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“El impuesto de ingresos brutos es malo, pésimo, pero rinde mucho”

Entrevista al contador tributarista Armando Simesen de Bielke. 
Domingo, 17 de diciembre de 2017 19:54

El contador Armando Simesen de Bielke considera que la presión impositiva actual es la más alta de la historia, pero más allá de la observación, estima que en la provincia no se utilizó de manera correcta el consenso fiscal en materia del impuesto a las actividades económicas. “A partir de allí se debe entender las fuertes protestas del empresariado”, señaló el profesional en diálogo con El Tribuno.

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El contador Armando Simesen de Bielke considera que la presión impositiva actual es la más alta de la historia, pero más allá de la observación, estima que en la provincia no se utilizó de manera correcta el consenso fiscal en materia del impuesto a las actividades económicas. “A partir de allí se debe entender las fuertes protestas del empresariado”, señaló el profesional en diálogo con El Tribuno.

¿Cómo analiza el proyecto de reforma tributaria?
Es de una gran complejidad porque se reforman no solamente varios impuestos (ganancias, IVA, internos, combustibles, monotributo), sino que también se incursiona fuertemente en la ley de procedimientos fiscales, en el Código Aduanero y en la ley penal tributaria y previsional. Y es negativa, en particular, en el otorgamiento a AFIP de mayores facultades (como la de establecer, por ejemplo, quiénes estarán obligados a constituir domicilio fiscal electrónico y quiénes no, posibilidades concretas de aplicar la clausura preventiva, es decir antes de que se expida un juez en sentido estricto), como también hace más fuertes las sanciones de multa para la omisión de impuestos y restringe la competencia del Tribunal Fiscal de la Nación en varios aspectos sobre los que la jurisprudencia se había pronunciado precisamente ampliando esa competencia. Ello en el orden nacional, pues también se están analizando reformas tributarias en el orden de las provincias. En Salta, a mi entender, se ha mal utilizado el consenso fiscal en materia del impuesto a las actividades económicas y de allí las fuertes protestas del empresariado.

¿Cree que va a salir antes de fin de año?
Creo que sí, aunque con turbulencias en el Congreso al momento de aprobación de las reformas proyectadas, muchas de las cuales serán seguramente objeto de cambios que es de esperar sean serios y de aplicación viable tal que no se produzca algo similar al “mamarracho” ideado por Axel Kicillof a fines del año pasado, con el único fin de constituir una oposición destructiva. Lo sucedido en estos días en Diputados es una muestra más del propósito obstruccionista.

¿Será beneficioso para las provincias?
Entiendo que van a ganar con muchas de las concesiones que hace la Nación en el Consenso Fiscal firmado el 16 de noviembre pasado y van a resignar algo para reforzar las finanzas de Anses y reconocerle a provincia de Buenos Aires la participación que perdió con el famoso Fondo del Conurbano bonaerense. Sería sumamente beneficioso para las provincias el aumento de la recaudación coparticipable que puede generarse al gravar determinadas rentas financieras y aumentar porcentajes en materia de impuestos internos, también coparticipables. Pero, una vez más, depende de un sano debate en el Congreso nacional. 

¿El pacto fiscal tiene un sentido federal?
Sí, claramente. Pero una cuestión es la intención de consolidar lo que se denomina el “federalismo de concertación”, constitucionalmente impecable, y otra muy distinta es el grado de cumplimiento de las promesas. Me pregunto: si los pactos fiscales I (de 1992) y II (de 1993) no se cumplieron, ¿por qué se cumplirían ahora la cantidad de compromisos asumidos? Lo tradicional en nuestro país es que no se respete aquel viejo principio, que es jurídico y también moral: “Pacta sunt servanta” (los pactos deben cumplirse).

¿La presión impositiva actual afecta a la economía?
Sí, sin duda alguna. La presión fiscal alcanzada por Argentina en este momento es la más alta de su historia y la mayor de América Latina. Triste primer puesto que ahoga cualquier emprendimiento medianamente razonable. Además, cuando se habla de presión fiscal, parece que esencialmente se hace hincapié en la cantidad y peso de los tributos que integran el sistema, pero una correcta medición debería agregar la presión que surge de la cantidad de trabajo administrativo que los organismos de recaudación “trasladan” al sector privado y los mecanismos de retenciones y percepciones que generan fuertes saldos a favor de los contribuyentes que implican, cuanto menos, una importante carga financiera.
El actual estado de cosas es ciertamente desalentador de nuevas inversiones productivas y, en especial, de las exportaciones, que nos colocan en los peores lugares en el ránking mundial de comercio exterior.

A la espera de brotes verdes 

¿Qué puede pasar con ingresos brutos?
Lo que lamentablemente se esperaba: que varias provincias, entre ellas la nuestra, en lugar de bajar las alícuotas de este impuesto, las levanten tan luego para un tributo que tiene el conocido efecto “en cascada” (cada pase de una fase a otra en la circulación económica de los bienes es gravada, sin admitir que se tome como pago a cuenta lo abonado en la etapa anterior), cuyo efecto es finalmente un aumento en los precios que paga el consumidor final. Ha sido desterrado de los sistemas tributarios de los países avanzados, pero se constituyó en el de más alto rendimiento para las provincias y la CABA. En otras palabras, es malo, pésimo, pero rinde mucho.

¿La economía termina bien este año?
Los “brotes verdes” son muchos, pero siguen siendo brotes; no alcanzan la dimensión de un crecimiento sostenido importante. En términos comparativos con lo que estuvimos viviendo entre 2015 y 2016 hay una recuperación evidente. Lo importante es que continúe y ello depende no solo del Gobierno sino de las decisiones que el Congreso y las legislaturas locales apoyen.
 

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