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El drama de luchar por recuperar a un hijo adicto | Lucha contra las adicciones

Viernes, 08 de mayo de 2015 00:00
Marta Campos lucha y sufre por la rehabilitación de su hijo. Javier Corbalán
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La dependencia de las drogas daña el sistema nervioso central, provoca desequilibrios emocionales y genera alteraciones en el comportamiento. El aislamiento y la soledad terminan gobernado la vida de quienes consumen estupefacientes. Además, muchos casos pueden derivar en la delincuencia.
Marta Campos hace una semana que no ve a su hijo Antonio. El chico es adicto al paco e inhala pegamento desde los 14 años. Pasa semanas en un aguantadero en el barrio 20 de Junio, consumiendo sin control. Su madre lo fue a buscar varias veces y cuando logró encontrarlo, inconsciente sobre un morro de tierra, fue amenazada de muerte por un dealer que la obligó a salir de ese lugar.
Ella recuerda como si fuese ayer el momento en el que lo descubrió. "Tenía 14 años, estaba afuera de mi casa aspirando pegamento. Ese día me sentí morir. Ahí comenzó mi lucha por recuperarlo", contó a El Tribuno.
No entendía los motivos que lo llevaron a depender de una droga tan destructiva y decidió interrogarlo. La respuesta fue devastadora. "Pamela, su primer amor, lo engañó. Lo humilló diciéndole palabras que marcaron su vida. Lo escupió frente a sus amigos. Le gritó que no servía para nada, que no era un hombre. Un desamor le destruyó la autoestima en pleno desarrollo", relató entre lágrimas.
Hace algunas semanas, víctima de la dependencia del paco que lo controla, robó un celular. Estuvo detenido un par de días y salió en libertad condicional. "Hace una semana que no va a firmar una planilla a la fiscalía. Ahora es un prófugo de la Justicia. Sé que está en ese aguantadero donde no me dejan entrar", contó.
Marta buscó ayuda, pero la indiferencia social la limita. En varias instituciones le dijeron que si Antonio no tiene la voluntad de rehabilitarse, no pueden hacer nada. "No voy a renunciar a mi hijo. No voy a dejarlo morir", aseguró.
Hoy busca que algún profesional la oriente para que pueda hablar con su hijo, hacerlo entender que necesita ayuda, que tiene que salir de ese infierno en el que vive hace ya seis años. "Quiero ayudarlo, que vaya a rehabilitarse voluntariamente", finalizó.
Cuando el dinero limita
Susana González tiene 57 años, integra el grupo de mujeres que luchan contra el paco y, al igual que Marta, pelea día a día con la adicción de su hijo de 22 años.
Ella conoce de cerca los efectos que provoca el consumo de drogas en el organismo y eso le quita el sueño, al igual que a cientos de familias que luchan contra ese flagelo.
Hace años que peregrina por los centros de rehabilitación estatales sin resultados. Hoy busca un cupo en Fazenda de la Esperanza, en Potrero de Linares, pero le cobran una cuota mensual que no está a su alcance.
"La salud y rehabilitación de una persona no tiene precio", sentenció. La dependencia de la pasta base destruyó física y emocionalmente a su hijo. "Me robó todo lo que pudo, hasta los platos de la alacena", contó desesperada. Su historia se repite en muchos hogares salteños.
El joven se internó Cepris y Puente, pero la rehabilitación no fue exitosa. "Las recaídas fueron inevitables", contó Susana, quien además explicó que su hijo, asediado por el paco, fue a internarse voluntariamente pidiendo una desintoxicación porque "no daba más", en dos oportunidades.
En diciembre el joven fue detenido en el barrio 20 de Junio por consumo de pasta base. "Le abrieron una causa por tenencia de estupefacientes, sin fines de comercialización". Al poco tiempo fue a juicio y le dieron dos años para que se rehabilite. Su madre quiere que sea internado en Fazenda de la Esperanza, pero no tiene el dinero que le exigen.
"En Potrero de Linares me cobran 2.000 pesos mensuales para que mi hijo se rehabilite. No puedo pagar eso, mi marido y yo somos trabajadores, pero ese dinero no está a nuestro alcance", explicó.
Sin muchas opciones, el joven terminó institucionalizado. "El fiscal tiene la mejor predisposición. A través de la Justicia voy a pelear la internación de mi hijo", contó a El Tribuno, aunque reconoce que los tiempos judiciales son muy lentos y la vida del chico está en riesgo.
Vivir con la condena social

Susana se pone en la piel de todas las madres que luchan contra las adicciones de sus hijos en la provincia. "A diario tenemos que convivir con condenas sociales, insultos y vejaciones", remarcó.
"Nos dicen malas madres, abandónicas, h...de p... sin siquiera conocer nuestras historias", relató, haciendo alusión a que cada caso es único y particular.
Muchas mujeres salen desesperadas en búsqueda de sus hijos y se disfrazan para entrar en las zonas de consumo, "donde los dealers tienen dominados a nuestros chicos y, como si fuera poco, nos amenazan", explicó. "Están presos, salir es muy difícil", sentenció.
Pelear por la rehabilitación de una persona adicta es una lucha diaria. "No voy a justificar a mi hijo, pero nadie tiene derecho a llamarlo gato", dijo Susana, quien convive a diario con calificativos hirientes, aunque eso no la detiene en su lucha.
Las mujeres denunciaron que la venta de droga ya no tiene horarios. "A plena luz del día, frente a todo el mundo, accionan los dealers. Nadie hace nada", aseguraron a este diario.
"El hecho de que no se combata el narcotráfico y los productores estén libres evidencia una complicidad con los sectores de poder", sostuvieron.

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