Luego de vivir por más de 10 años en Italia, decidió mudarse a Alemania con su hijo de 8 años para buscar mejores oportunidades. En Cerdeña sufría violencia de género de parte de su suegro y no encontraba protección. Hace 8 años no vuelve a la Argentina porque no tiene el permiso del padre para sacar a su hijo de la Unión Europea. El papá de su niño vive en Francia y es el italiano que la ayudó a ingresar a la universidad. Luego de tres años de matrimonio se quedó embarazada y él la abandonó. Contó que mucha gente la ayuda desde Italia y Alemania para lograr la tenencia de su hijo Massimiliano, "para tener derecho al menos de volver de vacaciones a ver a mi familia".
Cuando su hijo tenía pocos meses de vida volvió a Salta porque se había escapado de la casa de sus suegros. Encontró trabajo como maestra de zona inhóspita y un departamento en la calle Alvarado donde vivía con su hijo. Su papá vino a buscarlo y, como no tenía permiso para quedarse en la Argentina, ella se fue detrás. "Dejé todo de nuevo y volví a Italia a la casa de mis suegros. Quedamos de acuerdo en que él me iba a permitir terminar la universidad. Mientras tanto mi marido hacía su vida afuera como un soltero y sus padres hacían lo que querían conmigo", contó Alejandra. "A pesar de que tengo fotografías que prueban todo lo que pasaba, mucha ayuda no recibí. Ser extranjera y ser sola es difícil", sentenció.
Sin embargo, no todo en la vida de Alejandra ha sido negativo. Formó parte de la comisión italiana que representó el arte italiano contemporáneo en Bilbao. También fue amateur en Basilicata donde ganó una residencia de arte; estaba como jurado Antony Spencer, un fotógrafo conocido, y Elisa Laraia, una artista de la Bienal de Venecia. En Cerdeña le dieron una placa de reconocimiento que dice que es hija adoptiva de Cerdeña porque trabajó en la Fiesta de los Candelieri de la Unesco que se hace en agosto. Además, el Laboratorio Permanente de Arte Público exhibió algunos de sus trabajos en un libro.
"Mi sueño es sacar adelante a mi hijo y volver un día a ver a mi madre con la que solo hablo por Facebook o Skype. Tengo dos hermanos y toda mi familia está en la Argentina", contó.
A Massimiliano le gusta más Alemania que Italia y habla cinco idiomas. En la escuela aprende alemán e inglés, en la casa hablan español e italiano y tienen amigos de Portugal y Angola y, para comunicarse con ellos, hablan portugués. Ella habla también cinco lenguas.
"Alemania es un país riquísimo, que ofrece muchas oportunidades, pero la lengua es muy difícil", relató. Dijo entre risas en el idioma germano: "Mi vida es una tragedia si no hablo alemán. Mi cabeza explota, no puede más". En septiembre iniciará un doctorado en Arteterapia y está haciendo un curso de alemán porque es obligatorio. Para trabajar en blanco en Alemania se necesita el certificado B1; por el trabajo en negro se paga poco.
Alejandra realiza trabajos para galerías o proyectos de obras de arte para subsistir y el padre del niño también la ayuda. Está preparando un proyecto para hacer el año próximo una muestra en la galería de arte Ten, en Manheim, y tres trabajos para enviar a una universidad de Italia y cobrar por los cuadros. Alejandra contó que los alemanes son muy cordiales pero fríos y reservados: "No son como nosotros que hacemos ruido, somos expansivos, nos damos besos. Los italianos son más como nosotros, ruidosos". Tiene muchas amigas latinas, pero cree que es mejor tener amigos alemanes porque así es más fácil adaptarse.
"Acá se sufre mucho de soledad. La integración en Europa no es fácil, sobre todo en los últimos años por la crisis. No hay trabajo, parece la Argentina del 2001. La gente de mi edad se está quedando sin casa", manifestó. "A mí me fue bien y mal al mismo tiempo, pero acá me recibí, tengo una carrera y estoy luchando por mi hijo, eso me lo enseñó mi vieja", dijo emocionada.
"En Roma hay un barrio, el quartiere Quadraro, que forma parte del circuito turístico de Roma. A mí me gustaría que en el barrio Bancario de Salta los edificios grises se convirtieran en personajes de un museo a cielo abierto. Esa zona podría ser bellísima", dijo Alejandra.
"Lo que más valoro de Salta es mi familia, mis profesores del Centro Polivalente de Arte porque con ellos di los primeros pasos en el arte. Extraño sentarme a la mesa, pelear con mi vieja y con mis hermanos, ir a ver a mis amigas sin llamar por teléfono para pedir una cita, porque acá tenés que llamar para poder visitar a un amigo, y el hecho de que alguien te abrace, acá solo tengo el afecto de mi hijo", contó.
Su mamá se llama Betty Caro y trabaja en el hospital San Bernardo. "Mi vieja no me ve, siempre llora, siempre preocupada por mí. Quiero decirle que no se debe preocupar, que estoy saliendo adelante y un día la voy a volver a ver", cerró.
