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Sebastián Campanariio: "Estamos viviendo el futuro, todo está pasando antes de lo que se pronosticaba"

Domingo, 04 de junio de 2017 00:42

Es economista y periodista. Cuenta que dejó de escribir temas convencionales de la economía como análisis fiscales y se abocó a la innovación y la tecnología, pero con una bajada al campo humano y de los negocios. Sebastián Campanario estuvo en Salta y brindó la charla El futuro en tiempo real. Esta semana los salteños podrán encontrar el libro “Modo esponja”, que escribió junto a Andrei Vazhnov.

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Es economista y periodista. Cuenta que dejó de escribir temas convencionales de la economía como análisis fiscales y se abocó a la innovación y la tecnología, pero con una bajada al campo humano y de los negocios. Sebastián Campanario estuvo en Salta y brindó la charla El futuro en tiempo real. Esta semana los salteños podrán encontrar el libro “Modo esponja”, que escribió junto a Andrei Vazhnov.

Estamos en un proceso disruptivo por el avance tecnológico. ¿Cómo analizas el impacto social y económico?
 
Me parece que ya estamos viviendo el futuro, no es algo de aquí a cinco o diez años. Ya hace varios años atravesamos una dinámica de cambio muy grande. A veces, en el día a día, no nos damos cuenta y la única constante que hay en este contexto es que todo está pasando antes de lo que se pronosticaba. Cuando vas a pronósticos de inteligencia artificial, cosas que se decían que iban a pasar en el 2020 o el 2025, están ocurriendo ahora. Todo transcurre más rápido. Estos temas generaron una discusión muy interesante. Yo soy economista y periodista, y escribía temas fiscales, y desde hace un par de años estoy muy enfocado en esta agenda de innovación, operatividad y futuro, que es muy divertida y tremendamente relevante. Podemos ver el impacto que puede tener un inteligencia artificial, un biología sintética, la computación cuántica... 

Si bien la economía es una ciencia social, hay una tendencia a enfocar análisis y estudios en cuestiones mucho más humanas, una visión antropocéntrica. El impacto en la vida diaria... 

Estoy de acuerdo. Muchas veces cuando uno habla de innovación, tiende a relacionarlo con tecnología y mucho de lo que está pasando hoy en la agenda de innovación, lo más interesante tiene que ver con lo vincular, con lo humano y lo cultural. Se están dando cambios en esas dimensiones, tan exponenciales como las que estamos viendo en las tecnologías, pero son mucho más difíciles todavía de pronosticar. Cuando ves películas, por ejemplo, que hablan del futuro como Volver al futuro II, que refiere al 2015, hay muchos pronósticos de autos voladores, zapatillas que se atan solas... Pero no hay buenas proyecciones de temas de género o pautas culturales, que son mucho más difíciles de pronosticar. Es más complejo ver adentro de nosotros que afuera. Un país como Japón, que suele adelantar varios años en la agenda de innovación, hoy por hoy está muy focalizado en la innovación de tipo vincular y humano. Se han dado cuenta que habían puesto demasiado énfasis en la robótica y en las cuestiones tecnológicas y, a veces, hay que equilibrar en cuestiones más de tipo humano.

Es inevitable caer en la visión dual de bueno o malo. Aparecen amenazas, por ejemplo, en algunos puestos de trabajo. El ejemplo más utilizado es el de los cobradores de peaje. ¿Cuál es tu visión?

Hoy está la discusión abierta. Hay pensadores que ven el futuro más utópico y otros, más distópico. Gente del Singularity University avizoran un futuro más tipo Disney, en el cual todas estás cuestiones de tecnologías exponenciales van a resolver la pobreza, temas de salud. En cambio, otros pensadores son muchos más pesimistas. Para mí hay una línea muy angosta en el medio, hoy por hoy cuando agarrás cualquier tipo de tecnología se puede usar para el bien o para el mal. O sea, esa es la realidad, es muy difícil hacer un pronóstico. Aunque tengo un tipo de pensamiento optimista, tiendo a pensar que todo va a estar mejor. En la Argentina y en América Latina todo lo que es la discusión por el futuro del empleo es muy relevante, porque al contrario de lo que pasa en países más avanzados, todavía hay muchos puestos de trabajo de baja productividad, como la gente que trabaja en un peaje o que vende boletos para el subte, funciones que en otros países ya están automatizadas. De ese modo, los empleos desafiados son más en términos proporcionales que en Europa y Estados Unidos, por lo que debería ser una discusión mucho más presente en la política pública y los medios de comunicación.

¿Cómo se puede trabajar para que el avance tecnológico no solo quede concentrado en los sectores con mayores ingresos? ¿Cómo hacer una distribución social?

También es una discusión fascinante. Hay algunas tendencias del avance tecnológico que son pro-mejor distribución del ingreso y otras anti-distribución del ingreso. Es cierto que en la frontera de tecnología, los que acceden son los que tienen más dinero y el día de mañana si hay alguna disrupción muy grande para vivir cientos de años, seguramente los primeros que accedan sean los multimillonarios. Pero, por otro lado, el hecho de que el ciclo tecnológico sea cada vez más corto y acelerado hace que haya lo que se llaman saltos de rana. Países muy pobres pueden llegar a tener la última tecnología porque se abarata muy pronto y tener de repente alguna tecnología mejor que la de EEUU o Europa, que tienen que amortizar en el tiempo. Pasa con la telefonía celular, ha revolucionado completamente pueblos que estaban en la Edad Media, en las partes más remotas de África o Asia. Son dos fuerzas que hay que ver cuál gana la batalla. 

¿El rol del Estado es decisivo?

Sí, el rol de Estado como gran coordinador de estas fuerzas que, a veces, son muy caóticas, será sin dudas central.

¿Ves que, en general, hay emprendedores que comienzan un proyecto con un chip analógico en la cabeza?

Hay de todo, no hay que generalizar. Tenemos un marco muy heterogéneo, hay mucho interés por emprender y Argentina tiene un ADN emprendedor muy importante. En América Latina existen siete unicornios, son las empresas que valen más de mil millones de dólares con base digital creadas en un promedio de siete años. Hay dos en Brasil, una en Chile y cuatro en Argentina. Nuestro país, con un tercio del PBI brasileño, cuenta con el doble de unicornios. Eso habla bastante bien de nuestro gen emprendedor. Obviamente, faltan buenas políticas sociales, buenas normativas que hagan que muchas de las ideas de base que tenemos los argentinos -en indicadores de creatividad estamos mejor que otros- lleguen al final de la curva y se transformas en un producto que derrame sobre PBI argentino. Muchas veces hay ideas que se tienen en Buenos Aires, Salta o Córdoba y se terminan fabricando en Estados Unidos, Israel o en otro lugar. Me parece que nos falta trabajar en el camino intermedio.

¿Ese camino intermedio es la educación? 

Es todo: educación, normativa, apoyo estatal, temas culturales... somos tremendistas con el fracaso. Esto es algo muy nocivo para el emprendedurismo y la innovación. En el fútbol, Messi juega mal un partido y se pide que se vaya de la Selección ¡Y es un jugador extraterrestre! Esto es muy típico de las culturas de América Latina: ser tan crueles con el fracaso. Necesitamos gente que esté incentivada a probar todo el tiempo, a jugar la mayor cantidad de fichas posibles y para eso necesitas desdramatizar el fracaso. 


 

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