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13 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Argentina podría tener su Bolsonaro

Viernes, 19 de octubre de 2018 00:00

Las sociedades buscan siempre el orden y escapan siempre del caos. No hay ejemplos de un voto popular revolucionario. En ese contexto debe analizarse del fenómeno Bolsonaro. Y lo primero es ver que aparece como una respuesta irracional de una sociedad cansada y humillada por una clase política altamente corrupta. Análogo a lo que pasó con Donald Trump, Marine Le Pen y Matteo Salvini. Este es el gran debate de hoy. La aparición de un neofascismo como reacción frente al falso progresismo. Tanto el PT de Lula da Silva como el kirchnerismo en la Argentina expresaron un falso progresismo autoritario y distributivo. Ese falso progresismo asoció a los derechos humanos como un instrumento de acumulación de poder político. Y esa sociedad con los derechos humanos le permitió al kirchnerismo silenciar y ocultar prácticas corruptas y comportamientos autoritarios. Y debe saberse que la corrupción es una violación autónoma de los derechos humanos de la Convención Americana (artículos 24, 25 y 26). Tal como lo dice la Comisión Interamericana en su informe 1/18. No hay ningún progresismo real y auténtico sin un compromiso efectivo de luchar contra la corrupción.

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Las sociedades buscan siempre el orden y escapan siempre del caos. No hay ejemplos de un voto popular revolucionario. En ese contexto debe analizarse del fenómeno Bolsonaro. Y lo primero es ver que aparece como una respuesta irracional de una sociedad cansada y humillada por una clase política altamente corrupta. Análogo a lo que pasó con Donald Trump, Marine Le Pen y Matteo Salvini. Este es el gran debate de hoy. La aparición de un neofascismo como reacción frente al falso progresismo. Tanto el PT de Lula da Silva como el kirchnerismo en la Argentina expresaron un falso progresismo autoritario y distributivo. Ese falso progresismo asoció a los derechos humanos como un instrumento de acumulación de poder político. Y esa sociedad con los derechos humanos le permitió al kirchnerismo silenciar y ocultar prácticas corruptas y comportamientos autoritarios. Y debe saberse que la corrupción es una violación autónoma de los derechos humanos de la Convención Americana (artículos 24, 25 y 26). Tal como lo dice la Comisión Interamericana en su informe 1/18. No hay ningún progresismo real y auténtico sin un compromiso efectivo de luchar contra la corrupción.

Incompetencia y soberbia parecen ser los rasgos más visibles del macrismo en el 2018. Sin embargo, su nivel de rechazo no es más alto en razón del miedo al regreso del caos kirchnerista. Ese miedo al caos es el que sostiene su gobernabilidad.

El kirchnerismo, por su parte, practica una oposición radical. Es decir, a todo y por todo. Para el kirchnerismo, el incendio social y la sangre son riesgos colaterales que se deben asumir. Lo importante es evitar que Cristina vaya a la cárcel.

El peronismo racional y la centroizquierda existen políticamente, pero con miedo. No alcanzan a expresar terceras posiciones por falta de definiciones políticas y por falta de proyectos y programas. Demasiado cálculo y pocos principios e ideas.

Esta debe ser la consigna de un nuevo modelo de país y de un nuevo concepto de orden social. Porque la corrupción es sin duda el huevo de la serpiente de la decadencia argentina. El modelo económico basado en sobrecostos y sobornos no les ha dado a la Argentina ni a Brasil crecimiento económico sustentable, ni desarrollo humano. El modelo cultural de "roba pero hace" no ha hecho bajar la pobreza, al contrario, aumentó las desigualdades sociales. Debe quedar claro que la lucha contra la corrupción no es una cuestión de religión o de poesía, sino de estricta economía. Lo que pide el argentino hoy es que se devuelva la plata robada por la corrupción, cuyo monto estimativo equivale al préstamo del FMI. Esa plata robada, al menos en un 50%, está en poder de las empresas que participaron en la red de corrupción. Si bien ellas no tienen responsabilidad penal, tienen responsabilidad civil reparatoria. En sus balances públicos está el monto de lo robado.

La concertación

El Gobierno nacional debería ser el convocante a una concertación social que no es simplemente una foto, sino que es un compromiso sobre políticas públicas a desarrollar en 15 o 20 años. El debate sobre el déficit cero comprometido con el FMI debe ser analizado en ese contexto de concertación. Del mismo modo que el objetivo de pobreza cero y del mismo modo que la desconfianza social en la Justicia, la cíclica inflación argentina y el nunca más a la corrupción. Estas son los debates centrales en la Argentina de hoy. Y las respuestas a estos debates solo se logran desde una concertación social. Basta de creer en la mentira de que el problema argentino es meramente económico y que lo puede solucionar un solo gobierno de un solo partido político.

 

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