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Luego de vivir por más de 10 años en Italia, decidió mudarse a Alemania con su hijo de 8 años para buscar mejores oportunidades. En Cerdeña sufría violencia de género de parte de su suegro y no encontraba protección. Hace 8 años no vuelve a la Argentina porque no tiene el permiso del padre para sacar a su hijo de la Unión Europea. El papá de su niño vive en Francia y es el italiano que la ayudó a ingresar a la universidad. Luego de tres años de matrimonio se quedó embarazada y él la abandonó. Contó que mucha gente la ayuda desde Italia y Alemania para lograr la tenencia de su hijo Massimiliano, "para tener derecho al menos de volver de vacaciones a ver a mi familia".
Cuando su hijo tenía pocos meses de vida volvió a Salta porque se había escapado de la casa de sus suegros. Encontró trabajo como maestra de zona inhóspita y un departamento en la calle Alvarado donde vivía con su hijo. Su papá vino a buscarlo y, como no tenía permiso para quedarse en la Argentina, ella se fue detrás. "Dejé todo de nuevo y volví a Italia a la casa de mis suegros. Quedamos de acuerdo en que él me iba a permitir terminar la universidad. Mientras tanto mi marido hacía su vida afuera como un soltero y sus padres hacían lo que querían conmigo", contó Alejandra. "A pesar de que tengo fotografías que prueban todo lo que pasaba, mucha ayuda no recibí. Ser extranjera y ser sola es difícil", sentenció.
Sin embargo, no todo en la vida de Alejandra ha sido negativo. Formó parte de la comisión italiana que representó el arte italiano contemporáneo en Bilbao. También fue amateur en Basilicata donde ganó una residencia de arte; estaba como jurado Antony Spencer, un fotógrafo conocido, y Elisa Laraia, una artista de la Bienal de Venecia. En Cerdeña le dieron una placa de reconocimiento que dice que es hija adoptiva de Cerdeña porque trabajó en la Fiesta de los Candelieri de la Unesco que se hace en agosto. Además, el Laboratorio Permanente de Arte Público exhibió algunos de sus trabajos en un libro.
"Mi sueño es sacar adelante a mi hijo y volver un día a ver a mi madre con la que solo hablo por Facebook o Skype. Tengo dos hermanos y toda mi familia está en la Argentina", contó.
A Massimiliano le gusta más Alemania que Italia y habla cinco idiomas. En la escuela aprende alemán e inglés, en la casa hablan español e italiano y tienen amigos de Portugal y Angola y, para comunicarse con ellos, hablan portugués. Ella habla también cinco lenguas.
"Alemania es un país riquísimo, que ofrece muchas oportunidades, pero la lengua es muy difícil", relató. Dijo entre risas en el idioma germano: "Mi vida es una tragedia si no hablo alemán. Mi cabeza explota, no puede más". En septiembre iniciará un doctorado en Arteterapia y está haciendo un curso de alemán porque es obligatorio. Para trabajar en blanco en Alemania se necesita el certificado B1; por el trabajo en negro se paga poco.
Alejandra realiza trabajos para galerías o proyectos de obras de arte para subsistir y el padre del niño también la ayuda. Está preparando un proyecto para hacer el año próximo una muestra en la galería de arte Ten, en Manheim, y tres trabajos para enviar a una universidad de Italia y cobrar por los cuadros. Alejandra contó que los alemanes son muy cordiales pero fríos y reservados: "No son como nosotros que hacemos ruido, somos expansivos, nos damos besos. Los italianos son más como nosotros, ruidosos". Tiene muchas amigas latinas, pero cree que es mejor tener amigos alemanes porque así es más fácil adaptarse.
"Acá se sufre mucho de soledad. La integración en Europa no es fácil, sobre todo en los últimos años por la crisis. No hay trabajo, parece la Argentina del 2001. La gente de mi edad se está quedando sin casa", manifestó. "A mí me fue bien y mal al mismo tiempo, pero acá me recibí, tengo una carrera y estoy luchando por mi hijo, eso me lo enseñó mi vieja", dijo emocionada.
"En Roma hay un barrio, el quartiere Quadraro, que forma parte del circuito turístico de Roma. A mí me gustaría que en el barrio Bancario de Salta los edificios grises se convirtieran en personajes de un museo a cielo abierto. Esa zona podría ser bellísima", dijo Alejandra.
"Lo que más valoro de Salta es mi familia, mis profesores del Centro Polivalente de Arte porque con ellos di los primeros pasos en el arte. Extraño sentarme a la mesa, pelear con mi vieja y con mis hermanos, ir a ver a mis amigas sin llamar por teléfono para pedir una cita, porque acá tenés que llamar para poder visitar a un amigo, y el hecho de que alguien te abrace, acá solo tengo el afecto de mi hijo", contó.
Su mamá se llama Betty Caro y trabaja en el hospital San Bernardo. "Mi vieja no me ve, siempre llora, siempre preocupada por mí. Quiero decirle que no se debe preocupar, que estoy saliendo adelante y un día la voy a volver a ver", cerró.