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¿Quiénes mataron a Güemes?

Martes, 17 de junio de 2014 12:45

Hoy hace 193 años que el general Martín Miguel de Gemes murió víctima de una de las tantas conjuras que debió soportar durante los seis años que gobernó e hizo la guerra. Y como se sabe, no fue el primero ni el único complot que sufrió.

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Hoy hace 193 años que el general Martín Miguel de Gemes murió víctima de una de las tantas conjuras que debió soportar durante los seis años que gobernó e hizo la guerra. Y como se sabe, no fue el primero ni el único complot que sufrió.

Uno de los más tempranos fue el de 1816 y que culminó con el “Pacto de los Cerrillos”. El medio utilizado entonces por sus opositores -salteños y jujeños- fue el general José Rondeau, nada menos que jefe del Ejército del Norte.

Después, vinieron otros atentados: dos en 1817 y uno 1819. Este último fue descubierto por el mismo Gemes por una delación de Panana. Comprometió a varios hombres y dejó además, un tendal de sospechosos como Ontiveros, Valdiviezo y Belmonte. Todos estaban actuando bajo las órdenes del teniente coronel Eduardo Arias, considerado cabecilla del complot, luego de habérsele interceptado una carta dirigida nada menos que al jefe realista Pedro Olañeta. Sin duda, un hecho gravísimo. Luego, Arias huyó a Tucumán donde fue acogido por Bernabé Aráoz, pese a la carta a Olañeta.

La oposición a Gûemes

Según Atilio Cornejo, el origen de la oposición a Gemes en Salta, fue por “los repetidos empréstitos que exigió (Gemes) a la gente pudiente de Salta y Jujuy”. También, por los cargos que le hacían: “corruptor de las masas, destructor del comercio, trato con el enemigo y contrabandista, se unían los del amor y de la cobardía”.

También tuvieron mucho que ver ciertas familias salteñas realistas que desde un principio rechazaron la Revolución de Mayo.

A tanto llegó el enfrentamiento que don Bernardo Frías dice de la opositores: “La pasión había cegado a aquellos hombres hasta la exageración, y ya nada veían en su justo sitio”. Finalmente, los salteños terminaron divididos entre los hombres de la “Patria Vieja” y los de la “Patria Nueva”. En la “Vieja” estaban Gemes, Gorriti, Burela, Medina y mucho otros que apoyaron la Revolución desde la primera hora. En la “Nueva”, la oposición: los Uriburu, Facundo de Zuviría, Juan Marcos Zorrilla, Mariano Benitez y José de Gurruchaga (Atilio Cornejo).

La conjura en marcha

El 24 de mayo de 1821, el Cabildo Salta aprovechó la ausencia de Gemes y resolvió deponerlo del cargo de gobernador. Además, designó en su lugar a don Saturnino Saravia como gobernador interino. Para don Atilio Cornejo, quien manejó esta operación fue “el miembro más conspicuo del Cabildo, sin duda -dice- D. Dámaso de Uriburu”. El acta de la sesión destituyente, nos dice a las claras de lo que la oposición era capaz de hacer con Gemes, en esos momentos. Y aunque no lo plasmó en el papel, todo estaba listo para que se consumara el “Crimen Patriótico”, tan meneado en nuestra historia.

Complicidades

Como dice Cornejo, “La complicidad de los opositores de Gemes con Bernabé Aráoz, resultaba, pues, manifiesta”. A ello se suma la oposición de algunos hombres de Jujuy que no solo desconocieron a Gemes sino que además depusieron a su gobernador Bartolomé de la Corte. Pero muy lejos estaba Gemes de entregarse vencido. Al saber de la asonada de los cabildantes, resolvió marchar sobre su ciudad con 600 gaucho a donde arribó el 31 de mayo de 1821. Cuando apareció en el horizonte de Castañares con su ejército gaucho, al grito de ­Viva Gemes!, todas las fuerzas de los golpistas se le pasaron y la gente de la ciudad salió a su encuentro. Solo quedó con los “destituyentes” el cuerpo de “Cívicos” encabezados por el cordobés Mariano Benitez. “Los revolucionarios (golpistas) -dice Cornejo- desistieron de la lucha y otros, más enconados, solicitaron el apoyo de Olañeta”, que bajaba del Alto Perú. Mientras tanto, un día después del arribo de Gemes a Salta, éste reasumió la gobernación y restableció el orden. Declaró entonces, que su presencia no obedecía a una ambición personal, como decía la oposición, sino de servir a la patria. Por último, señaló que abandonaría las armas y se retiraría de la vida pública el día “que su Provincia entrara tranquila por la vía de la seguridad y del trabajo”. Lucharía hasta vencer o morir.

El crimen

Una semana después que Gemes reasumiera la gobernación y se comprometiera a seguir luchado contra el invasor, sufrió el último atentado, el que lo llevó a la tumba.

Era el 7 de junio de 1821 por la noche. Gemes despachaba en casa de su hermana Macacha (Caseros al 700), asuntos oficiales. Ahí se entera que un pastor había visto reflejos de armas por los Yacones. Afuera está su escolta y su caballo, y a poco, envía a su ayudante Mariano Refojos para que traiga unos papeles de la Casa de Gobierno (Hotel Salta). De pronto, Gemes escucha una descarga, sale a la calle, monta su caballo y se va hacia el lugar de los tiros. Pero las calles están tomadas por realistas al mando de José Valdéz, alias el Barbarucho. Habían entrado a Salta “guiados por indios prácticos del terreno y acompañado por algunos emigrados salteños...”.

Después de maniobrar al galope por las calles de la ciudad intentando romper el cerco, Gemes recibe en la ocuridad, un tiro en la cadera. Desde allí (actual esquina Belgrano y Balcarce) se dirige al cuartel del Chamicalpero es escondido en la Cañada de la Horqueta, donde hasta que fallece la tarde del 17 de junio de 1821.

Antes, hizo jurar a los suyos que lucharían contra el invasor hasta morir.

 

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