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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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En pleno clima mundialista, 14 mujeres salen a la cancha

Domingo, 08 de junio de 2014 01:52

Tiempo atrás, Roberto Fontanarrosa pintaba la siguiente escena: Una señora mayor, en medio de una tribuna repleta, le confesaba a un desconocido que, en realidad, a ella el fútbol no le importaba un comino, pero insistía en ir a la cancha para ver si, en medio del festejo de un gol, su marido la abrazaba. El chiste sintetizaba ese antiguo alejamiento de varones y mujeres a causa del fútbol. Hoy, sin embargo, ellas y “la número cinco” no parecen estar en extremos tan irreconciliables. Por muchas razones, el deporte “argento” y masculino por excelencia ha bajado la guardia y poco a poco ha dejado ingresar a las chicas al campo de juego, a las tribunas y hasta al selecto rincón de los relatores radiales y televisivos. Pero existe también otro ámbito donde el fútbol puede ser narrado: el literario. A pocos días del Mundial en Brasil, y cuando absolutamente todo alrededor nos remite a esa gran cita deportiva (desde la promo de nuestra gaseosa favorita hasta el perro del vecino que se pasea con un abriguito albiceleste que dice “Messi” en la espalda), Editorial El Ateneo ha lanzado “Las dueñas de la pelota”, una antología de cuentos de fútbol escritos por mujeres.

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Tiempo atrás, Roberto Fontanarrosa pintaba la siguiente escena: Una señora mayor, en medio de una tribuna repleta, le confesaba a un desconocido que, en realidad, a ella el fútbol no le importaba un comino, pero insistía en ir a la cancha para ver si, en medio del festejo de un gol, su marido la abrazaba. El chiste sintetizaba ese antiguo alejamiento de varones y mujeres a causa del fútbol. Hoy, sin embargo, ellas y “la número cinco” no parecen estar en extremos tan irreconciliables. Por muchas razones, el deporte “argento” y masculino por excelencia ha bajado la guardia y poco a poco ha dejado ingresar a las chicas al campo de juego, a las tribunas y hasta al selecto rincón de los relatores radiales y televisivos. Pero existe también otro ámbito donde el fútbol puede ser narrado: el literario. A pocos días del Mundial en Brasil, y cuando absolutamente todo alrededor nos remite a esa gran cita deportiva (desde la promo de nuestra gaseosa favorita hasta el perro del vecino que se pasea con un abriguito albiceleste que dice “Messi” en la espalda), Editorial El Ateneo ha lanzado “Las dueñas de la pelota”, una antología de cuentos de fútbol escritos por mujeres.

La selección minuciosa de los relatos corrió por cuenta de Claudia Piñeiro. En ese césped, 14 jugadoras gambetean con exquisita sutileza el desafío de adentrarse en un territorio preponderantemente masculino para narrarlo -claro- desde ángulos inesperados. Ellas son Esther Cross, Ana María Shua, Gabriela Saidon, Betina González, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Alejandra Laurencich, Alejandra Zina, Claudia Piñeiro, Sandra Lorenzano, Débora Mundani, María Rosa Lojo, Susana Szware y Fernanda García Lao. El Tribuno dialogó con dos de ellas, Shua y Saidon, para sondear cómo les fue en este particular encuentro.

Dicen que, para hablar de fútbol, una mujer tiene que saber mucho y debe dar opiniones calificadas. Para escribir ficción sobre fútbol, ¿pasa lo mismo?

Shua: Cualquier varón argentino sabe muchísimo de fútbol. Los argentinos nacen para futbolistas, como los yanquis nacen para estrellas de Hollywood. Después, el talento o su ausencia determinan su destino. Para conversar con un hombre argentino sobre fútbol, obviamente, hay que saber mucho, seas varón o mujer. En la escritura juegan otros aspectos y todo depende de lo que uno quiera contar. El fútbol pesa sobre nuestras vidas aunque uno no tenga la menor idea de lo que es un orsai. Se puede escribir sobre fútbol eligiendo a un personaje que no sabe nada del tema, por ejemplo. Lo que no se puede, en términos generales, es escribir sobre algo que uno no conoce: sale mal. Pero vale estudiar, investigar o conseguir un buen informante.

Saidon: No, en absoluto. En eso el fútbol no escapa a las generales de la ley de la ficción. Por supuesto, hay que informarse para no cometer errores, como en cualquier tema sobre el que se escriba. Si no, Ray Bradbury no podría haber escrito nunca “Crónicas marcianas”. Y nadie podría describir nada más allá de su barrio, o de su propia casa. El mejor ejemplo, en la Argentina, lo tenemos con Roberto Fontanarrosa, que creó a su gaucho Inodoro Pereyra sin haber pisado nunca el campo.

Cuentenmé cómo fue el proceso de escritura sus cuentos ¿Desde qué lugar les interesó abordar el fútbol?

Shua: Mi cuento trata sobre Futsal, Fútbol 5, y yo tengo, precisamente, una buena informante: una de mis hijas es futbolera, juega Futsal y además es socia de River y no se pierde ningún partido en el Monumental. Pero, en lo personal, no sé nada del tema, tuve que averiguarlo todo. Nunca habría escrito sobre fútbol si no me lo hubiera propuesto la editorial.

Saidon: Cuando Claudia Piñeiro me convocó, primero pensé en una heroína, una jugadora que ama a Maradona. Pero después dije: no puedo ser tan obvia. No quiero, por ser mujer, escribir la historia desde la voz de una mujer. En mi cuento, “La voz del estadio”, quise enfocar el fútbol desde el sufrimiento del hincha de un equipo de la tercera categoría del ascenso de un barrio popular. Entonces busqué una voz diferente, que es la voz del estadio. El tipo que desde la cabina pasa publicidades y jamás relata un partido. Imaginé la frustración de ese relator que tampoco asciende nunca y le di la posibilidad de relatar mi cuento. Aunque no sea el relato de un partido, sino de un entierro en la cancha.

A pesar de la participación femenina cada vez más frecuente en el fútbol, el varón todavía suele sentirse invadido cuando ellas exponen su interés por este deporte. La reacción puede ser la descalificación. ¿Pasaron por esto?

Shua: A mí me parece que los hombres se ponen contentos cuando pueden hablar de fútbol también con mujeres. Este es mi primer cuento de fútbol y, por el momento, nadie me descalificó. Aunque también tengo un capítulo sobre fútbol en “El libro de los recuerdos”, que tampoco fue objetado. Los hombres leen poco a las mujeres, escriban lo que escriban.

Saidon: ­Todos los domingos, cuando juega Boca! Aprendés a no preguntar cosas obvias, o mejor dicho, a no hacer preguntas, mucho menos comentarios. Te sentís siempre fuera de código. Igual, algo que me pasó cuando escribí “La voz del estadio” es que me di cuenta de que estaba pensando las cosas desde un lugar no tan trillado, más mental. Y ahí me sentí a mis anchas y valorada, primero por mi marido, que es enfermo de Liniers, club que milita en la primera C metropolitana.

 

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