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"Salva ocupó mi tierra y demolió mi casa para hacer la suya"

Testimonio de Candelaria Guzmán, que denuncia los abusos que sufren los “vallistos” a manos de los falsos calchaquíes
Miércoles, 31 de enero de 2018 00:00

Candelaria Guzmán trabaja en una empresa del barrio de Belgrano, en Buenos Aires. Se dedica a tareas de maestranza. Todos los años viene a El Rodeo, en La Poma, donde nació, para ver la casa de su familia, sus cabras y su campo.

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Candelaria Guzmán trabaja en una empresa del barrio de Belgrano, en Buenos Aires. Se dedica a tareas de maestranza. Todos los años viene a El Rodeo, en La Poma, donde nació, para ver la casa de su familia, sus cabras y su campo.

En uno de sus últimos viajes se encontró con que un "cacique", Armando Salva, se había apropiado de los terrenos, había demolido la casa de los Guzmán y había construido otra, de muy buena factura, en el terreno.

Cuando Candelaria le fue a reclamar, el cacique Salva le advirtió que nada de eso le pertenecía ya, porque la tierra era de la Comunidad Diaguita Calchaquí y, en consecuencia, la manejaba él. Cuando Candelaria le exigió que le devolvieran su tierra, Salva le prohibió entrar porque "vos no sos de la comunidad".

"Inscribime", le respondió ella, para "poder volver a tener lo mío". "No, no te voy a inscribir y si haces la denuncia, perdés el tiempo porque yo manejo a la Policía".

"Vos no debiste ir a Buenos Aires; debiste quedarte acá", le espetó Salva, amparándose en un nuevo "derecho de propiedad" establecido por estos caciques apócrifos a partir de una desafortunada legislación nacional, con adhesión provincial, que intentó detener el tiempo y reconstituir culturas del pasado, diluidas como todas las culturas, por la dinámica de las migraciones, las invasiones y las guerras.

"Desde que nací, siempre supe que éramos vallistos. Ahora esta gente dice que son "originarios', aunque este cacique no es nada originario, ya que su abuelo llegó de Bolivia", relata Candelaria.

Salva le propuso venderle la casa demolida (que era de ella) comó única alternativa.

Los calchaquíes eran los habitantes de los valles y formaban parte del conglomerado indígena que los incas denominaron diaguitas. La lengua cacán se ha perdido y nadie la habla. Los calchaquíes entraron a la mitología latinoamericana tras las rebeliones de Juan Calchaqui, Chalimín y el falso inca Pedro Bohorquez, entre 1550 y 1650.

Candelaria explica su historia "no mítica". Ella perdió a su padre y a su madre cuando era adolescente y debió hacerse cargo de seis hermanos. Para que estudiaran, los llevó a Buenos Aires y allí los mantuvo con su empleo, pero siempre volvió a controlar las tierras y las cabras que sus padres habían comprado legítimamente trabajando de peón en la caña, en los valles y en el tabaco.

Las leyes de protección al indígena fueron concebidas en defensa de las comunidades más pobres. El INAI, el IPPIS y el ministerio provincial permitieron que se convirtiera en un negocio clientelar. La llave: la "propiedad comunitaria" que habilita expropiaciones de hecho a los legítimos propietarios y engaña a las "comunidades" con títulos de propiedad individuales que nunca llegan ni van a llegar porque no están contemplados en la norma. Candelaria es vallista, hija y nieta de vallistos. En nombre de "derechos ancestrales", otros vallistos le quitaron la tierra. Y lo hacen encabezados por un cacique sin prosapia calchaquí, que no habla cacán y que se casó en diciembre por la Iglesia Católica, bajo la advocación de la Virgen de Urkupiña.

 

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