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El machismo se coló en la campaña salteña

Miércoles, 29 de julio de 2015 00:00

El machismo se coló en la campaña salteña


Estamos de campaña y parece que para más de uno, en lugar de festejar la democracia, explicando a los ciudadanos lo que proponen, solo se trata de agredir al contrincante.
A falta de ideas, no queda otra.
¿Machismo? ¿Clasismo? ¿Zoncera criolla?, o como diría nuestro querido Cuchi Leguizamón: "­Cosas de opas! ­Opas solemnes!".
Estos últimos días se les ha dado por hostigar a las mujeres, por el hecho de serlo.
Abusar de su superioridad abusando de un medio de prensa subvencionado por el Gobierno para tratar de desprestigiar a las que comienzan a despuntar.
Con pequeñez de ideas, hacen mención a lazos familiares porque sienten que la mujer no vale por sí misma, sino por los varones de la familia.
­En el fondo, lo único que quieren es que se queden en la casa!. No toleran que, además de administrar el hogar, quieran ocuparse de la cosa pública. ­En Salta! ­Qué horror!
Nunca está de más recordarlo: la violencia de género ya fue calificada, definida y analizada por las Naciones Unidas, son derechos humanos y por eso mismo forman parte de nuestra Constitución Nacional. Son norma vigente y aplicable en la Argentina y, por supuesto, en Salta, que es parte integrante de este hermoso país.
Para la ONU Mujeres, este tipo de violencia "se refiere a aquella dirigida contra una persona en razón del género que él o ella tiene así como de las expectativas sobre el rol que él o ella deba cumplir en una sociedad o cultura".
Esta presenta distintas manifestaciones, e incluye actos que se manifiestan en diversos ámbitos de la vida social y política.
Al Poder Judicial salteño le costó mucho reconocer el femicidio; reconocer que la violación a una niña de la comunidad indígena era violación; que las mujeres siguen siendo vulnerables, las pobres, las indígenas, y las que pretenden ocupar un lugar en la defensa de las cosas públicas, si no viene de la mano, patrocinada por el gobierno de turno. Cuando se sale sola, en la postulación a un cargo público, se reclama la razón por la que no aparece el marido, o el padre.
Para así poder referirse al hombre de la familia, para tener un plano más amplio para golpear, porque les da una cosilla de pegarle a una mujer en público.
Claro que en privado, sin que nadie lo vea, en notas sin firma, en actitudes disimuladas, en advertencias solapadas, la violencia alcanza el esplendor.
Además, los exaspera si la mujer en cuestión no es funcionaria pública y, en consecuencia, no debe dar cuenta de sus actos públicos. Porque aunque a los que ocupan espacios de poder les sorprenda, la transparencia es la norma y rendir cuentas, la obligación. Sí, rendir cuenta de esos dineros públicos que se usan para campañas políticas abiertas o solapadas, o para financiar medios seudoperiodísticos.
La violencia de género es mucho más amplia que un mero articulado. La violencia de género es violencia cultural.
Propongo a todos los candidatos una prueba, para señalar quién es realmente cada uno, qué proponen, qué proyectos tiene.
No solo una foto, una sonrisa, sin propuestas.
Que digan qué hicieron cuando estuvieron en cargos públicos. No se trata de un concurso de sonrisas, de belleza masculina. ­No están concursando para Mr. Mundo!
Cuando no hay ideas, la campaña se convierte en desfile de modas y concurso de egos. "­Vótenme porque soy un metrosexual, un golden boy". Cualquier cosa menos un político con un proyecto de provincia.
En ese perfil, la nobleza de la política queda invadida por la bajeza de comentarios insustanciales. Pero hay algo cierto: no se puede pedir peras al olmo.
No se puede proponer aquello en lo que no se cree; no se puede fingir una cosa y ser otra; no se puede cambiar de barco en la mitad de la correntada.
Por eso, cuando no hay qué proponer, aflora lo peor del inconsciente: el machismo ordinario y el fascismo destructivo, que son hermanos gemelos.
Mejor, muchachos, hagan lo que mamá les enseñó.
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El machismo se coló en la campaña salteña


