Los testimonios llegaron después. Los pasajeros de una trafic que viajaban a Orán para dializarse recordaron que, al cruzar, sintieron que la estructura se resquebrajaba y algo similar le ocurrió a una patrulla de gendarmes.
En primera persona
Oscar Driollet, entonces jefe del escuadrón Tartagal de Gendarmería Nacional ubicado a unos 300 metros del puente, dio el testimonio más elocuente. Le cuenta a El Tribuno que a esa hora estaban muy atentos en vista de la crecida y porque una semana atrás se había producido un socavón en una cabecera del puente por efecto de la inusual correntada. "Dos efectivos del control recorrían ese tramo y cuando pasaron por última vez sintieron que crujía. Tuvieron la sensación que el puente comenzaba "a pararse'', por lo que lo cruzaron a toda velocidad. En segundos vieron cómo esa mole se desplomó", recordó.
Dos horas más tarde, del puente inaugurado 30 años antes solo se podían ver restos que sobresalían sobre las aguas turbias. El agua arrastró restos del puente hasta unos 50 metros sobre la misma ruta nacional 34, lo que le daba al paisaje un aspecto aterrador.
Odisea sobre el puente ferroviario
A pocos minutos de producida la caída del puente, de uno y otro lado de la 34 comenzaron a llegar vehículos. Los pasajeros de colectivos que iban hacia el norte aguardaron más de una hora y no faltó quien observó la estructura abandonada, desde hacía años, del viejo puente ferroviario.
Al primero que se animó a hacer camino por allí lo siguió una larga fila de ansiosos viajeros que querían cruzar como sea. Por campos de fincas caminaron unos 400 metros hasta dar con el puente que presentaba un aspecto de abandono casi total, con durmientes que caían al vacío con solo tocarlos. Pese al peligro que representaba para los pasajeros, cargando bolsos y muchos con niños en sus brazos, comenzaron a cruzarlo haciendo equilibrio, mientras metros más abajo el río bramaba con furia.
Con el paso de las horas la desesperación y el malestar crecían. Ante esto, los choferes de los ómnibus optaron por llegar hasta el lugar y hacer descender a los pasajeros para que el que quisiera arriesgarse pasara por el puente ferroviario. En su ansiedad, la gente no escuchaba a los gendarmes que advertían sobre el dudoso estado de la estructura.
Diez días después de la caída, la empresa Ferrocarriles Argentinos autorizó los arreglos del paso ferroviario para dotarlo de seguridad, tanto para el uso peatonal como vehicular. Policías, gendarmes y bomberos trabajaron en el lugar ayudando a la gente. Mientras tanto, los casi 200.000 pobladores del norte salteño padecían la falta de provisiones básicas: alimentos y medicamentos, por lo que la situación era especialmente grave y estresante.
Tras unos días de estudio de la situación, las autoridades provinciales lograron acordar con la empresa Ferrocarriles Argentinos una solución de emergencia: la puesta en marcha de un viejo coche motor (Ganz 1936) que se encontraba en un depósito de Embarcación. Además de acondicionar el viejo puente ferroviario había que ganarle a la burocracia nacional, ya que los trámites llevaron semanas. Unos veinte días después, el cochemotor construido en Praga (República Checa) en la Segunda Guerra Mundial comenzó a llevar pasajeros y cargas.
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Los testimonios llegaron después. Los pasajeros de una trafic que viajaban a Orán para dializarse recordaron que, al cruzar, sintieron que la estructura se resquebrajaba y algo similar le ocurrió a una patrulla de gendarmes.
En primera persona
Oscar Driollet, entonces jefe del escuadrón Tartagal de Gendarmería Nacional ubicado a unos 300 metros del puente, dio el testimonio más elocuente. Le cuenta a El Tribuno que a esa hora estaban muy atentos en vista de la crecida y porque una semana atrás se había producido un socavón en una cabecera del puente por efecto de la inusual correntada. "Dos efectivos del control recorrían ese tramo y cuando pasaron por última vez sintieron que crujía. Tuvieron la sensación que el puente comenzaba "a pararse'', por lo que lo cruzaron a toda velocidad. En segundos vieron cómo esa mole se desplomó", recordó.
Dos horas más tarde, del puente inaugurado 30 años antes solo se podían ver restos que sobresalían sobre las aguas turbias. El agua arrastró restos del puente hasta unos 50 metros sobre la misma ruta nacional 34, lo que le daba al paisaje un aspecto aterrador.
Odisea sobre el puente ferroviario
A pocos minutos de producida la caída del puente, de uno y otro lado de la 34 comenzaron a llegar vehículos. Los pasajeros de colectivos que iban hacia el norte aguardaron más de una hora y no faltó quien observó la estructura abandonada, desde hacía años, del viejo puente ferroviario.
Al primero que se animó a hacer camino por allí lo siguió una larga fila de ansiosos viajeros que querían cruzar como sea. Por campos de fincas caminaron unos 400 metros hasta dar con el puente que presentaba un aspecto de abandono casi total, con durmientes que caían al vacío con solo tocarlos. Pese al peligro que representaba para los pasajeros, cargando bolsos y muchos con niños en sus brazos, comenzaron a cruzarlo haciendo equilibrio, mientras metros más abajo el río bramaba con furia.
Con el paso de las horas la desesperación y el malestar crecían. Ante esto, los choferes de los ómnibus optaron por llegar hasta el lugar y hacer descender a los pasajeros para que el que quisiera arriesgarse pasara por el puente ferroviario. En su ansiedad, la gente no escuchaba a los gendarmes que advertían sobre el dudoso estado de la estructura.
Diez días después de la caída, la empresa Ferrocarriles Argentinos autorizó los arreglos del paso ferroviario para dotarlo de seguridad, tanto para el uso peatonal como vehicular. Policías, gendarmes y bomberos trabajaron en el lugar ayudando a la gente. Mientras tanto, los casi 200.000 pobladores del norte salteño padecían la falta de provisiones básicas: alimentos y medicamentos, por lo que la situación era especialmente grave y estresante.
Tras unos días de estudio de la situación, las autoridades provinciales lograron acordar con la empresa Ferrocarriles Argentinos una solución de emergencia: la puesta en marcha de un viejo coche motor (Ganz 1936) que se encontraba en un depósito de Embarcación. Además de acondicionar el viejo puente ferroviario había que ganarle a la burocracia nacional, ya que los trámites llevaron semanas. Unos veinte días después, el cochemotor construido en Praga (República Checa) en la Segunda Guerra Mundial comenzó a llevar pasajeros y cargas.