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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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“Vine con un don y un deseo que hice arder: la búsqueda de realzar la belleza de la mujer”

Laura Rojas es experta en belleza y tiene un gabinete de cosmetología, maquillaje y depilación.
Domingo, 12 de marzo de 2017 01:05

La convicción de que se puede cambiar y mejorar en forma continua augura un gran destino profesional. En palabras de la experta en belleza Laura Rojas “el deseo que arde en nuestro corazón es el don con que llegamos al mundo”. Lo suyo -su deseo y su vocación- es la cosmetología y el maquillaje. 
Ella, una más entre siete hermanos comandados por una mamá sola, no nació necesariamente con la mejor posición de los astros, aunque tal vez venía muy bien aspectada. 
A los 16 años cursaba con sobresaltos la secundaria y urgida por la hambrienta economía familiar, entró a trabajar en la perfumería Victoria. 
Ella había sido empleada doméstica y niñera, pero su primera incursión en un universo nuevo hizo anidar la estética de manera definitiva en su corazón. El dueño de la perfumería la veía inquieta y deseosa de conocimiento. Estas cualidades la señalaron como la candidata ideal para participar de las capacitaciones ofrecidas por los laboratorios. Luego ella replicaba lo aprendido entre sus compañeros. Desde los 18 años fue revendedora de Avon. Al poco tiempo asistió a una conferencia. La panelista pidió voluntarias para demostraciones de maquillaje en vivo y ella eligió el protagonismo. 
Se vio renovada, agradeció y su candor llamó la atención de la gerenta de la Fundación Avon, quien la introdujo en un proyecto novedoso en Argentina: el de capacitar a las revendedoras para que dieran un salto de calidad hacia asesoras de belleza. Pronto se le presentó la primera jornada en Buenos Aires. Su minoría de edad requería la autorización materna. La consiguió. “Ella me dijo: ‘Andá’ y estaba sacándome hasta la última pelusa el día que subí el avión porque me pagaron todo. Y cuando llegué allá nos hicieron dar una conferencia. Éramos una por provincia”, rememora. Ese viaje resultó iniciático. Laura no se amilanó ante la exigente concurrencia formada por expertos en el área de la estética y ofreció su charla hábilmente y con fluidez. Ellos la observaban y ella también aprovechó la oportunidad para analizar sus posibilidades. “Cuando yo las veía a todas ellas, que eran más grandes que yo, unas sesentonas y cincuentonas, les veía la piel y me decía: ‘Así quiero ser yo’. Lo más importante es que las veía independientes y ¡era tan apasionante la forma en que todo funcionaba! Estaba en tercer año de la secundaria y veíamos la célula y comencé a entender por qué excretaba y se renovaba o moría la célula y a la vez qué había detrás de una limpieza facial”, ejemplifica. 

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La convicción de que se puede cambiar y mejorar en forma continua augura un gran destino profesional. En palabras de la experta en belleza Laura Rojas “el deseo que arde en nuestro corazón es el don con que llegamos al mundo”. Lo suyo -su deseo y su vocación- es la cosmetología y el maquillaje. 
Ella, una más entre siete hermanos comandados por una mamá sola, no nació necesariamente con la mejor posición de los astros, aunque tal vez venía muy bien aspectada. 
A los 16 años cursaba con sobresaltos la secundaria y urgida por la hambrienta economía familiar, entró a trabajar en la perfumería Victoria. 
Ella había sido empleada doméstica y niñera, pero su primera incursión en un universo nuevo hizo anidar la estética de manera definitiva en su corazón. El dueño de la perfumería la veía inquieta y deseosa de conocimiento. Estas cualidades la señalaron como la candidata ideal para participar de las capacitaciones ofrecidas por los laboratorios. Luego ella replicaba lo aprendido entre sus compañeros. Desde los 18 años fue revendedora de Avon. Al poco tiempo asistió a una conferencia. La panelista pidió voluntarias para demostraciones de maquillaje en vivo y ella eligió el protagonismo. 
Se vio renovada, agradeció y su candor llamó la atención de la gerenta de la Fundación Avon, quien la introdujo en un proyecto novedoso en Argentina: el de capacitar a las revendedoras para que dieran un salto de calidad hacia asesoras de belleza. Pronto se le presentó la primera jornada en Buenos Aires. Su minoría de edad requería la autorización materna. La consiguió. “Ella me dijo: ‘Andá’ y estaba sacándome hasta la última pelusa el día que subí el avión porque me pagaron todo. Y cuando llegué allá nos hicieron dar una conferencia. Éramos una por provincia”, rememora. Ese viaje resultó iniciático. Laura no se amilanó ante la exigente concurrencia formada por expertos en el área de la estética y ofreció su charla hábilmente y con fluidez. Ellos la observaban y ella también aprovechó la oportunidad para analizar sus posibilidades. “Cuando yo las veía a todas ellas, que eran más grandes que yo, unas sesentonas y cincuentonas, les veía la piel y me decía: ‘Así quiero ser yo’. Lo más importante es que las veía independientes y ¡era tan apasionante la forma en que todo funcionaba! Estaba en tercer año de la secundaria y veíamos la célula y comencé a entender por qué excretaba y se renovaba o moría la célula y a la vez qué había detrás de una limpieza facial”, ejemplifica. 

