carnada. En el camino -recuerda Germán- aún se escuchaban las palabras de despedida de las esposas y de las madres: “Cuídate negro, no tomés mucho, acordate que te estaré esperando”.

En el escenario, el grupo se dividía en parejas y se alejaban buscando los mejores lugares. Casi siempre los agarraba una tormenta dejándolos chumucos. El frío, el cansancio y las ropas mojadas hacía que los pescadores retornen al campamento buscando el calor de una fogata, saciar la sed y el hambre, y de paso deshacerse de bichitos molestos como las usapuca, garrapatas y algunas yerbas, como saitillas, cadillos, rupachicos.

En el fogón se escuchaban los clásicos cuentos del duendes, de la salamanca y otros mitos de las leyendas populares. Hecho el recuento de las piezas obtenidas se escuchaban expresiones como “qué totoroto”, haciendo alusión al tamaño de los peces y si este era muy pequeño “¡qué pijilingrin!” 

El regreso transcurría entre risas y cargadas todo en un clima de camaradería y amistad. Las exageraciones abundaban a la hora de los relatos. Por recordar a alguno, Germán nombra a Miguel Nasser, más conocido como el Pelao, que solía decir: “¡Te lo juro por Dios, la yusca que saqué daba dos vueltas la sartén”. Ante el asombro y las carcajadas de los allí presentes solo el hermano Carlos ponía fin a sus exageraciones reprimiéndolo con palabras como: “¡Terminala Miguel ya me tienes pelotudo con tus totorotos”. ¿Qué épocas no?, termina diciendo nuestro amigo, también conocido con el seudónimo de Túpac Atoc.

 
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