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Quizás el segundo puesto no sea tan malo, sino muy bueno

Lunes, 14 de julio de 2014 09:58

A poco más de tres años del comienzo de las Eliminatorias para el Mundial que coronó a Alemania en el Maracaná, el segundo puesto obtenido por la Argentina toma, a cada minuto que pasa, más dimensión.
El 15 de junio de 2011, Belice venció como visitante a Montserrat 5-2 y así se ponía en marcha no sólo el sueño de esas dos naciones de la CONCACAF, sino el de 201 representativos nacionales más.
Argentina, por ese entonces tenía la cabeza puesta en la Copa América que se desarrollaría en nuestro país pocos días después, con una ilusión en los hinchas lejana al verdadero potencial del equipo. 

Fue la Copa del empate inaugural con Bolivia en La Plata, la Copa de los silbidos a Messi en el empate con Colombia en Santa Fe, la Copa de la alegría fugaz en la goleada 3-0 ante Costa Rica y la Copa de la decepción por la salida en los penales ante Uruguay en los cuartos de final.
De aquél equipo de "chicos ricos" que no "sentían la camiseta", que "ganaban millones" y poco les importaba "venir a jugar por los colores", hubo un cambio de timón.
La salida de Sergio Batista y la llegada de Alejandro Sabella trajo aire fresco. "Pachorra" fue cimentando, con las charlas preliminares y con sus decisiones dentro del campo después, un equipo al gusto de los jugadores.
Ese no fue un gesto de debilidad, sino más bien de grandeza. Sabella sabía lo que quería y lo consiguió. Sus dirigidos fueron sus aliados, sus colegas, sus amigos. Todos tiraron para el mismo lado. El sentido de pertenencia creció a lo largo del tiempo.
En su lapso como entrenador, Sabella perdió sólo dos encuentros. El 15 de octubre del año pasado cayó en Montevideo 3-2 ante Uruguay, en el último partido de Eliminatorias, y en el alargue de la final del Mundial ante los teutones.
En este tiempo solidificó una idea de juego. Le dio confianza a Sergio Romero en el arco, cuando nadie lo hacía, bancó a Ezequiel Garay y Marcos Rojo en la defensa, otros dos resistidos, ponderó a Javier Mascherano, su entrenador dentro del campo, y rodeó de la mejor manera a Lionel Messi, el argentino que rompe con el molde en Europa desde hace diez años.
Quizás éste sea el primer paso. Quizás haya que seguir apostando a un grupo de jugadores que demostraron estar a la altura. Quizás el segundo puesto entre 203 competidores no sea tan malo, sino muy bueno. Quizás en cuatro años se suba un escalón más en el podio, el tiempo lo dirá. 

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A poco más de tres años del comienzo de las Eliminatorias para el Mundial que coronó a Alemania en el Maracaná, el segundo puesto obtenido por la Argentina toma, a cada minuto que pasa, más dimensión.
El 15 de junio de 2011, Belice venció como visitante a Montserrat 5-2 y así se ponía en marcha no sólo el sueño de esas dos naciones de la CONCACAF, sino el de 201 representativos nacionales más.
Argentina, por ese entonces tenía la cabeza puesta en la Copa América que se desarrollaría en nuestro país pocos días después, con una ilusión en los hinchas lejana al verdadero potencial del equipo. 

Fue la Copa del empate inaugural con Bolivia en La Plata, la Copa de los silbidos a Messi en el empate con Colombia en Santa Fe, la Copa de la alegría fugaz en la goleada 3-0 ante Costa Rica y la Copa de la decepción por la salida en los penales ante Uruguay en los cuartos de final.
De aquél equipo de "chicos ricos" que no "sentían la camiseta", que "ganaban millones" y poco les importaba "venir a jugar por los colores", hubo un cambio de timón.
La salida de Sergio Batista y la llegada de Alejandro Sabella trajo aire fresco. "Pachorra" fue cimentando, con las charlas preliminares y con sus decisiones dentro del campo después, un equipo al gusto de los jugadores.
Ese no fue un gesto de debilidad, sino más bien de grandeza. Sabella sabía lo que quería y lo consiguió. Sus dirigidos fueron sus aliados, sus colegas, sus amigos. Todos tiraron para el mismo lado. El sentido de pertenencia creció a lo largo del tiempo.
En su lapso como entrenador, Sabella perdió sólo dos encuentros. El 15 de octubre del año pasado cayó en Montevideo 3-2 ante Uruguay, en el último partido de Eliminatorias, y en el alargue de la final del Mundial ante los teutones.
En este tiempo solidificó una idea de juego. Le dio confianza a Sergio Romero en el arco, cuando nadie lo hacía, bancó a Ezequiel Garay y Marcos Rojo en la defensa, otros dos resistidos, ponderó a Javier Mascherano, su entrenador dentro del campo, y rodeó de la mejor manera a Lionel Messi, el argentino que rompe con el molde en Europa desde hace diez años.
Quizás éste sea el primer paso. Quizás haya que seguir apostando a un grupo de jugadores que demostraron estar a la altura. Quizás el segundo puesto entre 203 competidores no sea tan malo, sino muy bueno. Quizás en cuatro años se suba un escalón más en el podio, el tiempo lo dirá. 

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