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Alianzas que se tejen tras las protestas

Partidos débiles, fuertes coaliciones de intereses y una alianza defensiva entre los ganadores de la década kirchnerista.
Jueves, 04 de enero de 2018 19:47

La vida política y económica argentina ha entrado en una etapa en donde los conflictos recrudecen, se agudizan y tensan. En donde los múltiples actores que protagonizan ambos escenarios proclaman, se reacomodan, confrontan y, de vez en cuando, alumbran acuerdos tácticos.

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La vida política y económica argentina ha entrado en una etapa en donde los conflictos recrudecen, se agudizan y tensan. En donde los múltiples actores que protagonizan ambos escenarios proclaman, se reacomodan, confrontan y, de vez en cuando, alumbran acuerdos tácticos.

Es así como las fuerzas que rechazan al presidente Macri y a sus políticas tejen coincidencias que sorprenden por versatilidad ideológica, y que se expresan de modo altisonante en el Congreso de la Nación y con inadmisible y peligrosa violencia en algunas calles del centro.

Este frente, como es notorio, reúne al kirchnerismo, al trotskismo y otras corrientes de izquierda, y a sectores del peronismo político y sindical que podríamos llamar “combativo”. En el plano institucional, el anti-macrismo convoca a “barones del conurbano bonaerense” y a uno que otro gobernador de provincia.

A su vez, en la coalición gobernante confluyen el emergente PRO, la histórica Unión Cívica Radical y, como no, dirigentes con pasado peronista y sectores independientes reunidos bajo banderas republicanas. Y, en el terreno institucional, la coalición mayoritaria recoge el apoyo de una buena parte de los gobernadores que se mueven, unas veces, preocupados por la crisis económica que amenaza la paz social de las provincias y, otras, por encomiables objetivos democráticos.

Hasta aquí, todo normal. Salvo, claro está, el rebrote de la violencia que es verbal en unos ámbitos y física en otros. Con el añadido de que ambas formas violentas comienzan a aparecer -como en nuestro trágico pasado- claramente coordinadas y vinculadas.

La estrategia del tero 

Si nos limitásemos a analizar el panorama de la Argentina contemporánea observando sólo el juego que -a la luz pública- juegan el gobierno y la oposición política, correríamos el riesgo de sacar conclusiones erróneas.

Pienso que, para tratar de entender la vertiginosa marcha de acontecimientos y de imaginar hacia adonde nos dirigimos como miembros de un desavenido cuerpo nacional, es preciso tener presente la preferencia de los actores políticos y económicos por la podríamos llamar “estrategia del tero”.

Cuando los mismos que vaciaron la ANSES se rasgan las vestiduras por la nueva fórmula para actualizar las jubilaciones, en verdad están combatiendo contra los actos judiciales que investigan hechos de corrupción y encarcelan preventivamente a antiguos jerarcas. Imaginan, también, que redoblando el tono épico y la apuesta por una agenda populista sin matices habrán de recuperar lo perdido en el terreno electoral.

Cuando los sindicatos confederados deciden ir a la huelga en rechazo de la mal llamada reforma previsional, en verdad están abriendo el paraguas para frenar actuaciones del gobierno en el terreno de las obras sociales y sus gerenciadoras. Sin olvidar la influencia que en la estrategia cegetista tiene la suerte que pueda correr el más grande de los correos privados argentinos.

Cuando el brazo político de la gran patronal ciñe el torso de uno de los coroneles del kirchnerismo, piensa seguramente en la necesidad de frenar la política de comercio exterior y, sobre todo, de condicionar al presidente Mauricio Macri en sus negociaciones de libre comercio con la Unión Europea. 

Podría decirse, a la luz de esta interpretación de los agitados movimientos, que las corporaciones (vale decir, los grandes y medianos grupos de interés que se organizan para defenderlos y maximizarlos) han encontrado -una vez más- modos espurios de interferir en la vida política e institucional de la Argentina.

Repasar la historia y recordar la actuación política de ciertas patronales argentinas, sobre todo en tiempos de Raúl Alfonsín (¿alguien recuerda al “Grupo de los 11”?) y de Fernando de la Rúa, ayuda a entender esta estrategia corporativa y debiera alertarnos acerca de sus nefastas consecuencias.

Es cierto que, en las democracias modernas, las organizaciones de intereses tienen derecho a movilizarse en defensa de los mismos. 

Pero es igualmente cierto que tales movilizaciones no pueden poner en riesgo la estabilidad de las instituciones y, en todo caso, han de someterse al supremo veredicto de la política democráticamente expresado.

Dos anomalías

En este terreno, el caso de la Argentina contemporánea presenta, a mi modo de ver, dos anomalías:

En primer lugar, la presencia de sindicatos monopólicos que, mientras defienden legítimos intereses de los trabajadores, actúan también como grandes empresas de la salud o en solapada defensa de burócratas con cuentas pendientes con la justicia. Es para eliminar esta anomalía -que cíclicamente entorpece la marcha de las instituciones de la república-, que se hace preciso garantizar la vigencia de los principios de libertad y democracia sindicales, y urgente separar la acción sindical de la gestión de las obras sociales (aunque estas hayan de permanecer como propiedad de los trabajadores).

La segunda anomalía resulta de combinar un sistema de partidos políticos débiles con la inexistencia de instancias de coordinación inter-confederal en el ámbito de las organizaciones empresariales.

Cuando, como sucede entre nosotros, los partidos políticos son débiles y poderosas las organizaciones de intereses, se resienten la democracia y el funcionamiento de las instituciones dentro de la Constitución. 

Sucede así que las grandes corporaciones patronales o sindicales, actuando solas o coordinadas, pueden terminar poniendo en crisis a la democracia y, llegado el caso, desautorizar a la voluntad del electorado.

Mientras que en el dilatado espacio de la política el frente opositor y el gobierno cumplen sus roles, en el espacio de las corporaciones empresarias y sindical se registra una alianza defensiva entre los ganadores de la década kirchnerista, decididos a no ceder un palmo de sus prebendas y privilegios obtenidos, casi siempre, a costa del aislamiento y decadencia de la Argentina, de la brecha tecnológica y de bienestar que nos separa del mundo, de la parálisis del interior y de la agobiante pobreza.

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