El cambio 

Cuando comenzó tenía como profesores a la maquilladora profesional Marisa del Dago, fundadora y primera presidenta de la Asociación de Maquilladores de la República Argentina (AMRA), a Óscar Miulett e Ivana Solano. De ellos dice haber aprendido muchos secretos. A partir de allí no dejó de ascender en la compañía. “Cuando tenía 20 años, me llamaron de la Fundación Avon para representar a Argentina porque todos mis trabajos quedaban seleccionados”, relata. 
Laura recibe a El Tribuno en su casa ubicada en la zona norte. Allí montó hace unos meses su gabinete de cosmetología, depilación y maquillaje. Repasa con cada instantánea -guardada amorosamente en una carpeta foliada- una carrera bien provista por la amalgama del talento y las buenas circunstancias. Llega hasta la producción de fotos que realizó para ella el fotógrafo cafayateño Javier Soria Vázquez. “Él es ahora profesor en la Universidad Nacional de Tucumán, en la carrera de Arte. Él me regaló las fotos. Para mí es admirable porque ve por un pedacito del ojo y ha ganado concursos internacionales. ¡Con cuánta gente grossa trabajé!”, dice con notas de agradecimiento en la voz. La notoria expresividad que adquirieron modelos de rasgos norteños bajo esa lente, la incorporación al maquillaje de recursos poco convencionales y jugados para la época como apliques de papel puestos con plasticola escolar y los paisajes cafayateños de fondo coronaron de éxito a Laura, quien empezó a representar a Argentina en capacitaciones internacionales. 

Transformación 
Laura empezó a partir de sus 20 años estadías indefinidas en casas de familiares en Buenos Aires. “Hacía cursos que en ese momento eran un boom y acá no llegaban”, resume. Entre producciones de belleza hechas en Salta conoció a su marido Sergio Olguín (37), que era modelo y con quien tendría años más tarde dos hijos: Gastón (8) y María Luz (6). 
En estos cursos en Buenos Aires se desveló una arista más para su trabajo como maquilladora y capacitadora: el de comunicadora. Y para dejarla nacer fue crucial la intervención de una actriz. “Nosotros teníamos hasta que actuar. Yo creo que me impactó todo lo que vi en Avon. Dije así se hace la plata, así se hace esto, cuando nos sentaban a dibujar, a crear productos que no existían, nos decían: ‘Bueno, tienen toda la mañana para crear un producto mágico, como por ejemplo yo había propuesto una lapicera que escriba sueños que se convirtieran en realidad...”, remememora. 
En 2006, formó parte del wine spa del Hotel Sheraton de Cafayate. Ella ofrecía servicios que abarcaban desde las terapias de rejuvenecimiento con vino hasta la realización de los jabones con taninos de vino, con fórmulas propias y exclusivas, que Laura creó para este hotel. La oportunidad esta vez se disfrazó de un despido inmerecido, porque pronto el tiempo de Avon retornaría. A Laura la llamaron para trabajar dos años como encargada de personal en el local de Avon Beauty. 
Hace diez años ella se cambió a Laca, otra línea internacional de productos para la belleza femenina, que está usando actualmente para sus clientas. 
Con su negocio floreciente, su casa propia y su familia a Laura dice que le llegó la chance de retribuir. El jueves pasado fue a dar un curso gratuito de maquillaje y cuidado de la piel al barrio 15 de Septiembre, con la fundación Desde el margen. A su charla asistieron 50 mujeres y a ellas les pudo contar la misma historia que relató a El Tribuno y recomendarles no perder de vista una aparentemente sencilla ecuación: “ser para hacer y hacer para tener”, que con solo tres verbos parece resumir una sabiduría aplicable para toda la humanidad. 
 

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