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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La extinción del kirchnerismo

Martes, 05 de enero de 2016 01:30
Gobernar implica hacerse cargo del destino colectivo. En algunos casos, como en el nuestro, coincide con el hecho de cargar sobre las espaldas de quien lo intente una compleja historia de frustración donde todos compartimos la idea del fracaso pero tenemos diferencias respecto de cuándo comenzó.
Estamos superando un Gobierno que logró ocultar su ambición desmesurada de poder económico y político a cambio de la entrega de un espacio secundario de esa ambición a los restos de antiguos partícipes de revoluciones fracasadas.
Ahora logramos superar ajustadamente aquella desmesura, y el kirchnerismo vencido resiste en su camino a convertirse en un simple partido de izquierda, capaz de generar respuestas justificadoras y convocar debates masivos, logrando en la calle lo que jamás los acompaña en la urna. El kirchnerismo fue eso: un poder construido en torno a un peronismo al que no respetaba y acompañado de una izquierda extraviada en sus objetivos, enamorada del poder por encima de cualquier supuesto proyecto.
Ahora viene el tiempo de las democracias plenas, del respeto y la colaboración entre adversarios; también es necesario recuperar los partidos políticos. Vivimos un tiempo donde las instituciones fueron sustituidas por los hombres. Ni el peronismo ni el radicalismo contienen a sus militantes.
La sociedad se reconcilió con la política. Libros, programas en los medios, debates importantes son seguidos por un público que sin ser masivo ocupa un lugar significativo.
El miedo que nos legó el kirchnerismo fue importante para asumir la necesidad de comprometernos con lo colectivo.
La política arrastra merecidamente la carga de la corrupción y de la sola obsesión por el poder.
Estamos recuperando la relación madura entre adversarios que se respetan, superando para siempre los odios de enemigos que se persiguen. El kirchnerismo desaparece, lento pero seguro. Las elecciones nos regalaron lo esencial: el triunfo, y ahora nosotros debemos llenarlo de contenido.
Estamos entrando en la madurez de la democracia, necesitamos recuperar el respeto al talento y a la dignidad de la coherencia. Oportunistas es lo que sobran, se requieren espíritus libres dispuestos a pensar un futuro colectivo. Y de esos todavía hay pocos, pero se necesitan varios para poder superar de una vez por toda esta atroz decadencia.
Estamos en tiempos de lograrlo.
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Gobernar implica hacerse cargo del destino colectivo. En algunos casos, como en el nuestro, coincide con el hecho de cargar sobre las espaldas de quien lo intente una compleja historia de frustración donde todos compartimos la idea del fracaso pero tenemos diferencias respecto de cuándo comenzó.
Estamos superando un Gobierno que logró ocultar su ambición desmesurada de poder económico y político a cambio de la entrega de un espacio secundario de esa ambición a los restos de antiguos partícipes de revoluciones fracasadas.
Ahora logramos superar ajustadamente aquella desmesura, y el kirchnerismo vencido resiste en su camino a convertirse en un simple partido de izquierda, capaz de generar respuestas justificadoras y convocar debates masivos, logrando en la calle lo que jamás los acompaña en la urna. El kirchnerismo fue eso: un poder construido en torno a un peronismo al que no respetaba y acompañado de una izquierda extraviada en sus objetivos, enamorada del poder por encima de cualquier supuesto proyecto.
Ahora viene el tiempo de las democracias plenas, del respeto y la colaboración entre adversarios; también es necesario recuperar los partidos políticos. Vivimos un tiempo donde las instituciones fueron sustituidas por los hombres. Ni el peronismo ni el radicalismo contienen a sus militantes.
La sociedad se reconcilió con la política. Libros, programas en los medios, debates importantes son seguidos por un público que sin ser masivo ocupa un lugar significativo.
El miedo que nos legó el kirchnerismo fue importante para asumir la necesidad de comprometernos con lo colectivo.
La política arrastra merecidamente la carga de la corrupción y de la sola obsesión por el poder.
Estamos recuperando la relación madura entre adversarios que se respetan, superando para siempre los odios de enemigos que se persiguen. El kirchnerismo desaparece, lento pero seguro. Las elecciones nos regalaron lo esencial: el triunfo, y ahora nosotros debemos llenarlo de contenido.
Estamos entrando en la madurez de la democracia, necesitamos recuperar el respeto al talento y a la dignidad de la coherencia. Oportunistas es lo que sobran, se requieren espíritus libres dispuestos a pensar un futuro colectivo. Y de esos todavía hay pocos, pero se necesitan varios para poder superar de una vez por toda esta atroz decadencia.
Estamos en tiempos de lograrlo.

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