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21 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El factor psicoanalítico

Jueves, 04 de octubre de 2018 00:00

El título de la nota podría parecer una paráfrasis de la novela de Graham Greene: "El factor humano", que se presenta, en un mundo de espías, como lo impredecible, lo no calculado en el sujeto.

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El título de la nota podría parecer una paráfrasis de la novela de Graham Greene: "El factor humano", que se presenta, en un mundo de espías, como lo impredecible, lo no calculado en el sujeto.

El psicoanálisis surgió en los inicios del siglo XX a partir de la experiencia de Freud como una verdadera revolución copernicana que implicaba una bisagra en la cosmovisión de la época. Se había creado no solo una clínica inédita, sino también una particular teoría del sujeto donde este ya no sería igual a sí mismo ni su yo el centro de la personalidad. La teoría freudiana no tardó en volverse antipática para los amos y el discurso social. Pero no por aquella profana creencia de que su autor proponía una especie de "pansexualismo" y dislates por el estilo, sino por sus tesis sobre el "Malestar en la cultura" y el "Más allá del principio del placer", y los conceptos de superyó, inconsciente, etc.

Inquietudes lacerantes

Señalar que en la cultura hay algo que no armoniza ni encaja y que en el proyecto de la creación no está contemplada la felicidad del hombre, que la civilización tiene un aspecto perturbador y patógeno, no es algo tranquilizador para los amos. Decir, por ejemplo, que el sujeto humano no siempre busca su bien, sino, por el contrario, su sufrimiento, o, mejor dicho, que su bien no coincide muchas veces con su bienestar o que el individuo se vuelve contra sí mismo, arruinando sus logros, etc. (pensemos en la obra de Shakespeare, "Macbeth") no deja de ser inquietante.

Lo cierto es que hubo efectos y consecuencias inevitables del psicoanálisis en la cultura y al igual que en la "revolución de Copérnico" ya nada fue igual en este mundo ni nadie podía atribuir sus tropiezos a la simple casualidad. Es el andamiaje moderno, su promesa ilustrada, sus ideales de un mundo mejor, lo que el psicoanálisis desnudaba y cuestionaba, al igual que lo hacía Nietzsche a martillazos con la razón moderna.

A partir de allí la modernidad estaba ya agujereada, sincerada definitivamente, y no era ya suficiente el disciplinamiento de los cuerpos ni el esconder las miserias de la vista de las almas más tiernas (en los hospicios psiquiátricos, los prostíbulos, las cárceles, etc, alejadas del centro de la ciudad como señalara Foucault). Algo hacía agua en la modernidad.

Psicoanálisis y política

En otras palabras, el psicoanálisis siempre fue político, porque aún siendo fruto de la modernidad, o precisamente por ello, descompletó a la modernidad y su influencia se propagó en las artes, en la literatura, en el cine, en la pintura, en la filosofía y en los debates culturales. Por una parte el psicoanálisis se nutrió del arte y la literatura (pensemos en Freud y Lacan) pero, por otra, incidió en ellos y se irradió en el conjunto de la cultura. Pensemos en el surrealismo y las vanguardias de comienzo y mitad del siglo XX. Sus efectos estaban a la vista, inclusive en aquellos que no habían leído una sola palabra de Freud (pero que estaban inevitablemente atravesados por sus consecuencias). Podríamos decir, el psicoanálisis es político y revolucionario o no es nada, (revolucionario no en el sentido de cambiar las estructuras sociales, sino de subvertir el discurso imperante). Debe situarse frente a las transformaciones y mutaciones antropológicas de la época o está destinado a desaparecer. Porque si no, en vez de incidir o poder manifestar algo sobre la condición contemporánea es esta última la que lo paraliza y lo suaviza, convirtiéndolo en un producto como cualquier otro, en una especie de psicoanálisis de bajas calorías, apto para la tranquilidad fantasmática de los aconteceres del llamado nuevo orden mundial. O dicho de otra manera, en una psicoterapia como cualquier otra.

En síntesis, hoy la simple clínica no basta y el refugio en la montaña del dispositivo de la cura y sus especificidades no son suficientes.

No es de exégesis de los conceptos de lo que se trata en esta hora crucial, sino de la urgencia de expedirse institucionalmente sobre las calamidades que posiblemente convertirán a los sujetos en mutantes y monstruos de una nueva era, a la manera del cuento de Borges "Utopía de un hombre que está cansado", aunque muchos no lo crean. Y en esto le va la vida al psicoanálisis, su futuro próximo, la suerte del inconsciente. O podría ocurrir que un día los practicantes del psicoanálisis, después de mucho tiempo de gozante encierro en sus recintos institucionales, en este mundo ya sin amo, es decir, sin el significante del padre, pero, en todo caso, con una pluralización de pequeños amos y reyezuelos tiránicos, abrieran de repente la ventana y descubrieran que el crimen perfecto ya aconteció, que el mundo afuera no existe o que es transitado por meros clones, sin historia ni porvenir ni inconsciente ni nada, como en una película de ciencia ficción al estilo de Blade Runner. Habrán pululado entonces las sectas o cofradías, los grupúsculos desarticulados los unos de los otros, aunque algo de todo esto ya esté ocurriendo hoy en día.

Interrogantes

Transcurrido ya el tiempo y transformadas las realidades mundiales, debemos hoy preguntarnos ¿cuáles son las consecuencias del psicoanálisis?, ¿cuál es su incidencia concreta en la cultura?, ¿en donde reside hoy su tradición revolucionaria en el sentido copernicano?, ¿qué es lo que hoy vendría a subvertir?, ¿qué es aquello que vendría a descompletar?

En un mundo atravesado por la fase actual del capitalismo, al que Lacan definió como un discurso circular sin pérdida, capaz de reciclar y reintroducir como mercancía las oposiciones al sistema y hasta sus propios desechos y miserias, ¿cuál sería el lugar del psicoanálisis?, quizá el último bastión que nos queda, ¿aún puede existir como una excepción a ese recorrido que todo lo transforma e incorpora? O, por el contrario, ¿ya ha sido reintroducido hace tiempo en el circuito y convertido en una más de las innumerables ofertas, en este caso un tanto más sofisticada que el sistema capitalista ofrece hoy en las góndolas del supermercado global?

En fin, son solo preguntas y no aseveraciones. Pero todavía estamos a tiempo de inaugurar un verdadero debate que no desestime los aportes que el psicoanálisis puede ofrecer al entendimiento de la política, sin desvirtuar su posición y la especificidad de su discurso. Porque todo es política, aun las posiciones apolíticas y el encierro. Solo se trata de abrir la ventana y ver lo que sucede ahí afuera.

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