Estamos de campaña y parece que para más de uno, en lugar de festejar la democracia, explicando a los ciudadanos lo que proponen, solo se trata de agredir al contrincante.
A falta de ideas, no queda otra.
¿Machismo? ¿Clasismo? ¿Zoncera criolla?, o como diría nuestro querido Cuchi Leguizamón: "­Cosas de opas! ­Opas solemnes!".
Estos últimos días se les ha dado por hostigar a las mujeres, por el hecho de serlo.
Abusar de su superioridad abusando de un medio de prensa subvencionado por el Gobierno para tratar de desprestigiar a las que comienzan a despuntar.
Con pequeñez de ideas, hacen mención a lazos familiares porque sienten que la mujer no vale por sí misma, sino por los varones de la familia.
­En el fondo, lo único que quieren es que se queden en la casa!. No toleran que, además de administrar el hogar, quieran ocuparse de la cosa pública. ­En Salta! ­Qué horror!
Nunca está de más recordarlo: la violencia de género ya fue calificada, definida y analizada por las Naciones Unidas, son derechos humanos y por eso mismo forman parte de nuestra Constitución Nacional. Son norma vigente y aplicable en la Argentina y, por supuesto, en Salta, que es parte integrante de este hermoso país.
Para la ONU Mujeres, este tipo de violencia "se refiere a aquella dirigida contra una persona en razón del género que él o ella tiene así como de las expectativas sobre el rol que él o ella deba cumplir en una sociedad o cultura".
Esta presenta distintas manifestaciones, e incluye actos que se manifiestan en diversos ámbitos de la vida social y política.
Al Poder Judicial salteño le costó mucho reconocer el femicidio; reconocer que la violación a una niña de la comunidad indígena era violación; que las mujeres siguen siendo vulnerables, las pobres, las indígenas, y las que pretenden ocupar un lugar en la defensa de las cosas públicas, si no viene de la mano, patrocinada por el gobierno de turno. Cuando se sale sola, en la postulación a un cargo público, se reclama la razón por la que no aparece el marido, o el padre.
Para así poder referirse al hombre de la familia, para tener un plano más amplio para golpear, porque les da una cosilla de pegarle a una mujer en público.
Claro que en privado, sin que nadie lo vea, en notas sin firma, en actitudes disimuladas, en advertencias solapadas, la violencia alcanza el esplendor.
Además, los exaspera si la mujer en cuestión no es funcionaria pública y, en consecuencia, no debe dar cuenta de sus actos públicos. Porque aunque a los que ocupan espacios de poder les sorprenda, la transparencia es la norma y rendir cuentas, la obligación. Sí, rendir cuenta de esos dineros públicos que se usan para campañas políticas abiertas o solapadas, o para financiar medios seudoperiodísticos.
La violencia de género es mucho más amplia que un mero articulado. La violencia de género es violencia cultural.
Propongo a todos los candidatos una prueba, para señalar quién es realmente cada uno, qué proponen, qué proyectos tiene.
No solo una foto, una sonrisa, sin propuestas.
Que digan qué hicieron cuando estuvieron en cargos públicos. No se trata de un concurso de sonrisas, de belleza masculina. ­No están concursando para Mr. Mundo!
Cuando no hay ideas, la campaña se convierte en desfile de modas y concurso de egos. "­Vótenme porque soy un metrosexual, un golden boy". Cualquier cosa menos un político con un proyecto de provincia.
En ese perfil, la nobleza de la política queda invadida por la bajeza de comentarios insustanciales. Pero hay algo cierto: no se puede pedir peras al olmo.
No se puede proponer aquello en lo que no se cree; no se puede fingir una cosa y ser otra; no se puede cambiar de barco en la mitad de la correntada.
Por eso, cuando no hay qué proponer, aflora lo peor del inconsciente: el machismo ordinario y el fascismo destructivo, que son hermanos gemelos.
Mejor, muchachos, hagan lo que mamá les enseñó.
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